Sonríe incansablemente y habla con una energía diferente, como si vibrara a una mayor intensidad con cada palabra con las que reconstruye el recuerdo de cuando todo comenzó. Quienes la conocen admiten que su sonrisa ha sido su marca característica desde que nació. Sin embargo, ella admite que esa sonrisa también ha pasado por momentos de sombras y oscuridad.
Su nombre es Mariana Cáceres de Loy, una joven salvadoreña que desde el pasado mes de diciembre de 2019 inició un proyecto con el que busca dar apoyo emocional y logístico a personas que padecen cáncer en sus fases terminales en El Salvador y, sobre todo, a sus familiares. Admite que la fundación está en plena formación, pero que su motivación es grande y que en el ayudar a otros ha logrado encontrar paz, tranquilidad y un propósito de vida.
El cáncer que destrozó a una familia en formación
Fundación Mariana de Loy es una iniciativa que nació luego de que su fundadora, Mariana, perdiera a su esposo, Néstor, debido a un fulminante cáncer gástrico. Cuando Néstor comenzó a manifestar síntomas graves, ambos jóvenes mantenían una relación de noviazgo que se proyectaba hacia una boda. Sin embargo, el cáncer se hizo presente, no sin antes pasar por un período de incertidumbre ante la falta de un diagnóstico médico certero y oportuno.
«Todo empieza, obviamente, a raíz de la experiencia personal. En ese entonces no era mi esposo. Pero ya teníamos planes de boda. Nosotros nos casamos por el civil cuando a él ya le estaban dando la quimioterapia. Él venía de un año de pasar consulta. Prácticamente no hubo interés por ayudarle, porque en un año nunca le dejaron un examen y solo veían cómo su salud se caía poco a poco hasta un punto demasiado extremo», explica Mariana.
La noticia llegó más de un año después de que la salud de Néstor se desplomara de golpe y luego de visitar varios doctores. El diagnóstico, un carcinoma gástrico con neoplasia, fue tan fulminante que el impacto emocional fue prácticamente imposible de superar. «Llegó a un punto en que ya no comía nada. Tenía más de un año de sentirse mal cuando volvimos a pasar consulta. El doctor no nos dijo mayor cosa, solo que muchos órganos del área abdominal estaban inflamados. Cuando le hicimos los exámenes y le dieron el resultado, le dijeron que simplemente se iba a morir. Así no más. Sin mayor explicación», comenta.
«Los últimos días él quedó inconsciente. Dios me dio una gran oportunidad de estar con él. Fueron dos meses, desde mediados de diciembre hasta cuando murió, el 19 de febrero de 2019. Fue un regalo de Dios el que haya podido estar con él. Ellos oyen aun cuando están inconscientes. Pude decirle que estaba con él. Me gustaba sentir que él no estaba solo»
Mariana Cáceres, creadora de la Fundación Mariana de Loy
«Néstor ya no volvió a ser el mismo después de eso. Él cambió. Se volvió otra persona diferente. Desde ese día él se dejó morir por la impresión. Nos dijeron que podían darle un tratamiento de quimioterapia y una posible cirugía. Nos dijeron que todo era posible, tanto que fuera un buen resultado o no. Su mal estado psicológico era evidente. Él iba al hospital, pero no interactuaba con los doctores. Incluso conmigo no hablaba casi. No volvió a ser el hombre que conocí», recuerda.
Debido a la tardanza en el diagnóstico, el cáncer que sufría Néstor había avanzado demasiado, por lo que los tratamientos y la apuesta médica iba dirigida a buscar un resultado positivo, aunque con muy pocas posibilidades. Sin embargo, Mariana asegura que siguieron luchando y siguieron poniendo de su esfuerzo, aunque, para ella, emocionalmente Néstor estaba demasiado golpeado por la noticia y los padecimientos, algo que afectó mucho en el desarrollo del tratamiento.
