Nada que ver con temas esotéricos, de espiritismo o de mitos sobrenaturales. «La cultura del diablo: atenimiento y machismo» es el título de un libro escrito por José Humberto Velásquez, reconocido catedrático y escritor salvadoreño, y puedo decir que la primera vez que leí ese libro me agradó la forma real en que plantea los diferentes escenarios donde transita el salvadoreño, con mucho énfasis en el atenimiento y el machismo, rasgos culturales que aún predominan en nuestra sociedad.
La cultura del diablo es un mal endémico que sigue caracterizando a nuestra población en su diario vivir, y a este fenómeno cultural se le suman otros comportamientos heredados de las diferentes formas de hacer política, específicamente de los partidos tradicionales y de los grupos representativos de los poderes fácticos, para el caso concreto, el FMLN, partido en decadencia producto de los malos manejos estratégicos y de haber abandonado sus ideales (es lo que hicieron creer) que recurre al viejo libreto de los años sesenta y setenta, libreto ya conocido por propios y extraños, y es que en ausencia de verdaderas soluciones para los graves problemas de país; pese a haber estado por 10 años al frente del Órgano Ejecutivo y haber demostrado una incapacidad manifiesta, recurre a la mentira, al descrédito, a la desinformación de un Gobierno que está demostrando cómo se deben dirigir las diferentes áreas de un país golpeado por la corrupción de anteriores gobiernos, que a su vez busca sanear el quehacer político.
El FMLN y sus afines, ahora ARENA y otros partidos menores, desarrollan una serie de acciones maquiavélicas: por medio de sus marchitas pagadas buscan afanosamente provocar a las autoridades de Seguridad Pública para que los repriman, cosa que entendemos que no va a ocurrir, pues no vivimos en una dictadura, como ellos pretenden hacer ver por medio de sus trasnochados sueños de pretender volver a gobernar, cosa que está muy pero muy lejos de la realidad, y buscan, por medio de esas miniconcentraciones, a
un «mártir» para salir diciendo que la represión se hizo presente. Ese es el libreto de los años setenta y ochenta, es decir, que no se dan cuenta de que los dejó la historia.
Lo que sí es cierto es que su habilidad está limitada a manchar y destruir la propiedad privada y estatal, acarrear y exponer en sus minimarchas a niños, mujeres, personas de la tercera edad y personas con capacidades especiales, detestable estrategia y a la vez representativo de lo que llamaremos en lo sucesivo «la cultura del diablo», para lo cual conviene recurrir a lo que se conoce como memoria histórica «prohibido olvidar», y cito algunos ejemplos de destrucción durante el pasado conflicto armado, y tristemente recordamos la destrucción del Puente de Oro y otros que formaban parte de la red vial del país, la destrucción de las torres primarias del tendido eléctrico, la quema de cultivos, etcétera.
Por mencionar algunos casos de destrucción, y luego, por medio del acuerdo de cúpulas, que dieron en llamarle la firma de los Acuerdos de Paz, el FMLN fue premiado al concederle las facilidades de convertirse en partido político y llegar al Ejecutivo, donde se sirve con la cuchara más grande, de lo cual ya se conocen públicamente los sonados casos de corrupción por los que están dos expresidentes asilados en Nicaragua. Conviene preguntarse ¿es esto una cultura del diablo, donde predominan las malas acciones disfrazadas de luchas reivindicativas? Juzgue usted.
Lo que sí es cierto es que se llega el momento en el cual el pueblo salvadoreño busca cobrar ese daño irreparable, pues estancó a nuestro país, y de tal deuda la primera ya fue cobrada por la población misma al reducir tanto a ARENA como al FMLN a la mesa del rincón, pero aún falta otra factura, y es que en su estrategia de lucha revolucionaria manejaron el eslogan «Avanzar, aniquilar y vencer», cosa que ahora la historia les revierte. El pueblo avanzó saliendo del letargo al que lo sometieron los firmantes de la paz, es decir, ARENA y el FMLN, derrotándolos en las urnas. Ahora falta la estocada final y es el aniquilamiento.
Creo firmemente que tanto ARENA como el FMLN deben ser cancelados como partidos políticos por sus maquiavélicas acciones en contra de la población, por haber robado el peculio propiedad del pueblo salvadoreño, por haber negociado la sangre de su mismo pueblo, por haber engañado a la población con una supuesta lucha antagónica de izquierdas y derechas, la cual jamás existió y por la que ahora se cuenta con un ejército de lisiados a causa del conflicto armado. Esto no pueden ser otra cosa que acciones propias de una cultura del diablo, y para superarla y a la vez modificarla debemos comenzar por los males endémicos que la generaron y que tienen nombre y apellido.
Es entonces la cultura del diablo una sucesión de acciones apátridas impulsadas por grupos ávidos de un poder que ya ostentaron y que no pudieron administrar, más bien se sirvieron con la cuchara más grande en detrimento de las aspiraciones de nuestra gente.