Los insectos son los organismos más abundantes en el mundo, representan más del 60 % de toda la diversidad de especies clasificadas, están presentes en la tierra desde épocas prehistóricas, conquistando todos los rincones de la tierra desde entonces, además de que fueron los primeros organismos que pudieron desplazarse a través del vuelo. Gracias a su fisiología particular, los insectos son ampliamente adaptables a los cambios drásticos que se generan en el entorno.
Los insectos son tan abundantes que a ocho metros a la redonda donde nos encontremos en tierra, encontraremos un insecto cerca de nosotros, y esto es debido a sus múltiples cualidades, ya sea por tamaño, hábitat o ecología particular que pueden poseer, a veces tan pequeños que pasan desapercibidos para el ojo humano, y otras tan molestos que los consideramos plaga porque compiten directamente por nuestros recursos, como algunos insectos en nuestros sistemas agrícolas.
Así como existen insectos que afectan directamente nuestros recursos, existen otros que nos dan servicios ecosistémicos de gran valor, como las abejas y moscas, que polinizan gran porcentaje de nuestros alimentos cultivados, o bien funcionan como barredoras de toda materia orgánica; sin este servicio, nuestro entorno estaría acumulando diferente material orgánico descompuesto.
Últimamente la comunidad científica encargada del estudio de los insectos ha evaluado y levantado la alerta preocupante que las poblaciones de insectos están disminuyendo considerablemente, reduciendo su densidad poblacional a un ritmo tan acelerado que puede desestabilizar las redes tróficas y, por ende, la salud de los sistemas naturales, y es que perder a los organismos más abundantes, con más servicios ecosistémicos y roles ecológicos ponen en riesgo incluso la existencia de las demás especies, ya que son especies que sirven como alimento para otras y al reducir la cantidad de alimento disponible aumenta la competitividad por el recurso.
El desequilibrio en las redes tróficas no solo representa un problema para la naturaleza, ya que es un sistema del que todos dependemos, los humanos no somos la excepción, y es que perder diversidad biológica, no solo aumenta la posibilidad del surgimiento de nuevas enfermedades zoonóticas, sino que también pone en riesgo el perder la fauna y flora locales, debido que desaparecen polinizadores o dispersores de semillas específicos para ciertas especies de plantas que establecen una simbiosis con los insectos. Asimismo, posibilita la presencia y expansión de especies plaga, ya que los depredadores y controladores bilógicos se ven reducidos.
El cambio climático es otra de las grandes amenazas que afectan la diversidad de insectos, ya que los cambios de temperatura obligan a ciertas especies a migrar hacia zonas de mejores condiciones climáticas, sumando a ello, el uso excesivo de agroquímicos, de insecticidas y de la gran presencia de monocultivos, la alta contaminación lumínica, contaminación líquida en cuerpos de agua, de desechos sólidos y del aire son factores que causan una alta mortalidad de especies no solo plaga, sino de especies con servicios ecosistémicos positivos.
A pesar de la gran importancia que los insectos poseen como base en las redes tróficas de nuestra naturaleza, estos pasan desapercibidos en evaluaciones de impacto ambiental, en las que predominan y se prioriza fauna mediana y mayor, además son los organismos con menor cantidad de registros nacionales comparados con el potencial de su diversidad, así como sus servicios ecosistémicos no son del todo valorados en estudios de manejo de áreas naturales protegidas. Es importante que visualicemos programas de protección, así como que los de biodiversidad incluyan a este importante grupo de nuestro entorno.