El cáncer fue fulminante en la vida de Néstor. En cuestión de meses, su salud se agravó al punto más trágico. Durante esos meses, Mariana admite que comenzó a prepararse mentalmente para el destino fatalista, ya que no percibía mejora en su esposo. Como un acto de amor, Mariana y Néstor contrajeron matrimonio por lo civil, como una forma de consumar su amor antes de que el destino lanzara sus cartas con un trágico final.
«Los últimos días él quedó inconsciente. Dios me dio una gran oportunidad de estar con él. Fueron dos meses, desde mediados de diciembre hasta cuando murió, el 19 de febrero de 2019. Fue un regalo de Dios el que haya podido estar con él. Ellos oyen aun cuando están inconscientes. Pude decirle que estaba con él. Me gustaba sentir que él no estaba solo», recuerda Mariana.
La esperanza que surge de las cenizas de la depresión
Néstor murió el 19 de febrero de 2019. Tras su fallecimiento, Mariana buscó justicia ante una evidente negligencia médica en el caso de Néstor. Sin embargo, los procesos legales no prosperaron y Mariana vio cómo la muerte de su esposo pasó inadvertida para quienes han hecho un juramento de defender la salud. Además, Mariana también buscó ayuda emocional y espiritual.
«Empecé a ir a terapia después que él murió. La vida me había quitado lo que yo había proyectado. Es una cosa que vos sentís que te destruyen de adentro hacia afuera. En ese proceso, después de unos meses de terapia y de estar en un grupo de oración, a finales de 2019, en ese grupo una persona me comenta que conoce a alguien que padece de cáncer y que su familia y esa persona están pasando por un momento complicado. Ahí vi la oportunidad de hacer algo a partir de mi experiencia», recuerda.
«La familia de quien padece cáncer también necesita atención, necesita ser escuchada, necesita entender lo que está pasando»
Mariana Cáceres, creadora de la Fundación Mariana de Loy.
En ese momento, Mariana tuvo una idea: ante un gran número de organizaciones que se dedican a apoyar directamente a los pacientes de cáncer en El Salvador, se vuelve necesario también que surja una que se encargue de dar apoyo emocional a la familia y al paciente, que se preocupe por acompañarlos de cerca y que haga esfuerzos para llegar a aquellas personas que enfrentan la lucha contra esta mortal enfermedad. Así es como nace Fundación Mariana de Loy en el corazón de su creadora.
Fue así como, a partir de septiembre de 2019, Mariana inicia los movimientos para fundar la organización, teniendo un punto clave en diciembre de ese mismo año, cuando abre sus redes sociales, presenta su identidad gráfica y comienza a movilizarse para obtener ayuda para las personas que ya comenzaban a acudir a ella en busca de ayuda y apoyo.
«Fundación Mariana de Loy ayuda a las familias a aceptar la pérdida de su familiar. La fundación no es para curar el cáncer, no es para tratar al paciente con cáncer. Mucha gente está sola en el hospital porque su familia no entiende lo que tiene. Hay gente que tiene sus niños pequeños y los niños no entienden lo que es morir. Cada familia es bien particular y depende de quién es el que está enfermo y cómo se enteró. Una de las proyecciones es ayudarle a la gente a entender que morir no es algo malo. Pero cómo es el proceso en el que perdemos la vida es lo que es necesario saber manejar», explica la joven altruista.
«La pandemia nos impulsó a hacer la actividad más importante: trasladar pacientes. Durante seis meses, todos los días de la semana yo me dediqué a esa actividad»
Mariana Cáceres, creadora de Fundación Mariana de Loy.
La joven asegura que desde su experiencia de vida ha podido darse cuenta de lo poco que reciben ayuda la familia de los pacientes de cáncer. «La familia de quien padece cáncer también necesita atención, necesita ser escuchada, necesita entender lo que está pasando. A veces la familia busca otras explicaciones como una forma de negar un diagnóstico tan trágico como el cáncer terminal. Es ahí donde queremos entrar, como fundación, y apoyares, acompañarles, hacerles sentir que no están solos y, también, proporcionarles la ayuda que nos sea posible», detalla.
