¿Qué limita al ser humano? ¿Los factores exógenos a sí mismo?, ¿el temor a su propia incapacidad?, ¿escuchar demasiado la voz exterior, más que la suya? La verdad es que la persona se limita cuando no es capaz de reconocer su propia capacidad intelectiva, volitiva y espiritual; poniéndose un muro irreal ante las circunstancias de la vida y llevando esto a la palestra política, cuando un gobierno escucha demasiado las críticas del opositor, puede empezar una frustración innecesaria.
Esto mismo dicho con anterioridad, puede pasarle a un país que busca su verdadera emancipación del pasado y de las prácticas corruptas de ese ayer. Es por ello que la nueva administración del Estado, es decir, el nuevo gobierno, tiene en sus manos la posibilidad de una verdadera independencia, una emancipación y una creación de condiciones para una vida digna del pueblo salvadoreño. Pero esto no puede lograrse si como lo expresó Edward Kennedy: «En política, como en matemáticas, todo lo que no es totalmente correcto, está mal».
Por supuesto, esto no es posible, si la nueva administración no deja de oír las voces externas que critican su trabajo y limitan la espontaneidad del servicio. Ciertamente, en el gabinete de Gobierno hay varias personas jóvenes con poco recorrido en la vida política y pública; pero poseen, ante todo, una virtud de servicio y de deseo de una mejor forma de vida para el pueblo (condición más importante que cualquier otra para gobernar).
Es ante lo dicho con antelación que se necesita indudablemente continuar el estilo de hacer gobierno, sin escuchar demasiado la voz exterior. Es de reconocer que la frustración nace cuando se obvia la propia voz y se escucha demasiado la voz del otro. Ahí se rompe el criterio natural de seguir la consciencia; siendo esto lo que realmente limita el buen trabajo estatal.
Por ende, es necesario dejar atrás todo vínculo con el pasado, si se quiere iniciar con la nueva república. No se trata solo de reformas constitucionales o de ley (necesarias de hecho), sino ante todo comenzar un camino en el que el pasado injusto quede atrás, y donde la nueva administración pública comience a abrir veredas de innovación, democracia verdadera y visión de país.
Así pues, dejar de escuchar las voces de ese pasado será la gran oportunidad de encontrar dentro de sí la propia visión; el inicio del despertar político, social y económico de El Salvador. Para ello, la primera interrogante que ha de dilucidarse es ¿qué limita al ser humano y, por tal, al nuevo gobierno? Sin duda alguna, el temor a equivocarse, pero debe reconocer esta nueva administración que cuando hay deseo de servir y de mejorar la calidad de vida del pueblo las equivocaciones no serán limitaciones, sino al contrario, patrones de crecimiento y evolución, hacia una verdadera república.
De tal suerte que esta es la gran oportunidad, tanto para el Gobierno como para la población en general, de tomar en sus manos las riendas de la existencia social y política, y que comience un rumbo donde no se escuche el pasado irreverente y se encamine, como ya se está haciendo, a un nuevo destino, donde las mayorías puedan ver en su diario vivir un cambio en el mejoramiento de su vida y la esperanza para las nuevas generaciones.
Tal como dijo el maestro Giuseppe Mazzini: «El verdadero progreso radica en el factor moral». Cualquier gobierno que tiene como estandarte el rompimiento con el pasado en pos de una nueva moral, donde las personas sean felices y sin yugos, es, sin duda, representante del progreso y la medición ineludible de un futuro, donde el éxito de la nueva administración dependa de la confianza que se deposite en el soberano, es decir, el pueblo salvadoreño.