«El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán…», el estribillo pensado, escrito y gritado en plena guerra, y que luego era coreado en cada uno de los mítines del ahora diezmado partido ARENA, por fin llegó a su final. Y terminó de sonar en radio y televisión como colofón del proceso electoral en el cual ese partido prácticamente ha desaparecido junto con los rojos (FMLN), sus exadversarios políticos.
Esa aguerrida marcha que en «los tiempos de paz» era una ofensa al oído, creatividad e inteligencia, fue difundida a la saciedad en la dé- cada de 1980 y los 20 años siguientes, pero cada vez sonaba menos, conforme la corrupción y el saqueo al Estado fueron cavando tumbas a los dos partidos tradicionales de la posguerra.
Ha sido la primera campaña electoral en la que solo un aspirante a diputado por ARENA se atrevió a usar algunos trozos de la belicosa marcha en su spot de radio. Y es que la marca del partido tricolor llegó al punto de no ser sujeto de crédito en televisoras y otros medios donde en la campaña de 2021 hubo reclamos por impago.
Y valga decir que a esa marcha arenera le pusieron el sello de «liquidada» desde muy lejos, no solo desde diversos estados de Estados Unidos, donde miles de compatriotas pudieron, por fin, expresar a través del voto sus preferencias políticas de manera contundente, como ha sido su aporte millonario por años a la economía del país.
No reconocer el valioso aporte de millones de salvadoreños trabajadores, emprendedores y visionarios desde EE. UU., Italia, España, Australia, etcétera, sería una estupidez. Pero, además, nuestra diáspora no es solo eso, hay entre ella miles de talentos académicos, hay científicos, actores, como hay jardineros, lavaplatos, constructores, contratistas, artistas, y cada uno merece respeto y admiración.
Y solo otro ejemplo: en 2023 los salvadoreños en el extranjero enviaron remesas por $8,181 millones, que equivalen a $22.4 millones por día, casi $1 millón por hora… y superaron con sus remesas los $7,122 millones que se recaudaron en impuestos en el país en todo el año. ¿Quién da más?
Hablando de cosas que suenan fuerte, la diáspora salvadoreña ha sido por primera vez la gran protagonista de la democracia criolla, en un proceso, si bien con fallos técnicos propios del tercer mundo y del TSE en particular, es legítimo y fue legitimado por más de 3,000 observadores nacionales e internacionales, y es un proceso al que todo compatriota en el extranjero debió tener derecho siempre.
La diáspora cuscatleca ha sido fundamental en este ejercicio democrático como las elecciones, han sido 326,000 salvadoreños en el exterior los que votaron esta vez desde Japón, Italia, Canadá, México y, por supuesto desde Estados Unidos, y de los cuales 319,800 (el 98 %) votaron por seguir apoyando las políticas del mandatario Nayib Bukele.
Valga decir que no es una diáspora cualquiera, la gran mayoría son hombres y mujeres, quienes en el pasado fueron prácticamente expulsados de su terruño por quienes dirigían el país en gobiernos anteriores, quienes no tuvieron capacidad ni el interés para crear condiciones mínimas para retenerlos.
Los momentos del mayor éxodo en nuestra historia fueron marcados primero por la guerra civil (1980-1992), por la desigualdad y la falta de oportunidades económicas en un segundo momento (1992-2010), y luego por las pandillas (2010-2020), y solo teniendo claro estos tres momentos vamos a dar crédito a lo que ahora esa diáspora ha expresado en las urnas, y con autoridad.