La pandemia ha generado impensables cambios. Hemos tenido cambios en la educación, la producción, los bienes, los servicios, las comunicaciones y hasta en las relaciones interpersonales. Como describimos en la primera parte de este artículo, siendo el cambio inevitable y la única constante, debe ser esperado y no sorprendernos, teniendo una actitud abierta al cambio en vez de temor y rechazo.
Como dice Richard Gerver (y otros autores) que la reacción natural de las personas ante el cambio es el temor: «El cambio nos provoca temor. A muchas personas les preocupa el cambio y lo desconocido, y ello es debido a que tienen miedo: miedo de mostrar sus puntos débiles, su falta de confianza y sus inseguridades».
Teniendo presente esta realidad y que muchas veces los cambios son generados por agentes externos y situaciones circunstanciales fuera de nuestro control, hay seis actitudes que propongo para poder afrontar el cambio de una mejor manera.
Aprendiz: creo honestamente que es la actitud más importante que debemos mantener en la vida, especialmente como líderes. Debemos siempre estar leyendo, estudiando y sobre todo con un corazón de aprendiz para evitar una actitud de sabelotodo.
Flexible: evita la resistencia al cambio, pues, ella puede destruirte, volverte irrelevante, incompetente e inservible para terminar entrando en crisis y en autodestrucción.
Comunidad: siempre es importante el compañerismo de otros y saber que no estamos solos para no terminar en desesperación y aislamiento.
Expectación: en lugar de vivir con temor a los cambios, debemos esperarlos, y si son necesarios, promoverlos sabiendo que el único inmutable es Dios.
Positivo: no debemos ver el cambio como bueno o malo en sí mismo, sino como una oportunidad para transformaciones importantes en nuestro entorno.
Oportunista: en el buen sentido de la palabra sería tener la capacidad de aprovechar los cambios para sacar el mayor provecho de ellos y obtener el mejor beneficio. Como dice el dicho, «no hay mal que por bien no venga».
Las sagradas escrituras nos dicen: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Rom. 8:28). Estas palabras solo pueden tener sentido cuando entendemos, como lo dijimos, que Dios es el único absoluto, infinito e inmutable. Fuera de él, todo está inclinado al cambio porque la propia naturaleza de las cosas requiere y demanda el cambio, todo debe experimentar transformaciones para adaptarse y mejorar.
Por lo tanto, especialmente como líderes, si conocemos y amamos a Dios y entendemos que los propósitos divinos en el mundo determinan el porvenir de todas las cosas, podemos confiar en que todo será para bien y gestionar el cambio con una actitud muy diferente a la actitud normal de temor y resistencia; la actitud de aferrarse al «statu quo», a las formas y costumbres arraigadas en la cultura tradicional que normalmente se ha corrompido y necesita renovación.
Las cosas por causa del pecado siempre tienden al desorden y al caos; por eso siempre se requerirán cambios y transformaciones para traer orden y cambiar el rumbo hacia lo correcto. Que Dios levante este tipo de líderes para que Dios bendiga a El Salvador.