Hace muchos años me costaba creer que los partidos políticos tradicionales y sus equipos de campaña eran capaces de generar caos durante sus carreras electorales con el fin de llegar al poder. Entre panales de abeja tirados en mitines hasta heridos de bala, sin importarles que se perdieran vidas, ha sido la costumbre de estos institutos políticos.
A ARENA y el FMLN nunca les ha importado el cómo llegar para lograr sus objetivos. La vida de los salvadoreños nunca ha sido su prioridad. Prueba de ello es la guerra civil que provocaron, que dejó más de 72,000 asesinados, para luego estampar firmas en lo que llamaron acuerdos de paz y repartirse el botín. Su gran y único acuerdo fue gozar de las mieles del poder por medio de la alternancia en la silla presidencial.
Establecieron un bipartidismo que les garantizó esa alternancia y aplicaron cerrojos para evitar que el pueblo trastocara sus intereses. Pusieron todas las instituciones a su servicio, sometiendo al pueblo a sus designios.
Por más de 30 años, los salvadoreños fuimos obligados a vivir con resignación, sin esperanza de cambio y sometidos a políticos corruptos que bailaron al son de los poderes fácticos. La seguridad, la economía, el empleo, la educación y la salud nunca fueron prioridades de los gobiernos areneros y efemelenistasn.
Es más, se aprovecharon de ello para llenar sus bolsillos, enriquecer aún más a sus financistas y dejar morir al pueblo. Agencias de seguridad se proliferaron como alternativa privada ante la criminalidad que ellos mismos provocaron y financiaron, mejor dicho siguen financiando, hasta llegar a vender armas de uso privativo de la Fuerza Armada y adiestrar a esos grupos delictivos en polígonos de tiro militares.
El luto de cada familia salvadoreña ha sido su ganancia manchada con sangre. Expertos en asesinar, desaparecer personas, secuestrar, extorsionar y robar, areneros y efemelenistas se mantuvieron en el poder, y ahora pretenden arrebatarlo de la misma forma. Han demostrado que tienen la billetera para hacerlo y personajes oscuros detrás de ellos.
Los recientes tres días de racha de asesinatos lo confirman, sin importarles el inmenso dolor que han causado. Todo con el fin de asestar golpes al Plan Control Territorial del presidente Nayib Bukele, y hacerle creer a la población que vivía mejor con ellos en el poder.
Como lacras ahora gritan a los cuatro vientos que el país vive una ola de inseguridad jamás vista, con la osadía de creer que el pueblo ha olvidado lo que sus gobiernos le heredaron al país. Ahora, como parte de sus languidecientes malabares políticos electoreros, ARENA se aleja de su hermano rojo y escuchamos a sus líderes espetar que en sus gobiernos no había inseguridad.
Por más amnesia que quieran proliferar, la historia de luto y dolor que nos han dejado no se puede borrar. Sus planes de seguridad fueron un rotundo fracaso. El Gobierno de ARENA instauró la Mano Dura en contra de los grupos criminales, dizque para «contener» la ola delictiva.
Los resultados: en 2003 hubo 2,326 asesinatos registrados por Medicina Legal; en 2004, fueron 2,933 los salvadoreños a los que se les arrebató la vida. Mientras que, en los años anteriores, el promedio era de 2,000. La tendencia fue al alza desde la aplicación de los «geniales» planes de la Mano Dura y luego con la Super Mano Dura. Y qué decir de los números de los dos gobiernos del FMLN.
La «tregua» instaurada por el prófugo Funes solo sirvió para que los grupos criminales se fortalecieran, recibieran dinero para comprar armas y drogas y dejaran de asesinarse entre ellos, pero al pueblo siguieron sangrándolo, desapareciéndolo y extorsionándolo.
Esa fue la política pública dirigida por el mismo ministro de Seguridad. En 2014-2015, el flamante Óscar Ortiz reconoció reiteradamente que el país atravesaba una grave crisis en materia de seguridad, y públicamente se puso al frente de las estrategias de contención, mientras el profe dormía. Los resultados: El Salvador fue calificado como el país más violento del mundo en 2015, con más de 6,600 asesinatos, con una tasa de 103 homicidios por cada 100,000 habitantes; y casi 3,000 desaparecidos.
Una simple búsqueda en Google nos presenta esa realidad histórica retratada por medios de comunicación nacionales e internacionales, e informes de Medicina Legal y de la Policía Nacional Civil.
Ahora los salvadoreños descubrimos que los «planes de seguridad» de ambos partidos políticos fueron una farsa. Simplemente se alternaron el poder y el uso de los grupos criminales, los cuales adiestraron, financiaron y fortalecieron. Cobardes.
Y contra esos grupos delictivos, promovidos por los intereses perversos y macabros de ARENA y el FMLN, es que este Gobierno, por medio de la Policía Nacional Civil acompañada por la Fuerza Armada, está peleando la buena batalla en favor de los salvadoreños honrados y trabajadores.
El presidente Bukele ha sido enfático al decir que esta guerra la vamos a ganar porque nos debemos solo al pueblo. Los castillos de arena pintados de rojo caerán.