La libertad de prensa es un parámetro de la democracia de un país. En regímenes totalitarios, los medios de comunicación están bajo el control estatal o sufren una férrea censura. No se publica nada que el dictador no autorice mediante sus oficiales. Con el paso del tiempo, ese mecanismo se afina y se llega a la censura digital y al bloqueo de sitios considerados como disidentes o subversivos por el gobierno.
En El Salvador, en cambio, se disfruta de una amplia libertad de prensa. No hay censores que digan qué se puede publicar y qué no, tampoco se suspenden publicaciones. Las conferencias de los funcionarios, desde el del nivel más básico hasta el presidente de la república, son abiertas a todos los medios. Por más que haya un pequeño grupo de «periodistas incómodos», no pueden negar que han participado en esas conferencias y preguntado lo que quieren, incluso cuando ello implique ocupar el turno de otros (mientras ellos lo hagan, no les importa nada más, pues asumen que son los dueños de la verdad y los demás están fuera de su Olimpo paranoico).
Hay medios de comunicación de todos los tamaños y líneas editoriales: unos enfocados netamente al tema comercial y otros con una especialización tan única que tienen un público reducido pero muy definido. Hay algunos que se identifican como comunitarios, otros con un alcance regional y otros cuya audiencia es un municipio en particular.
En esta miríada de medios de comunicación —tradicionales, digitales y comunales— el respeto a la libertad de prensa es un tema fundamental. De parte del Gobierno hemos visto un pleno respeto hacia todas estas variopintas expresiones comunicativas. El resto de los órganos del Estado también ha mostrado respeto hacia la actividad periodística, salvo casos puntuales.
Sin embargo, un detalle que empieza a ensombrecer este panorama tiene que ver con la decisión de partidos políticos como ARENA y Nuestro Tiempo de negar declaraciones a Noticiero El Salvador y «Diario El Salvador», con el argumento de que se trata de medios estatales, queriendo con ello deslegitimar el ejercicio periodístico.
ARENA y sus voceros se niegan a dar declaraciones, y en su afán incluso expulsaron al equipo periodístico de Noticiero El Salvador de un hotel donde se desarrollaba un evento para el cual había «convocatoria pública» de parte del partido tricolor. ¿Es ese el compromiso con la libertad de prensa? ¿Por qué no enfrentar la crítica, venga de donde venga, en un plano democrático? ¿A qué le teme un partido con casi cuatro décadas de existencia?