Belleza y energía. Además de ser agua, nuestro cuerpo es química y energía: en la juventud nuestras células están «cargadas» y llenas de vida, generan una textura, un tono y una luminosidad perfectas. A medida que maduramos, esta bioenergía comienza a disminuir de forma natural, afectando la tersura, la uniformidad y la luz del rostro, además de dar lugar a las famosas líneas de expresión. De este modo, como verás, la edad percibida de la piel depende, no solo de las arrugas, sino del conjunto. Un aspecto saludable, homogéneo y con un brillo perlado que irradia frescura es la clave de una nueva juventud, así que ese es el nuevo objetivo.
Los mensajes de tu piel. Agentes como el estrés, la alimentación, los rayos ultravioleta (UV) y la contaminación contribuyen a acelerar el desgaste de la energía celular. Protege tu piel de ellos y la ayudarás a mantenerse joven más tiempo. Algunos de esos mensajes son:
Piel con manchas. La exposición y el abuso de los rayos del sol hacen que los melanocitos (las células que producen el pigmento de nuestra piel) aumenten su actividad, y eso se traduce en el aparecimiento de las manchas en la piel. Es necesario protegerse con un protector solar con un factor mayor a 35 y reaplicarlo cada cuatro horas.
Piel apagada o sin vida. La falta de hidratación y el aumento del estrés hacen que la piel se vea sin vida o apagada, es por eso que se recomienda tomar dos litros de agua al día, dormir de 7 a 8 horas diarias, hacer actividad física y comer sano y variado. Se pueden hacer tratamientos enfocados para revitalizar la piel: limpieza facial profunda, mascarillas hidratantes, entre otros.
Pérdida de luminosidad. Aparece cuando las capas más profundas de la piel pierden su claridad y dejan de reflejar la luz de forma adecuada. Lo ideal es utilizar productos con ingredientes activos que reenergicen las células de tu piel (retinol, vitamina C), así como también procedimientos como microagujas («microneedling») con baño con micronutrientes y láser fraccionado.
Piel sensible. La observamos en enfermedades como rosácea y en dermatitis seborreica. Las crisis de estas enfermedades pueden ser desencadenadas por climas extremos: exceso de calor o frío, consumo de alcohol o de alimentos muy picantes y el estrés. Es importante que evaluemos la piel para determinar el mejor tratamiento para evitar las crisis y ayudar a la calidad de vida.
Piel grasa con imperfecciones. Piel con acné y sus secuelas pueden estar presentes en adolescentes, jóvenes y adultos. Es necesaria una evaluación para ofrecer tratamientos específicos y limitar al mínimo sus secuelas (cicatriz y manchas). Comenzamos desde lo más básico: una limpieza facial profunda que incluye microdermoabrasión y «peelings» suaves.
El término «piel normal» no existe, es un ideal al que todos debemos aspirar; por eso es importante cuidar la piel y consultar a los especialistas, para brindarte la mejor asesoría y tratamientos según tus necesidades específicas.