Fomentar la empatía es una idea que a diario en diferentes ámbitos aparece si hablamos de la prevención del maltrato animal, y poco a poco ha ido ganando espacio en nuestro discurso.
La empatía es la intención de comprender los sentimientos y las emociones de los demás, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo.
Al partir de este concepto para trasladarlo al mundo de los animales, me ha surgido la duda: ¿cuántas veces hemos experimentado empatía hacia los perros y los gatos en situación de abandono en las calles?
La violencia no es un mal alejado del abandono de los animales. Sin duda, esta es una problemática que se agudiza en las zonas urbanas con alta demografía en el país.
Hay quienes incluso llevan la intolerancia hacia los animales que deambulan en las calles hasta niveles y manifestaciones de odio, que motivan prácticas inhumanas, como el envenenamiento.
Honestamente, hasta hace menos de una década nunca me detuve a reflexionar ni investigar sobre los múltiples peligros, las necesidades y las carencias que experimentan a diario perros y gatos abandonados o que nacieron en la calle. Me involucré paulatinamente en buscar el bienestar y el respeto por los animales cuando rescaté a una perra, casi por casualidad, en un impulso de compasión.
El promedio de vida de un perro en las calles es de un año; durante ese tiempo está expuesto a sufrir hambre, sed, inclemencias del clima, maltrato, hasta que, por lo general, muere de forma violenta, atropellado, envenenado o por el deterioro de la salud. Es importante mencionar que solo el 5 % de los animales enfermos en condición de abandono, reciben atención veterinaria, el otro 95 % muere sin haber recibido asistencia.
Los animales tienen necesidades fisiológicas y de afecto; sin embargo, continúan siendo objeto del maltrato, la negligencia, la desidia y la violencia.
Hay un largo camino por recorrer para visibilizar el maltrato y el abandono de perros y gatos, y está en nuestras manos la posibilidad de cambiar esa realidad, si elegimos adoptar o comprar con responsabilidad. Con la adopción de un perro o un gato salvamos una vida, y este acto de amor repercute positivamente en la sociedad.
De la misma forma, lo hace la esterilización de nuestras mascotas para evitar la reproducción de crías no deseadas que tendrán futuros inciertos.
Asimismo, con acciones como apadrinar, el voluntariado y la colaboración en una ONG o en los refugios de animales en el país mejoramos la calidad de vida de los animales en la calle.
Las acciones como brindar hogar temporal a un animalito desprotegido y promover en redes sociales su foto hasta que encuentre un nuevo hogar, aunque parezcan pequeñas, reducen efectivamente los índices de animales abandonados.
El desarrollar empatía por los animales repercutirá positivamente en las acciones individuales, familiares, de la comunidad, en la salud pública y en el ambiental.
La empatía hacia los animales es un sentimiento que no debemos ignorar, ya que es necesaria para la convivencia ética, justa y equilibrada de toda sociedad.
Hagamos que nuestra empatía salga a flote, y que con nuestro ejemplo generemos conciencia en nuestro círculo cercano para crear un efecto multiplicador de compasión y respeto por los animales.