En una proeza histórica, la humanidad ha logrado en muy poco tiempo crear las vacunas contra la COVID-19. Normalmente, el desarrollo de una vacuna eficiente contra una enfermedad es algo que puede llevar mucho tiempo, a veces años, o incluso no haber acabado de forma exitosa, como una vacuna contra el cáncer, a pesar de que se han invertido esfuerzos, fondos y otros recursos en la investigación.
Con la COVID-19, en cambio, hubo un esfuerzo combinado y también por separado de farmacéuticas en todo el mundo para encontrar una vacuna. Empresas y universidades se unieron para tener un mejor resultado, como el caso de la Universidad de Oxford y AstraZeneca. Pero también hubo esfuerzos netamente comerciales, como el caso de las farmacéuticas Pfizer (fundada por alemanes y afincada en Estados Unidos) y BioNTech (fundada en Alemania), que unieron sus grandes capacidades industriales con los avances tecnológicos. Además, hubo apuestas netamente nacionales contra la pandemia, como el caso de la Sputnik V, desarrollada por el Instituto Gamaleya, de Moscú, o la propuesta de China, la CoronaVac, creada por la empresa china Sinovac.
Para poner las vacunas a disposición del público tuvieron que pasar las fases de investigación y de pruebas, en las que tenían que demostrar su efectividad. Se requiere al menos una efectividad del 50 % para recibir autorización, cosa que todas estas —y otras desarrolladas— han logrado. Sin embargo, otros esfuerzos se han quedado en el camino.
Ahora bien, a la par de esta carrera por desarrollar la vacuna para enfrentar la pandemia también existe otra para determinar cuál es la mejor. No solo es un tema nacionalista («este país tiene los mejores científicos, los mejores laboratorios, las mejores farmacéuticas…»), sino también comercial, dado que la venta de la vacuna ya genera increíbles ingresos.
También está el tema geopolítico. Europa rechaza las vacunas de Rusia y de China, las cuales han buscado mercado en naciones en desarrollo, algunas de América Latina. Incluso, las luchas que hay entre fabricantes de una misma región han llegado a los extremos de generalizar resultados particulares sobre algunos riesgos, como el provocar trombosis en pacientes que han recibido la vacuna de AstraZeneca por parte de Alemania, que tiene a sus empresas produciendo vacunas.
Lo mejor es que ya tenemos la vacuna, ha empezado a llegar y a administrarse al personal de primera línea. Todo ese ruido en las redes contra la vacuna de AstraZeneca viene de la ignorancia. El único riesgo al recibir la vacuna es el mismo que existe con cualquier fármaco. Estamos viviendo como humanidad una lucha por la vida. No podemos ponernos del lado equivocado.