Según la norma ISO22301, la crisis se define como «una situación con alto nivel de incertidumbre que afecta las actividades básicas y/o la credibilidad de la organización y requiere medidas urgentes».
Recuerdo cuando uno de nuestros hijos, el que de niño fue quizá el más sensible emocionalmente hablando, cuando tenía alrededor de siete años me escuchó discutir con mi esposa una mañana común y corriente, con un tono de voz un poquito más alto de lo normal, mientras íbamos para la escuela junto al mayor de sus hermanos y no había transcurrido mucho tiempo cuando él nos preguntó: «¿Se van a divorciar?».
Realmente nunca entendí por qué razón el hizo esa pregunta tan radical, pero me impactó directamente y fue un «santo remedio» para bajar el tono y apaciguar cualquier fuego que pudiera estarse gestando en aquella conversación. Lo qué si comprendí inmediatamente, al recibir aquella impactante pregunta, fue que la conversación había provocado una crisis emocional que estaba causando incertidumbre en el corazón de nuestro pequeño hijo y que nuestra credibilidad como pareja y como padres estaba en juego ante sus ojos; y eso nos hizo recapacitar instantáneamente para darle una respuesta urgente e inmediata para tranquilizar su pequeña conciencia.
Cuando un matrimonio entra en crisis, trae un alto nivel de incertidumbre. En primer lugar, en los hijos, y afectará las actividades básicas del hogar como la comida, el transporte a la escuela, el pago de la renta, etc. Y pondrá en entredicho la credibilidad de papá y mamá ante los hijos y los de su entorno. Esto requiere tomar medidas urgentes.
Toda crisis puede ser mala en sí misma, pero nunca como cuando ocurre en el liderazgo, porque cuando es así trae un alto grado de incertidumbre no solo a individuos, sino a toda la organización por completo, sea la familia, la Iglesia, la empresa o el Estado. Para ningún ciudadano de El Salvador es un secreto que este ha sido el problema histórico que hemos sufrido como país, crisis en el liderazgo de la nación en todas las esferas del Estado; que ha traído gran incertidumbre y mucho pesimismo, afectando las actividades básicas de la nación y la credibilidad en las instituciones en las que deberíamos confiar y descansar.
Estamos en una nueva campaña política y, por lo tanto, escuchando propuestas y promesas (si las hay) de candidatos a diputados, alcaldes y consejos municipales. Apelo a la bondad y misericordia de Dios para que como electorado nos pueda dar la sabiduría necesaria para elegir lo mejor posible tanto a nivel legislativo, donde hay una conciencia colectiva consolidada de que se necesitan cambios profundos, pero también a nivel de los gobiernos locales, donde poco desarrollo se ha visto en la gran mayoría de nuestros municipios durante los últimos largos años.
Nuestro señor bendiga a El Salvador con un liderazgo renovado que pueda sacarnos de la crisis legislativa y municipal en la que hemos estado estos años para que pueda producir en medio de la ciudadanía certidumbre y credibilidad, que tanto se necesita en los gobiernos locales y en la Asamblea legislativa, que es el órgano de Gobierno más desacreditado según los sondeos de opinión.