Una larga tradición de intolerancia y abuso, reflejo de las actitudes personales en el tráfico vehicular, requiere no solamente la acción de la ley.
El Legislativo ya hizo su parte, el Ejecutivo se apresta a la ejecución coercitiva y orientativa a la población. Ahora nos toca a los ciudadanos colaborar para cambiar ese paradigma de que el más vivo y prepotente tiene la razón y el derecho.
Un ejemplo del imperio del orden y la ley lo comentan los connacionales que se van a residir a Estados Unidos. Allí se obedecen las normas de tránsito, como el paso peatonal en los lugares indicados, la velocidad de los automotores o la ingesta de bebidas alcohólicas mientras se conduce. Por cualquiera de estas causas puede ser amonestado, encarcelado y hasta deportado.
En nuestro país esto del irrespeto a las leyes de tránsito es parte de la cultura de impunidad que hemos vivido desde hace muchos años, y el ejemplo, sin lugar a duda, ha iniciado con los que detentan el poder político y económico.
Otro elemento perturbador en la vida social es el conflicto armado y las pandillas, cuyas secuelas de miedo e irrespeto a los valores de convivencia armónica afectaron el tejido social, y con ello los valores de respeto y empatía.
Comprensibles desde esa perspectiva algunas actitudes y reacciones actuales, pero no para la época que estamos remontando. Hemos entrado en una nueva dimensión de convivencia social que debemos aprovechar para cambiar el paradigma del «más vivo e irrespetuoso» es el campeón.
El que tiene el vehículo más grande y potente agrede al pequeño. El más «buzo» llega primero. «¡Yo me paro donde me da la gana! ¡Y qué!» «Las leyes están hechas para violarlas». Y muchas frases acuñadas para justificar una actitud irrespetuosa al derecho del otro.
¡Ya basta!
Tenemos que trabajar sobre ese ego colectivo del machismo y la prepotencia. Se está construyendo otro país, abierto al mundo; miles de turistas están escogiendo a El Salvador como destino, eso trae inversión, empleo, riqueza y, de alguna manera, todos somos beneficiarios. Hagamos también nuestra parte. La aplicación de las normas es para los que no entienden con palabras.
Es momento de unir esfuerzos para que el impulso inicial de la normativa sea efectivo y propicie el cambio que se espera. Qué bien por el Viceministerio de Transporte, por impulsar junto al Mined la educación vial. Necesariamente los bachilleratos y las universidades son prioridad. Debería también la Asociación Nacional de la Empresa Privada y la Asociación Salvadoreña de Industriales, ANEP y ASI, estimular el conocimiento de la ley a los empresarios, y estos a su personal. Complementar con formas de comportarse y conducir para evitar accidentes y reducir costos por ellos. Insaforp puede ayudar en ese objetivo.
El esfuerzo debe llegar a las alcaldías, las ONG y las Adesco, comenzando con sus integrantes y luego divulgar a la población. Ofrecer formas y actitudes de conducción amigable, respetuosa. Las iglesias deben impulsar el orden y la convivencia armónica de acuerdo con su doctrina.
¿Y el ciudadano común y corriente qué debe hacer? Respetar la ley. El peatón debe respetar las señales, conducirse por donde está indicado, usar las aceras, las pasarelas. Los vecinos ejercen presión para aquellos que en el vecindario creen que la calle es de ellos y, por lo tanto, hacer lo que quieran. Estas normas de tránsito y tráfico nos afectan a todos en alguna medida.
Sin duda, es una oportunidad histórica para cambiar de actitud, ahorrar gastos que un accidente implica en salud, reparación automotriz, y, sobre todo, acabar con el dolor y la muerte que las malas prácticas propician.