La primera vez que una mujer lo contactó para decirle que había descubierto en su desván unas cartas centenarias escritas por el padre de Adolf Hitler, el historiador austríaco Roman Sandgruber se mostró prudente, como cabía esperar.
«Al principio, era más bien escéptico: sabemos muy poco de la juventud» del Führer «y menos aún de su padre», declara a la AFP este especialista, que esperaba encontrarse con un hallazgo disparatado.
Sin embargo, la correspondencia amarillenta resultó ser auténtica: caligrafía cuidada, sellos de época, firma tristemente célebre y hasta sellos de cera intactos … las 31 cartas eran de Alois Hitler.
Esto permitió al profesor universitario de 74 años escribir la primera biografía del patriarca, nacido en 1837 y fallecido en 1903, cuando Adolf tenía 14 años.
El libro fue publicado en alemán el 22 de febrero. Todo un acontecimiento: a día de hoy estas cartas son unas de las pocas conocidas del padre del dictador, que tuvo ocho hijos de tres matrimonios.
Las escribió durante el imperio austrohúngaro para un tal Josef Radlegger, empleado de Puentes y Calzadas. Quería comprarle una granja en un pueblo de Alta Austria (norte) en 1895, seis años después del nacimiento de Adolf.
Madre «emancipada»
«Hay una atmósfera muy familiar entre los dos, se cuentan muchos chismes», explica Sandgruber en la biblioteca universitaria de la ciudad de Linz.
Se sabía que Alois, nacido fuera del matrimonio, era un «cabeza de familia tiránico» pero la correspondencia arroja luz sobre «una vida familiar no siempre desagradable».
También dan una imagen diferente de la madre Klara, a quien Adolf Hitler describía como una tranquila «ama de casa» en su libro «Mein Kampf».
«A mi esposa le gusta estar activa y muestra un cierto entusiasmo, así como un buen conocimiento de las cosas económicas», escribe Alois Hitler a su socio comercial.
Klara, una de las pocas personas que no ha sufrido la ira de Alois, aparece en sus cartas como «una mujer profundamente emancipada, como diríamos hoy», según Roman Sandgruber.
Las huellas dejadas por el funcionario de aduanas también dan fe de su ascenso social y su ansia de ganarse respeto a nivel local, que pasa por poseer tierras.
El investigador se guarda de comparar Alois con su hijo pero les ve algo en común: son «autodidactas» reivindicados.
«Ambos despreciaban a los que habían recibido una escolaridad formal: académicos, notarios, jueces y más tarde incluso a los oficiales militares», afirma, y se consideraban «genios».
Roman Sandgruber es más prudente sobre las raíces del antisemitismo de Adolf Hitler: se han encontrado comentarios de odio del padre hacia los judíos más tarde en su vida, pero el historiador menciona más bien la influencia sobre el futuro dictador nazi del racismo extendido en la sociedad austriaca.
Gracias a unas obras
Todo esto nunca se hubiera sabido sin unas obras de aislamiento térmico. Hace unos años una austriaca, lejos de sospechar lo que había bajo su tejado, decide aislar el desván y para eso lo vacía.
Annelise Smigielski sabía que su tatarabuelo, Josef Radlegger, había vendido bienes a Alois Hitler, pero no pensó que se encontraría con su escritura, en medio de un montón de cartas que habían caído en el olvido hacía lustros.
Pronto le pareció que el padre Hitler «se enfadaba por todo», dijo a la AFP, y agregó que la escritura era difícil de descifrar.
Como conocía las investigaciones de Roman Sandgruber consideró que era mejor confiarle estos archivos en 2017.
Ambos están sorprendidos con la atención internacional que despierta el libro, desde Perú hasta China.
Smigielski dice sentirse abrumada por las solicitudes de los periodistas. Tiene la impresión de ser «un conejo cegado por la luz de los faros». «Pero bueno, se calmará», espera.