En el mundo actual, Occidente aparece sometido a una crisis económica, política y eventualmente militar, mientras que los principales centros de poder aparecen situados en Rusia, China, India e Irán. Resulta ser el Oriente la parte del planeta de mejor salud.
En este escenario se perfilan una serie de conflictos que, teniendo hondas raíces históricas en el desarrollo del capitalismo planetario, tal como ocurre con África, Asia y Latinoamérica, nos están indicando que aun dentro del capitalismo se desatan rompimientos con Occidente; es decir, el capitalismo impuesto y dirigido por Estados Unidos y Europa. Nos estamos refiriendo a la larga y sangrienta historia del colonialismo que Europa impuso en África, Asia y América, y que fue continuada y desarrollada por EE. UU. Este largo proceso ha producido una serie de hechos que hasta hace pocos años eran impensables y no esperables. Nos referimos a lo que ocurre en África, en donde varios países han roto con prolongadas influencias coloniales de países europeos. Y en Latinoamérica, donde también otros países han abierto relaciones económicas de carácter estratégico con China, el último de estos ejemplos es lo que ocurre con Argentina, que ha llegado a pagar su deuda externa en yuanes y no en dólares.
Se trata de un fenómeno que forma parte de una nueva correlación que con abundante seguridad se construye en el planeta. Esta correlación se basa en el nuevo papel económico que el Oriente está jugando en este momento, en donde, adentro de la lógica del capitalismo planetario, Rusia y China se han transformado en una alianza estratégica e histórica y las posibilidades con las que pueden contar los países que aspiren a una vida con independencia, con desarrollo económico, bienestar para sus pueblos y usos soberanos de sus riquezas.
Este proyecto es lo que se conoce como Brics, que expresa el acuerdo entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En este bloque está presente Latinoamérica, Asia y África, países con diferentes historias, economías y ubicaciones geopolíticas. Se trata de un proceso planetario donde se construye una nueva economía libre del control del Occidente y de EE. UU., libre de la dependencia tecnológica de Occidente, de los bancos (FMI y BM), libre de la dependencia científica de Occidente, libre del control militar de Occidente y libre de construir una vida nueva con dignidad, soberanía y desarrollo económico para los pueblos.
El escenario actual del planeta registra dos puntos neurálgicos y determinantes. El primero es el de los acontecimientos en Ucrania, en donde se está desarrollando una guerra que enfrenta a Rusia con Estados Unidos, Europa, Inglaterra y la OTAN. En este enfrentamiento, Ucrania solamente pone el territorio y sus soldados, y Occidente controla la dirección estratégica de la guerra y el armamento. Hasta ahora, Europa tiene que costear, junto con EE. UU. y Canadá, la guerra que se desarrolla en Ucrania, pero parece estar llegando a momentos determinantes. El actual presidente ucraniano, que no dirige la guerra, ni al país, ha entrado en un momento de crisis, ya que la guerra en su país depende totalmente de Occidente y afecta negativamente las economías de los países europeos que entran con todo vigor; mientras Rusia, que supuestamente sería derrotada en los primeros momentos de la guerra, muestra salud económica, favorable correlación militar y prestigio internacional. Por eso los acontecimientos en Ucrania no pueden aparecer como momentos de victoria de la política de Occidente.
El otro punto determinante es la relación de China y EE. UU. en lo referente a la isla de Taiwán que, tal como sabemos, se convirtió, en el momento de la revolución china dirigida por Mao Sedong, en un refugio de la contrarrevolución y en donde luego Occidente impulsó la República de Taiwán. Esta fórmula está llegando a su final y el mismo Gobierno de EE. UU., al tener relaciones diplomáticas con China, desconoce al gobierno instalado en esta isla. Sin embargo, continúa la armamentización estadounidense al gobierno taiwanés, aunque cada día se reducen las posibilidades de Taiwán para existir fuera de China.
Estos acontecimientos determinan las posibilidades materiales del crecimiento y desarrollo de un nuevo conjunto de países y economías que han decidido actuar en el planeta de manera independiente de la economía estadounidense. Países como Argelia, Arabia Saudita, Egipto, Irán, Venezuela, Argentina, Bolivia, entre otros, se preparan para incorporarse en estos próximos meses al Brics. Este es un proceso que supone participación en una nueva banca, así como en una política internacional que asegure los intereses estratégicos y el desarrollo económico de los países que participen.
Un ejemplo es lo que ocurre en Bolivia, donde en el proceso de producción y tratamiento de litio participan junto con Bolivia, el país dueño, Rusia y China; pero Bolivia sigue siendo el centro neurálgico del proceso.
Los países que participan pueden alcanzar niveles útiles de beneficios y sentirse libres de la ya conocida voracidad con la que EE. UU., Europa y Occidente, en general, manejan y usufructúan su relación con los países débiles del planeta.
Por eso consideramos que un mundo nuevo y diferente está siendo construido y esta es la mejor noticia que pueden tener nuestros pueblos.