Vemos con mucha tristeza que en los últimos tiempos del cumplimiento de las profecías bíblicas, cuando el Señor Jesucristo refirió que habría hombres amadores de sí mismos, no solo ha llegado a cumplirse en el mundo secular, sino en la iglesia cristiana también; lamentablemente, sus mismos líderes religiosos han ocupado sus púlpitos para ganar fama, fortuna y favores políticos, dejando a un lado el mandato divino de dedicarse a la gran comisión, que es la de ganar almas para el reino de Dios.
La iglesia cristiana no debe ni está llamada a tener ningún tipo de participación política, cualquiera que sea su manifestación, ni expresarse en asuntos políticos como si fuera activista; la iglesia no debe involucrarse, mucho menos facilitar su infraestructura, púlpitos o servicios religiosos para pronunciarse a favor o en contra de un gobierno de turno. El mandato de Dios es que toda autoridad es puesta por Dios, por lo cual ordena que simplemente se ore por ella. En el Nuevo Testamento, Tito 3:1 dice: «Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades». En Romanos 13:1: «Porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay por Dios han sido establecidas».
Como cristianos, tenemos el deber de orar por nuestros gobernantes de forma constante y responsable. Algunos sacerdotes y pastores se atreven a hacer críticas políticas a los gobernantes aduciendo que lo hacen basados en las sagradas escrituras, lo cual es totalmente falso. Lo mejor que pueden hacer, si algo no les parece, es accionar una oración para que Dios derrame sabiduría y su amor en ellos para gerenciar y que el Señor haga la gran diferencia en la nación.
En Timoteo 2:1-2, dice: «Que se clame por nuestros gobernantes y por todos los que están en eminencia». El apóstol Pablo se refiere a todos los que se encuentran en posiciones de autoridad, pueden ser presidentes, magistrados, diputados o alcaldes, etcétera. Los sacerdotes y pastores están llamados a orar para que sus gobernantes amen a su país y no caigan en ambición por el dinero y sus corazones se extravíen por ese dinero fácil y desmedido, que tomen decisiones que beneficien a la nación y no a los intereses egoístas, que actúen con sabiduría y prudencia.
La iglesia no puede ser un botín político de campañas electorales o líderes que usan el púlpito para después convertirse en candidatos políticos o aspirar a puestos de autoridad gubernamental. La Biblia nos presenta algunos casos excepcionales, como el profeta Daniel, que fue gobernador de Babilonia, o José, segundo en autoridad en el imperio egipcio en la época del faraón Ramsés. En este caso, estamos hablando de personajes de un nivel de conexión con Dios extraordinario, y ese nivel de siervos no se tiene hoy en día, por lo cual el llamado ministerial de la iglesia es algo distinto.
El llamado de la iglesia cristiana es ganar almas, cuidar el rebaño de feligreses, no ser proselitistas. El Señor Jesucristo, antes de partir de la Tierra, les dio a sus apóstoles, padres de la iglesia cristiana, esta gran comisión que se lee en el evangelio de Marcos 16:15-18: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el no creyente será condenado». Esta es la razón de ser de la iglesia cristiana, esta es su función más importante: ocupar el púlpito, espacios de prensa y televisión, espacios de entrevistas y pódcast para presentarse como heraldo del evangelio, llevar almas al reino de Dios, no para debatir asuntos políticos.
La iglesia primitiva nació en una llamarada de evangelismo personal acerca del Señor Jesucristo. Los apóstoles eran pescadores personales de almas, ellos eran la voz de Jesús, sus pies, su cuerpo. La iglesia de hoy debe hacer lo mismo. La Biblia menciona que los apóstoles no cesaban de enseñar y predicar.
Durante el siglo I después de Cristo, los líderes cristianos tenían un celo y una pasión insaciable para persuadir a los hombres acerca de Cristo. La única razón para la existencia de la iglesia es llevar el mensaje del evangelio, por el cual murió nuestro Señor Jesucristo, y ganar almas para el reino de Dios es su gran comisión, no la de andar ocupando espacios y medios de comunicación para hablar de asuntos políticos; para eso están nuestros gobernantes elegidos por un pueblo.