En casi todas las esferas de la vida hay varias maneras de hacer las cosas, ya sea una decisión individual, familiar o empresarial, por mencionar algunos casos, siempre hay varias hojas de ruta. Sin embargo, los caminos de la política y de las transformaciones hacia algo diferente en una sociedad como la salvadoreña implican tomar decisiones en dos vías: o se hacen de la manera tradicional y lineal, como ha sido el curso de la historia en los últimos 30 años donde dominó el anacronismo y la indiferencia, o abrimos el espectro de posibilidades hacia algo diferente, disruptivo y transformador, acorde a los tiempos modernos y las dinámicas de cambio que aspira El Salvador.
Es así como en menos de 45 días, el presidente Nayib Bukele y la Asamblea Legislativa, en clara armonía y fidelidad al mandato del pueblo salvadoreño, han iniciado un largo recorrido en este sentido, donde está claro que la disrupción del gobernante salvadoreño está impregnada en cada iniciativa de ley y en cada una de las apuestas por irrumpir la manera en como se venían aprobando legislaciones sin sentido, desapegadas de la nueva realidad del mundo y sin conectar con las necesidades de un pueblo que hoy avanza con su gobernante y sus diputados hacia un mejor puerto.
La ley recién aprobada por los legisladores salvadoreños, que permite que el bitcóin sea una moneda de curso legal, es un claro ejemplo de cómo El Salvador le apuesta al futuro. Contrario a la dolarización, hace más de 20 años, las criptomonedas son una alternativa racional ante la falta de una política monetaria, reduciría los costos del envío de remesas y dinamizaría aún más la economía, incluyendo la inclusión financiera y la posibilidad de que el país pueda desarrollar la matriz energética con la «minería» de bitcoines aprovechando el «petróleo blanco».
Comprender todo esto, para políticos de la vieja guardia que están en la esquina del Salón Azul de la Asamblea Legislativa, es difícil. Esta actitud de resistencia se extiende a las ONG que se suman al coro de fatalistas y a otras voces que arman espacios de discusión en Twitter donde prevalece la actitud continua de buscar «el pelo en la sopa», sin proyectarse hacia un porvenir donde el único ganador será el pueblo salvadoreño: por eso se oponen, porque el presidente Bukele ha tomado decisiones nada convencionales y se ha atrevido a pensar «fuera de la caja» en materia económica. Bien por el estadista, que cortó la linealidad y la monotonía que implicaban los viejos esquemas con los que se gobernaba en el país.
¿Cuesta pensar en grande? ¿Por qué les irrita tanto que los representantes del soberano, tanto en Casa Presidencial como en la Asamblea Legislativa, acuerpen las necesidades de la gente y tracen una salida diferente a las nefastas herencias del pasado? Recordemos que no podemos esperar los mismos resultados si seguimos haciendo lo mismo. Está demostrado que no funcionó y que nos llevó a un despeñadero, porque al final los 20 años de ARENA se prolongaron 10 más, cuando se selló el nefasto pacto con el FMLN en 2009, que sucumbió en 2019 con la llegada de Bukele, «el animal político».
Además el pueblo, en clara lección democrática en las urnas, ungió para que se resuelvan de raíz los problemas nacionales. Por eso hoy hay magistrados de la Sala de lo Constitucional y un fiscal general con claridad de su rol y sin alianzas oscuras con poderes fácticos, créditos a favor del desarrollo del pueblo, comisiones especiales que no son arma de persecución política, autónomas donde la ANEP dejó de tener el monopolio de representación del sector privado y armonía de los diputados con el gobernante de todos. Eso es lo que genera escozor y tiene todavía desubicados a los que ya son conocidos por la gente como #LosDeLaEsquina en redes sociales y pláticas informales cotidianas.
Hoy viene otra acción para disrumpir, incluso más que la Ley Bitcoin: la ley de agua. Por fin se tendrá una legislación donde algo tan sagrado nunca sea manoseado, como lo quiso dejar ARENA y el FMLN con el anterior anteproyecto a favor de sus financistas, organismos fachada, que fue enviado a archivo por la bancada de Nuevas Ideas pocos días después del 1.º de mayo. Fue la decisión política correcta, porque no se podía montar un carro que llevara al país al precipicio en este tema, por lo que la apuesta hoy pondrá al centro al ser humano y garantizará que el recurso se administre bajo la tónica del interés nacional, sin acuerdos de cúpulas y donde el ganador siempre sea el pueblo.
Queda claro para El Salvador que son este tipo de decisiones las que necesita el país: audaces, modernas, vanguardistas y que den respuesta por fin al clamor que por años fue desatendido para colocar a este pulgarcito en el contexto global. Hoy ya no es prohibido soñar, mucho menos ver el futuro en unidad, donde el tridente Gobierno-Asamblea-pueblo son la garantía del bienestar que siempre perseguimos y que se nos negó. Ese es nuestro horizonte: juntos crear y dar lo mejor para la gente. Siempre.