Honduras está viviendo una crisis política debido a que los mismos de siempre se resisten a aceptar el veredicto de los ciudadanos en las urnas.
Los ciudadanos de aquel país votaron por sacar del poder al partido de Juan Orlando Hernández, un presidente con un hermano condenado por narcotráfico en Estados Unidos y que usó sus influencias para traficar drogas, a sus financistas y grupos económicos.
Sin embargo, en una maniobra poco transparente, estos grupos de poder lograron dividir la bancada del partido LIBRE, que ganó las pasadas elecciones, para impedir el acuerdo pactado entre la presidenta electa, Xiomara Castro, y Salvador Nasralla, líder de otro partido no tradicional, sobre la conducción del Congreso Nacional (Asamblea Legislativa).
Veinte (que luego se redujeron a 18) de los 50 diputados de LIBRE traicionaron a sus votantes y negociaron bajo la mesa con Juan Orlando Hernández y otros grupos para hacerse del Congreso Nacional. La reacción de LIBRE fue ejemplar: destituyó a los mercaderes de la política.
El libreto es el mismo que intentaron hacer aquí en El Salvador algunas fuerzas oscuras por medio de Roy Campos, que se presentó ante diputados de Nuevas Ideas como un emisario de la embajada de Estados Unidos (un vínculo que después rechazó la representación estadounidense) para negociar una ruptura en la bancada parlamentaria que tiene la mayoría calificada, que los ciudadanos le otorgaron a Nuevas Ideas en las urnas
A diferencia de lo que sucede en Honduras, en donde la traición se consumó este domingo —con la elección de una espuria junta directiva plegada al viejo régimen, pero que pretende mostrarse como defensora de la presidenta Castro—, en El Salvador se pudo reaccionar a tiempo y los dos diputados que pactaban la traición fueron separados de sus cargos y serán despojados de su inmunidad para que enfrenten la justicia por defraudar la confianza ciudadana y buscar sobornos.
Las antiguas fuerzas, acostumbradas a corromper e incapaces de aceptar la voluntad popular, siempre están al acecho, dispuestas a comprar voluntades con tal de recuperar sus privilegios perdidos.
Los salvadoreños, sin embargo, tienen la determinación de no volver al pasado; por el contrario, quieren apostarle al futuro con el presidente Nayib Bukele para construir una nación en donde el desarrollo y la prosperidad en seguridad sean una realidad.
Eso sí, como sociedad debemos estar vigilantes para evitar que los triunfos populares traten de ser anulados por grupos con ocultas intenciones.