En México, se hablan cerca de 68 lenguas indígenas —con sus respectivas variantes— correspondientes a 11 familias lingüísticas: álgica, yuto-nahua, cochimí-yumana, seri, oto-mangue, maya, totonaco-tepehua, tarasca, mixe-zoque, chontal de Oaxaca y huave. Debido a estos datos numéricos, México se encuentra dentro de los 11 países con más lenguas vivas en su territorio. No obstante, solo 6.5 % habla alguna de ellas. De esta manera, según la reconocida lingüista y activista Yásnaya Aguilar, en tan solo 200 años se redujo 10 veces el porcentaje de población que dominaba algún idioma originario.
Lo anterior ha sido causado por el concepto de Estado-nación. Este modelo de gobierno homogeniza a toda la población de un territorio por medio de símbolos que representen un único país: la bandera, el himno y la lengua. En ese sentido, México, como Estado-nación, desplazó muchas lenguas originarias por el prestigio y la imposición que representó (y representa) el español: se ha mantenido una enseñanza elemental monolingüe y se ha incurrido tanto a la discriminación como al hostigamiento físico hacia la gente que habla lenguas indígenas. Todo esto ha sucedido a pesar de que la Constitución, en el artículo 2, la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas y los Acuerdos de San Andrés Larraínzar buscaron establecer el respeto y la difusión de la heterogeneidad lingüística en México como parte la interculturalidad.
Así como las mujeres del Women’s Liberation Movement mantenían que lo personal es político, Yásnaya Aguilar advierte que «en un contexto así, todo acto lingüístico se convierte en un acto político», puesto que las lenguas no oficiales desafían la idea de identidad nacional, o sea, de naciones homogéneas. Así, hablar en maya, escribir/leer poesía en mixe, generar música en tzotzil, enseñar matemáticas en mazahua, traducir las leyes en náhuatl, doblar programas de televisión en triqui, entre otras, se vuelven actos de lucha y resistencia. Esto lo reitera Ruperta Bautista, escritora maya-tzotzil, cuando analiza la importancia de las manifestaciones culturales y artísticas en tzotzil en Chiapas desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Por ejemplo, la antología poética Palabra conjurada. Cinco voces, cinco cantos o el grupo de rock Sak Tzevul, ambos proyectos en tzotzil, confrontaron la creencia de los mexicanos dueños de la cultura de que «los indígenas [no] fueran aptos de tener talento para dicha manifestación».
En ese sentido, la reforma al artículo segundo de la Constitución de México, decretada el 18 de noviembre de 2020, es un gran avance en términos tanto legales como lingüísticos. Esto se debe a que el Estado reconocerá las lenguas indígenas como nacionales, para que alternen «en igualdad con el español en todos los espacios públicos y privados» («La Jornada», 4 de noviembre de 2020). De este modo, ya no solo se velará por la preservación y el enriquecimiento de las lenguas indígenas desde las comunidades autónomas, sino también desde el Estado mexicano. Asimismo, se buscará que en las instituciones gubernamentales haya gente —más allá de los traductores— que domine estos idiomas, para facilitar a las comunidades indígenas la aplicación de la justicia y de los derechos básicos que los protejan y reconozcan.
Gobierno de vanguardia
En el pasado, los políticos aseguraban que eran «de vanguardia» cuando se identificaban con cierta vertiente ideológica, usualmente a la...