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Carlos Cordero, Académico e investigador en diseño/ Artículos de historia y simbolismo/ Undécima entrega
Corría el año 304 d.C. cuando una joven de nombre Eulalia se presenta al prefecto romano Daciano en la ciudad de Augusta Emérita en Hispania -hoy día la ciudad de Mérida en España- para protestar por la persecución de los cristianos ordenada por el emperador Diocleciano. Ante la negativa de aceptar los cultos paganos, Eulalia es sometida al martirio, de donde surge posteriormente la leyenda de Santa Eulalia y cuyas reliquias constituirán los cimientos de la fe cristiana en la península Ibérica.
Es del tema de las reliquias que, la Fundación Santa María la Real llevó a cabo el pasado 22 al 24 de abril el congreso, La claves del románico (XXIII edición): Románico y reliquias. Arte devoción y fetichismo, que se desarrolló en Aguilar de Campoo (Palencia, España); evento que contó con destacados académicos en historia medieval. Dentro de estos profesionales podemos citar en primer lugar a Isidro Bango Torviso de la Universidad Autónoma de Madrid, quien expuso que la reliquia es todo aquello que venera un cristiano, sea esta, el cuerpo o parte de un mártir o santo, así como, objetos relacionados con estos personajes santos o el espacio (vivienda, martirio o entierro) donde se erigirá un sitio de culto. De igual forma, el sacerdote e historiador Miguel C. Vivancos dijo que una reliquia es el cuerpo entero o cualquiera de sus partes de alguien venerado como santo por la Iglesia. Estos pedazos podían ser, una cabeza, un brazo, un dedo, una uña, un diente, un cabello; partes que se usaban para consagrar un altar y que se guardaban en depósitos llamados lipsanotecas y es que, según el Concilio de Cartago del 410 d.C. todos los altares deberían de contener reliquias.
Según Bango Torviso, las primeras reliquias en la historia cristiana las encontramos con Policarpo de Esmirna, quien murió en la hoguera en el 155 d.C., a lo que agrega que, las reliquias ayudaban a aumentar la fe y la devoción de los fieles, sin embargo no se debía de caer en el error de que las reliquias debían ser veneradas en sí mismas, sino que, según San Jerónimo, «no adoramos las reliquias de los mártires, sino que a través de ellas adoramos a Aquel (Dios) por quien fueron mártires» Ad Riparium I, P.L. XXII, 907.
No obstante, en torno a las reliquias y sus santuarios se generó toda una economía, desde limosnas de los peregrinos, hasta la compra de recuerdos en la periferia de estos lugares de culto; por otro lado, generaba un prestigio social en la Edad Media que una iglesia o localidad tuviera reliquias, y esto daba poder dentro del estado feudal y en el organigrama eclesiástico.
Es por lo anterior, que en el afán de poseer más reliquias se producían situaciones fraudulentas como el comercio de los cuerpos de los santos, y es que, desde la época del emperador Teodosio en el siglo IV d.C., se hizo necesario prohibir el despedazamiento de los restos de los mártires.
Es en esta época específicamente en el tiempo de las Cruzadas que, los caballeros traían consigo diversos objetos de la Tierra Santa, como los mandylias, o sindones, conocidos también como sábanas santas.
Continuando, el expositor José Alberto Moráis mencionó que, en el deseo de conseguir reliquias hizo que se diera el Pío Latrocinio o robo sagrado, como el que llevó a cabo Diego Gelmírez, primer Arzobispo de Santiago de Compostela y quien hurtó de la iglesia de Braga en Portugal, los restos de San Fructuoso, San Cucufate, San Silvestre y Santa Susana.
Vivanco mencionó además que, al consagrar una iglesia se hacía una lápida que describía el tipo de reliquia que contenía, cruore Domini, pale Domini, cruce Domini, sepulcro Domini, entre otras, siendo las relacionadas con la vida de cristo las más famosas.
Por otro lado, las reliquias tuvieron un papel muy importante en la devoción de las gentes, pudiendo llegar al límite del fetichismo, como el caso del polvo del Sepulcro de Santo Domingo que se mezclaba con vino para sanar a los enfermos, o el de un noble al que dieron el torso del cuerpo de un santo para besarlo y que acabó mordiendo el dedo del difunto para deglutirlo.
Algunas de las reliquias que son parte del patrimonio histórico español y que fueron mencionados en este simposio son, el Cáliz de Doña Urraca que se encuentra en la Colegiata de San Isidoro de León y al que se le atribuye ser el Santo Grial de la Última Cena y que expuso en detalle Margarita Torres Sevilla de la Universidad de León; así como el Pañolón de Oviedo que según la tradición cristiana es una prenda funeraria de Jesús de Nazaret.
