En cuatro Copas del Mundo, siendo campeón en tres, un récord de todos los tiempos para un solo futbolista, el Rey Pelé construyó su leyenda por medio de goles tan cruciales como espléndidos, de gestos mágicos, pero también de golpes recibidos.
Mundial-1958: el advenimiento del Rey
Por primer vez, la Copa del Mundo se retransmitió por televisión a más de 60 países. Enhorabuena porque el planeta vería en Suecia el nacimiento de un prodigio de 17 años, de cara adolescente y físico enclenque, que no le impidió ridiculizar a sus adversarios con el balón en los pies. Lesionado antes del torneo, Pelé se perdió los primeros dos partidos contra Austria (3-0) e Inglaterra (0-0). Su primer encuentro fue contra la URSS (2-0), formando un tridente ofensivo de miedo con Garrincha y Vava.
Con su debut se convirtió en el futbolista más joven en jugar un partido de la Copa del Mundo y estableció otro récord en los cuartos de final contra Gales (1-0) al convertirse en el anotador más joven de la historia de los Mundiales. Luego siguió una tripleta en apenas 23 minutos ante la Francia (5-2) de Fontaine y Kopa en semifinales, para terminar con un doblete en la final ante Suecia (5-2).
Ante el país anfitrión, su primer gol, una pelota que paró con el pecho en el área grande para luego burlar a un defensor con un fino sombrero y sacar un fuerte remate de derecha sin dejar caer el balón, ilustró su incomparable calidad técnica.
El segundo fue un cabezazo sin brillo que dibujó una parábola lenta para finalmente meterse al fondo de la red.
Al final, sus 6 goles en 4 partidos contribuyeron en gran medida a la primera corona brasileña. Llevado en hombros por sus compañeros de la ‘Seleçao’, sus lágrimas le recordaron al mundo el niño que todavía era.
Mundial-1962: El Rey, incluso, en una sola pierna
Ahora conocido por todos, sobre todo en Europa que le mira con ternura y a la que él se niega, Pelé defiende su corona en Chile. Comienza fuerte, con un gol contra México (2-0), pero luego un esguince inguinal con el que había llegado al Mundial se agrava contra Checoslovaquia (0-0). Tanto, que no pudo jugar un partido más en Chile.
Pelé fue al banco y desde allí vio cómo la Seleção llegaba a su segundo título mundial magistralmente conducida con todo el arte de Garrincha.
Mundial-1966: Caza al Rey
Pelé llegó a Inglaterra con 25 años soñando con una tercera consagración consecutiva. Sin embargo, nadie quería ver a la selección auriverde y su Rey logrando la hazaña. Bajo la mirada impasible de los árbitros, los rivales molieron a patadas al ’10’ brasileño. Comenzando con el defensor búlgaro Zhechev, lo que no impidió que Pelé anotara un gol en la victoria 2-0.
Por precaución no jugó en la derrota 3-1 ante Hungría. Reapareció ante el Portugal de Eusebio, pero fue duramente castigado por Morais, sacándolo del juego. Brasil volvió a perder 3-1 y quedó eliminado en la primera fase. «Yo comencé el trabajo, Morais lo terminó», confesaría más tarde Zhechev.
Mundial-1970: el retorno del Rey
Frustrado por el fracaso en Inglaterra, Pelé abandonó durante dos años el seleccionado brasileño. Pero pronto la sed de revancha llegaría. Sobre todo porque ya no estaba solo: llegaría con una generación joven, talentosa y madura (Jairzinho, Tostao, Rivellino, Carlos Alberto). En México, «la más bella Seleção de la historia» hizo de su última Copa del Mundo una obra maestra.
Anotó de volea en el primer partido contra Checoslovaquia (4-1). Luego ante Inglaterra, el campeón defensor, Brasil mostró que seguía siendo el mejor equipo. Sin embargo, Gordon Banks hizo aquella parada del siglo al sacarle a Pelé un cabezazo sobre la línea, pero fue Jairzinho el responsable de la victoria (1-0).
Pelé se vengó de Rumanía con un doblete (3-2). Después de Perú en los cuartos de final (4-2), Brasil se encontró con Uruguay y se tomó venganza 20 años después del trágico Maracanazo. La victoria fue brillante (3-1) y Pelé falló un gol frente a Mazurkiewicz después de hacerle una finta fenomenal sin tocar la pelota.
Poco importó, porque Pelé llegó a la final contra Italia, en la que abrió el marcador con un cabezazo inolvidable, antes de ofrecer un pase decisivo a Carlos Alberto para el 4-1.
Como lo hicieran 12 años atrás, sus compañeros de equipo lo alzaron en hombros en el estadio Azteca, pero esta vez la sonrisa del ‘Rey’ reemplazó aquellas lágrimas. El ciclo de Pelé en los Mundiales había terminado, pero comenzaba su reinado como uno de los mejores futbolistas de la historia.