Mariana es enfática en señalar que la mayoría de los pacientes de cáncer muere debido a un diagnóstico tardío. «El cáncer es la segunda causa de muerta a nivel mundial. De 10 personas con cáncer, mueren nueve. Es una estadística grave. No es una enfermedad que se pueda controlar. Otra línea de proyección de la fundación es informar oportunamente. En Latinoamérica los seres humanos no tenemos una cultura de prevención de la salud. También la fundación necesita trabajar en la línea de inculcar a la gente el hábito de chequearse periódicamente para evitar un diagnóstico tardío», enfatiza.
«Tenemos ya un año de estar funcionando. En ese tiempo hemos atendido a alrededor de 20 personas. Algunas de ellas solo las visitamos una vez y luego ya no se contactaron. Pero a otros hemos podido darles seguimiento a sus casos. El enfoque es pacientes terminales, los que no tienen opción de tratamientos, que no se pueden operar y que su condición es trágica. Apoyamos con transporte, con repartición de víveres y otras formas de ayuda», señala.
La pandemia: una oportunidad para ayudar a otros
Tras comenzar con el apoyo a pacientes de cáncer y sus familias en diciembre de 2019, Mariana tuvo frente a ella un obstáculo que acabó convirtiéndose en una oportunidad: la pandemia por la COVID-19 en El Salvador. «La pandemia fue un trampolín para la fundación. La gente se quedó varada, no había transporte público. Yo estaba desempleada y eso me permitió tomar mi vehículo y comenzar a movilizar a los pacientes del interior del país hacia acá a San Salvador para su tratamiento», señala.
«Me dediqué al 100% para llevar y tratar gente de los municipios aledaños a San Salvador. Todos vienen a la capital a tratamiento y eso es un problema. El 100 % de nuestros pacientes no tienen transporte propio. Ese hecho demuestra una de las muchas complicaciones que enfrentan quienes padecen cáncer en este país. La pandemia nos impulsó a hacer la actividad más importante: trasladar pacientes. Durante seis meses, todos los días de la semana yo me dediqué a esa actividad», añade.
Para Mariana, la pandemia fue una clave para la construcción de la fundación. Esa situación le permitió redescubrir el valor que hay en ayudar a otros y, a la vez, sintió cómo su vida misma se confrontaba ante escenarios en los que tenía que brindar apoyo emocional en una situación que ella misma vivió con su esposo, como si de las cenizas de su dolor surgiera un propósito de vida, una forma de reescribir su futuro y permitir que otros vieran en sus cicatrices una sensación de compañía y apoyo.
Un sueño que apenas comienza
Con la pandemia, Mariana conoció también los dos lados de manejar una fundación: recibir apoyo y no recibirlo. «Mucha gente se me ha acercado y me dice: “si necesita algo, dígamelo”. Pero luego vas, les pedís algo, pero no te apoyan. He aprendido a superar eso. Hay gente que ha ofrecido su ayuda, que me llaman y me dicen: “¡Mira, para que podas llevarle a la gente que ayudas!” y eso ya es una ayuda valiosa. Falta mucho por hacer, pero vamos en el camino de hacerlo. Eso es lo importante», enfatiza.
«Mi sueño es que la fundación tenga su propio edificio en el que tengamos disponibles habitaciones para que la gente que viene de más lejos pueda tener un lugar donde quedarse para cada vez que vengan a tratamientos. También, veo un lugar en el que podamos brindar apoyo emocional y psicológico a los familiares y a los pacientes mismos de cáncer. Veo tantas cosas, pero aún vamos comenzando», añade.
Para Mariana, el dolor del recuerdo de su esposo aún es evidente. Sonríe, como lo ha hecho a lo largo de su vida, pero asegura que aún lucha por su recuperación emocional. En esa lucha, sin embargo, ha encontrado un propósito de vida en ayudar a otros y eso es lo que la impulsa a seguir adelante.
Si usted desea contactar a la Fundación Mariana de Loy para obtener ayuda o para contribuir con su aporte, puede encontrarlos en redes sociales de esta manera:
Facebook: Fundación Mariana de Loy (Clic aquí)
Teléfono: 7815 9967
Correo electrónico: [email protected]