Además, según las investigadoras Noelia Santa Cruz y Ana Cabrera Lafuente, la influencia de la cultura árabe en la Edad Media permitió que contenedores islámicos fueran empleados como relicarios, así como tejidos de ricas telas que servían para envolver los restos.
En definitiva, podemos concluir que las reliquias son el recuerdo vivo de la identidad espiritual de un pueblo, gracias a aquellos que llevaron una existencia piadosa y que constituyen hoy en día modelos a seguir, tanto en esta vida como en la otra.
DePoesía
«¡No te detendrán, Patria Salvadoreña!»
Por Jimmy Francisco Ortega
¡No te detendrán!
Ni el espejismo de bárbaros traidores,
ni las venenosas lenguas extranjeras,
ni el clarín, ni las trompetas de las desinformaciones.
Seguís siendo gallarda, hermosa y eterna,
seguís siendo nuestra, pura y entera.
A pesar de huracanes de calumnias
seguís firme: soberana de etnias,
rodeada de armonía, paz y amor,
¡Oh soberana, Patria El Salvador ¡
A pesar de los que sueñan verte destruida,
vas abriendo caminos a jóvenes y niños,
mujeres y hombres con las manos unidas,
en pos de la aurora, la dignidad y la vida.
Seguís con tus pestañas flamantísimas y sempiternas,
y tu cabellera libre y luminosa al viento,
guiando a tu aguerrido pueblo,
¡Hacia la conquista de sus sueños!
Seguirás, seguirás y seguirás.
Más allá de lo imposible,
con tu amor diáfano y sublime,
y no podrá con vos ni el odio que vomite
el vientre bestial de satanás.
Seguirás, seguirás y seguirás,
y aullarán los enemigos de siempre,
acompañados de traidores permanentes,
dolidos por el amor de tanta gente,
y no podrán con tu amor y alegría,
¡tu firmeza y tu temple!
Marcharás hacia el futuro sonriente,
acompañada de anhelos y armonías
que hoy se palpan día a día.
En cada sonrisa y en cada rincón,
de nuestra alegre Patria El Salvador,
¡Donde los pájaros cantan y anidan!
Caerá el roció engalanando tus años,
coronando tu frente y evaporando el engaño,
y en cada risa de tus ancianos y niños,
rejuvenecerá tu faz amorosa y morena,
¡Con aroma de esperanza y vida!
Desde el firmamento aplaudirán los astros,
alegres, celosos, conmovidos y contentos,
inundando de sonrisas libres al viento,
y el buen Jesús desde la cima, desde lo alto,
bendiciendo a este ferviente pueblo,
con amor, trabajo y paz,
ejemplo de grandeza, estoicismo y hermandad.
Seguirás, seguirás y seguirás,
brillará la luna, resplandecerá el sol
iluminando tus veredas,
y tus senderos de amor,
¡Oh soberana, Patria El Salvador!
No te detendrán arquitecta de sueños,
los amantes del odio, los anti proyectos,
los que se desvelan por destruir tus anhelos,
los anti amor, los anti patria, los anti pueblos.
En la mirada pura de tus niños está el crisol,
donde se funden los sueños de ayer y hoy,
y las voces que entonan el himno de amor,
acompañando tu épica marcha.
Marcha esplendorosa de esperanza y valor,
aquella que iniciaron tus mártires y héroes,
con valentía, ternura y amor,
¡Oh soberana, Patria El Salvador!
«Nacer con ternura, crecer con cariño»
Por Jimmy Francisco Ortega
Los niños queremos
nacer con dignidad,
heredar un mundo feliz,
y una tierra de paz.
Nosotros, los niños,s queremos
crecer junto a ti.
Yo como niño prometo: sonrisa y cariño.
Y como adulto tú:
Guíame por el mundo con ternura y con luz.
Que la sonrisa no falte,
que no falle tu amor;
y creceré fuerte y valiente,
con patriotismo y valor.
Nosotros, los niños, queremos,
cuando seamos mayor,
alzar nuestra frente.
Alzar nuestra voz,
y orgullosos sentirnos
de haber nacido
en la tierra El Salvador.
Nacer y juntos crecer
con ternura, cariño y amor,
libres de violencia y dolor,
y seguir el sendero de Cristo,
y practicar la paciencia de Job.
Nosotros, los niños, auroras de hoy,
semillas presentes y sol de El Salvador,
queremos nacer con ternura, crecer con cariño.
¡Rodeados de paz, armonía y amor!