Un amigo la semana anterior me efectuó una pregunta, para lo cual, de manera directa y sin rodeos, me dijo: y vos tanto que hablás de las víctimas en las entrevistas, que te han asaltado o algo, yo siento que siempre metés ese tema… Y por supuesto que continuó por unos segundos más efectuando comentarios en el sentido que, según él, a mí me ha sucedido algo, y no lo quiero decir.
La criminología, desde sus orígenes, centró y fundamentó sus estudios y razón principal en el delincuente, puso al centro base de sus teorías e hipótesis de manera unilateral quién es el autor del delito; cómo son sus rasgos, su nivel de peligrosidad y agresividad; qué lo llevó a delinquir; por qué, y muchas más interrogantes, pero en todas sus teorías, tratados, compendios, investigaciones, libros y otros, la víctima del delito había sido invisible, nunca fue considerada; es más, en mi opinión, era marginada, excluida y, de ser posible, ocultada.
La victimología en el ámbito de los estudios criminológicos es una disciplina relativamente reciente y nos expone la otra cara que muchos no quieren ver en la violencia, y son las personas, los ciudadanos que sufren un delito y sus consecuencias.
La palabra «víctima» proviene del latín «victus», que significa «vencido» y que está destinado al sacrificio, de origen religioso, y que identificaba a un animal que era sacrificado a los dioses. Y el «victimarius» era el nombre asignado al verdugo encargado de matar al animal, y en algunos países, a humanos, de allí que en la actualidad y en español se le denomina «victimario». Con el pasar del tiempo ya no solo se aplicó a los animales inmolados, sino también a los que sufrían accidentes, torturas, agresiones, incluso se ha llegado a pensar que la sociedad está libre de culpas de la denominada víctima.
Sin lugar a duda la victimología es una disciplina dentro de la criminología que está incipiente en Latinoamérica, algunos países tienen significativos avances. Pero los cursos especializados, diplomados, maestrías son escasos y en muchas ocasiones no reúnen el mínimo de participantes. Pero los cursos de perfilación criminal y análisis geográfico sobre el delincuente siempre están llenos. No hay semana en Latinoamérica que no se inicien cursos sobre los delincuentes.
Existe un pleno desconocimiento de la víctima del delito, de sus problemáticas, de sus sufrimientos y de sus padecimientos desde el momento mismo que es víctima de cualquier delito, cuando enfrenta al delincuente y, sobre todo, el proceso ante las instituciones del sector justicia y la sociedad que la revictimizan. La víctima, con su denuncia, es clave y vital en la reacción del sistema de justicia y para el control social porque evita nuevas víctimas. Pero a los Estados tradicionalmente solo les interesa la «víctima testigo» porque puede obtener información y ser testigo contra los delincuentes.
Si hay algo que El Salvador necesita es hacer un giro como Estado en favor y beneficio de las víctimas, por lo que debe facilitarse el acceso a programas de formación de todos los funcionarios del sistema de justicia, Fuerza Armada, asociaciones y gremiales de abogados, personal forense, organizaciones sin fines de lucro y a la población para que conozca de prevención, y, si es víctima, sus derechos. Se requiere de los operadores del sector justicia el estudio científico de las víctimas de delito, pero sobre todo en sensibilización y empatía.
Mi mayor aspiración es que se erradique la revictimización, ya que los ciudadanos no debemos resignarnos a «ser vencidos», ni mucho menos recibir un trato de vencido ni de sacrificio. Debemos luchar por que en El Salvador haya menos víctimas.