Meses atrás escribí un artículo en el que destacaba la necesidad de que el Gobierno Central construya un estadio del pueblo y para el pueblo, sabedor de la iniciativa desde ya existente de la construcción del Estadio El Salvador.
Las motivaciones para ahora escribir estas líneas las fundamento en hechos históricos que lamentablemente como país no hemos aún avanzado, pues este tipo de situaciones las vivimos en 2008, cuando en un partido de selecciones de fútbol El Salvador contra México —para una eliminatoria mundialista— siendo presidente de la Federación de Fútbol el señor Rodrigo Calvo, se señaló por parte de la afición salvadoreña de una sobreventa, por lo que muchos aficionados no lograron entrar a ver dicho encuentro deportivo, y por la misma razón fue citado dicho personaje al seno de la comisión de juventud, cultura y deportes de la Asamblea Legislativa.
No vamos en ningún momento a culpar a los aficionados, pues en todo caso solo atienden el llamado que les hace cada equipo a que les apoyen en sus encuentros deportivos, pero sí se debe ver en todo su contexto lo ocurrido el pasado fin de semana en el estadio Cuscatlán, el cual al parecer ya perdió su carácter como tal, pues sus dueños, es decir, Edessa, de C.V., por el hecho de ser privado está más orientado para eventos artísticos, y qué bueno que mejor lo dediquen a ese rubro, pues para suplir la necesidad de un verdadero estadio digno y representativo de los salvadoreños ya el Gobierno realiza fuertes inversiones en la construcción del Estadio El Salvador, reconstrucción del estadio Mágico González, además del mejoramiento de la infraestructura deportiva a escala nacional.
El estadio Cuscatlán, otrora el mejor de Centroamérica, se quedó durmiendo en el tiempo, y hechos como el reciente dejan al claro varias cosas, entre las que puedo mencionar que sus vías de escape ante una eventualidad no son suficientes considerando que vivimos en un país altamente sísmico, por otra parte, no poseen vías para agilizar las evacuaciones de heridos o golpeados, a diferencia de estadios como el Óscar Quiteño de la ciudad de Santa Ana, que en diferentes eventos mantiene vehículos de cuerpos de socorro y fácilmente pueden evacuar a potenciales víctimas; por otra parte, se puede evidenciar producto de las declaraciones de los mismos aficionados del Club Alianza quienes responsabilizan a la directiva de dicho club y organizadores por no abrir portones y por sobreventa de boletos, cosas que serán las autoridades respectivas las encargadas de dirimir la realidad de los hechos.
Por ahora nos toca llorar a 12 salvadoreños (según cifras oficiales a este momento), quienes lo único que buscaban era apoyar a su equipo; debo admitir como santaneco que quienes fallecieron son nuestros hermanos salvadoreños y lo más triste es que a escala internacional el caso se desbordó en términos mediáticos, y por ende se ve la solidaridad de equipos grandes de otras latitudes, pero además se evidencia falta de capacidad organizativa para el montaje de eventos deportivos de gran magnitud por parte de los encargados.
No se vale responsabilizar ni a la Policía Nacional Civil ni a autoridades del Gobierno, pues se escuchan voces disonantes de los carroñeros, quienes pretenden utilizar el evento para culpar a las autoridades, cuando la responsabilidad va en otro sentido. Esperemos.
Por ahora toca levantar la cabeza y ver hacia adelante, contando con el liderazgo del presidente Bukele y su gabinete, quien desde el primer momento se pone al frente de la situación para salvaguardar la vida e integridad de la población, como debe ser un presidente no ausente, no como en el pasado, que ante las eventualidades vacacionaban en la Perla del Caribe y el pueblo hundiéndose y sangrando por los fenómenos que nos aquejaban.
Como pueblo salvadoreño es importante considerar y estar a la expectativa de lo que va a ocurrir con nuestro deporte rey y que se ponga orden, pues se sabe que las federaciones siempre han tenido un «desorden bien organizado».