El conflicto armado fue la expresión más determinante del uso de la violencia para propósitos políticos. Los cinco grupos armados que terminaron por crear el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) comenzaron como organizaciones políticas y se armaron para evitar ser exterminadas por los escuadrones de la muerte. Lo paradójico es que décadas después son aliados de sus verdugos.
Fueron las balas, la sangre y la muerte el motor para defender ciertas ideas en contra de otras. No eran argumentos los que definían la victoria, sino la estrategia militar y los recursos bélicos para ejecutarla. Tras la firma de los Acuerdos de Paz, la política se convirtió en una extensión de esa guerra por el poder, de modo que nunca se desmontaron las estructuras violentas. A lo largo de los años, con cada elección se reportaron diferentes incidentes violentos vinculados a la política.
En 2006, en momentos en que los ahora aliados ARENA-FMLN eran rivales, la tensión llegó a tal nivel que desde las filas de organizaciones acuerpadas por el FMLN dispararon con armas de grueso calibre a los antimotines enviados por el gobierno de Antonio Saca. Mario Belloso, el tirador, era un cuadro destacado de la Brigada Limón, grupo de choque que inició como muralista y equipo para la pinta y pega de propaganda electoral, pero en esa ocasión se convirtió en el asesino de dos policías.
En una sociedad de posguerra, «marcar el territorio» con la propaganda era la forma de reafirmar el control en barrios y colonias del país. Eso implicaba impedir que el adversario pusiera su propaganda o eliminarla. Hubo verdaderas batallas entre brigadas adversarias para definir quién manchaba tal o cual pared.
La prohibición de la pinta y pega no desactivó las brigadas electorales, que ahora se dedican a poner carteles y pendones de sus partidos en postes y viviendas, y, de paso, a quitar o destruir el material de la competencia.
Las redes sociales ahora se han convertido en un nuevo campo de batalla de los políticos en contienda. Y ahí, como en el mundo real, también hay violencia por parte de los políticos tradicionales, quienes mantienen una vergonzosa alianza en contra de la nueva fuerza política.
Como sociedad, debemos aspirar a tener un mejor país, a superar los métodos arcaicos de practicar la política y a buscar el desarrollo de la nación. El pueblo salvadoreño merece vivir en paz. El esfuerzo coordinado de la Policía y de la Fuerza Armada en el Plan Control Territorial nos ha demostrado que podemos bajar drásticamente los índices de los homicidios.
La historia ha cambiado, y lo hará aún más. Todos podemos contribuir para dejar atrás el pasado y construir un mejor futuro.