En el corazón de la Ciudad de la Imagen de Madrid, en las entrañas de un proyector que recuerda a una época pasada, la bobina de 35 mm desfila por un haz de luz que la escanea fotograma a fotograma, para transformarla en un archivo digital y poder restaurarla.
En el mundo del cine siempre ha habido «un problema grave, y es que el productor, cuando acaba una película, la deja en el laboratorio, o en los almacenes, y normalmente se olvida de la película durante años», facilitando su deterioro, explica a AFP Enrique Cerezo, propietario de la plataforma de «streaming» española FlixOlé.
En muchos casos, la cinta acaba impregnada de «una especie de vinagre que la hace prácticamente inútil para poder recuperarla», además de otras «enfermedades, entre comillas», añade Cerezo, uno de los grandes productores del cine español y presidente del club de fútbol Atlético de Madrid.
Una vez que el filme ha sido escaneado, empieza el proceso de embellecimiento, en la penumbra de los laboratorios de FlixOlé y la distribuidora Mercury Films.
En busca del negativo
Antes, sin embargo, hay una labor detectivesca para encontrar el negativo de la película, la joya de la corona, o, en su defecto, alguna de las copias subsiguientes –el interpositivo, el internegativo, o los copiones, por este orden– que pueden estar perdidos por medio mundo, narra Sophie de Mac Mahon, consejera delegada de FlixOlé.
Es una tarea que puede llevar a varios países, «una labor muy larga, una labor que no es tanto de laboratorio, pero que es un trabajo muy importante de investigación», explica De Mac Mahon.
Una vez se tiene la copia digital del filme, empieza el etalonaje. Aquí se trabaja plano a plano, fotograma a fotograma, con un programa informático, corrigiendo color, luz y contraste para darle al film la sintonía que pretendía el director.
«El etalonaje sería lo que al final definiríamos como la estética de la película», resume Aarón Ortega, portavoz de FlixOlé.
El tercer paso es lo que llaman restauración propiamente, donde, de nuevo, se trabaja a fotograma para eliminar puntos, rayas, quiebres o los efectos del moho.
El resultado final es en resolución 4K, mucho más alta que la alta definición de los televisores, y hace que la película «se pueda ver en las condiciones de imagen que ni siquiera en su estreno se pudieron ver», añade Ortega.
El proceso total puede durar al menos una semana y a veces mucho más, dependiendo del estado de la película.
«Recuperar, preparar, restaurar constantemente»
En el momento que AFP visita el laboratorio, se está restaurando la película argentina «La Patagonia rebelde» (1974) y el western italiano «Desafío en Río Bravo» (1964), pero por estos laboratorios han pasado «Viridiana» (Luis Buñuel, 1961) «El verdugo» (Luis García Berlanga, 1963), «Los santos inocentes» (Mario Camus, 1984) o «El espíritu de la colmena» (Víctor Erice, 1973).
Las películas restauradas tienen cada vez más cabida en las secciones clásicas de festivales de cine, como el de Berlín, que en su última edición proyectó «Deprisa, deprisa», la contribución del director Carlos Saura al género «quinqui», los filmes españoles sobre pequeños delincuentes de barrio de los años 70 y 80.
Y en el Festival de cine de San Sebastián en curso, el lunes se proyecta la versión restaurada de «Surcos», un clásico español de 1951.
FlixOlé es propietaria de miles de películas, entre cortometrajes, largometrajes, y documentales, y posiblemente «el tiempo no permitirá» restaurarlo todo, explica Sophie de Mac Mahon.
Pero «lo más importante es estar allí, recuperar, preparar (…) restaurar de forma constante», y, sobre todo, «conservar todos estos negativos, que estén en un sitio que no se puedan estropear, que no se puedan perder».