El sol estaba en su máximo resplandor. Las gotas de sudor recorrían el rostro y el cuerpo de los 13 (ocho mujeres y cinco hombres) ganaderos, originarios de San Lorenzo, en San Vicente, quienes se dedicaban a cortar y verificar que su cosecha de chile esté en perfectas condiciones. Una labor que realizan desde meses atrás.
Estos productores cambiaron su rutina diaria del cuidado de sus vacas y la siembra de granos básicos (maíz, frijol y sorgo) para su subsistencia y la alimentación de sus animales, y optaron por otras alternativas de producción que les generan un ingreso extra.
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En ese sentido, los salvadoreños emigraron de la producción de leche y se involucraron en el cultivo de chile dulce en ambientes protegidos (casa malla), un proyecto que es asistido técnicamente por la agencia del Centro Nacional de Tecnología agropecuaria y Forestal «Enrique Álvarez Córdova» (CENTA) en San Vicente.
Largino Castro, representante del sector agropecuario del CENTA en San Vicente, explicó que esta es «una nueva experiencia de diversificación de la zona, ya que, como pequeños ganaderos, tienen problemas de disponibilidad de fondos».
El ingeniero, quien les habló de la iniciativa, comentó que el grupo que conforma también la cooperativa Las Moliendas, lo tomó positivo, por lo que pronto optaron por preparar el terreno que facilitó uno de los socios, donde instalaron la casa malla, de 700 metros cuadrados, para cultivar el chile dulce de la variedad Yaraguay.
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El trabajo en conjunto ha hecho que, a la fecha, el grupo tengan 1,200 plantas, de las cuales ya se hicieron siete cortas y en cada una de ellas se recogen entre 11 a 36 sacos, para luego ser comercializado en el mercado municipal de Cojutepeque por un valor de $13 el saco. En la actualidad, ya se vendieron alrededor de 50 quintales.
Mariela Sánchez, quien es parte del proyecto, dijo que en un inicio no tenían ni la mínima experiencia en cultivar chile; sin embargo, las ganas de salir adelante hicieron que el grupo ahora sea experto en esta hortaliza.
«Cuando vimos la primera planta y flor fue una alegría, pero ver la mata grande y floreada para nosotros es una bendición. En un futuro buscamos tener un terreno propio para incrementar los cultivos», agregó.
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A Mariela, quien también es licenciada en Contaduría Pública, sus conocimientos le facilitan al momento de la comercialización del producto, pues ella en compañía de otras mujeres son las encargadas de la venta.
Entre los nuevos conocimientos facilitados por el ingeniero Castro son el uso del emplasticado que evita el crecimiento de las malezas, distanciamientos entre surcos (1.20 metros) y entre plantas (0.50 metros), uso de cultivo trampa para evitar la mosca blanca, el tutorado, acción que conlleva la colocación de la pita para el sostén de las plantas, cómo fertilizar correctamente y el riego por goteo, actividades en las que todos se involucra todo el grupo.
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«Optamos por el tomate como cultivo trampa con el propósito de evitar la mosca blanca, ya que esta prefiere hospedar el tomate antes que el chile, por lo que si vemos mosca blanca en el tomate es una alarma para tratar de controlarla», explicó el técnico.
El proyecto está viento en popa, por lo que el grupo de vicentinos espera poder tener su propio terreno y en un futuro se planea sembrar tomate, berenjena, pepino, sandía, melón y ayote criollo.
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El ganado sigue produciendo
La iniciativa no solo es para hortalizas, ya que, los ganaderos también compraron toros de raza Holstein, donde ya se tienen bastantes crías, y se espera que estas lleguen a tener mayor reproducción.
Asimismo, con el ganado se hizo el cambio de la alimentación, se tiene una fábrica de concentrado, lo que generó que las vacas incrementaron la producción hasta 16 botellas de leche por día.
«No teníamos la mínima experiencia en cultivar chile. Cuando vimos la primera planta y flor fue una alegría, pero ver la mata grande y floreada para nosotros es una bendición. En un futuro buscamos tener un terreno propio para incrementar los cultivos».
Mariela Sánchez, ganadera y agricultora.
«Le hemos tratado de quitar el miedo a lo desconocido. Es una nueva experiencia de diversificación de la zona, ya que, como pequeños ganaderos, tienen problemas de disponibilidad de fondos; sin embargo, estamos tratando de trabajar y sacar lo mejor del grupo».
Largino Castro, representante de la zona agropecuaria del CENTA en San Vicente