La pandemia del coronavirus dejó al desnudo la vulnerabilidad de los procesos productivos dentro del marco de la conectividad mundial. Así tenemos, para el caso, que el algodón se produce en Estados Unidos, las telas se procesan en Turquía, se terminan tiñendo en China y luego se manufacturan en diferentes países asiáticos. Todo lo anterior nos mostró que la interrupción de cada una de estas fases provocó en el corto plazo una carencia global de productos terminados.
En el caso de China, no solo faltaron trabajadores en las fábricas, sino que algunos conductores de camiones que transportan mercancías estaban imposibilitados de poder movilizarse, otros no querían ir a trabajar por miedo al contagio. La situación se agravó tanto que durante semanas el tráfico de mercancías se detuvo en todo el país asiático. Los contenedores no podían transportarse desde los puertos y se frenaron todos los canales de distribución de la producción.
En la actualidad, el Gobierno chino logró que los trabajadores regresaran a sus puestos de trabajo. De manera lenta, la producción comenzó a levantarse a pesar de estar muy lejos de su capacidad total. Las medidas implementadas desde Pekín estaban encaminadas a evitar el derrumbe total del gigante asiático y, por lo tanto, a poner en riesgo el poder del partido comunista.
Los efectos negativos de la pandemia inquietaron a los inversionistas alrededor del mundo y esto tuvo un impacto en los mercados financieros a escala mundial, eso aun y cuando los gobiernos comenzaron a tomar una serie de medidas destinadas a evitar el colapso total. En países como Suiza, el Gobierno tomó la decisión de subsidiar los salarios de los empleados que guardaron cuarentena; además, se otorgaron créditos con tasas de interés muy bajas a todas aquellas empresas que fueron golpeadas directamente por la pandemia del coronavirus, entre las cuales cabe destacar gimnasios, hoteles, restaurantes, aerolíneas, almacenes, barberías, talleres de mantenimiento, fábricas, etcétera.
La diferencia de la crisis de la COVI-19 y la crisis mundial que se inició en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers es que esta última evidenció sobre todo cuán interconectados e interdependientes eran y continúan siendo los sistemas bancarios y financieros. Sin embargo, ahora, con la crisis del coronavirus, podemos discernir cuán entrelazadas de manera global están la producción de bienes, logística y servicios. Esto significa que las cadenas de valor son susceptibles a los retardos que provengan de un solo punto de producción, una situación que afecta la economía mundial.
En lo referente al acceso de recursos financieros internacionales, tenemos que según, el Instituto de Finanzas Internacionales, «los inversores extranjeros están dando la espalda a los bonos y acciones de los mercados emergentes. Hace algunos meses se evitó la inversión de más de 73,000 millones de euros en más de 20 economías emergentes, incluidas India, China, Sudáfrica y Turquía».
Las economías emergentes son claves en los procesos de producción dentro del marco de la globalización económica, pero estas tendrán que enfrentar los mayores costos de endeudamiento por la falta de recursos financieros en el mercado internacional. De hecho, los problemas que venían arrastrando las economías emergentes antes del aparecimiento de la COVID-19 estaban directamente relacionados con la caída de los precios del petróleo y otros productos básicos, que por cierto representan un aporte importante de ingresos para países africanos y latinoamericanos.
Finalmente, podemos concluir que el impacto de la pandemia en el ámbito de la conectividad comercial mundial es un hecho insólito que el mundo no había experimentado desde la Segunda Guerra Mundial; en aquel tiempo, la gente tenía la esperanza de que una vez finalizará se comenzarían a levantar las economías, pero con el caso de la pandemia del coronavirus lo verdaderamente cierto es que nos enfrentamos a un incierto sin límites, que en términos reales se traduce en mayores niveles de desempleo mundial, escasez, hambre, aumento de migración, racismo, endeudamiento, disminución en servicios de infraestructura básica y falta de oportunidades en las economías más vulnerables y pobres del planeta.