Cinco grandes nombres destacan en la historia de la Universidad de El Salvador (UES). No son los únicos, hay muchos y cada uno cuenta, pero estos han sido en su momento una parte de la columna vertebral del principal centro de estudios superiores del país.
Desde su fundación, el aporte y la incidencia de la UES en la realidad nacional en cada uno de sus contextos ha sido notoria y relevante, esto se debe a los grandes liderazgos intelectuales, académicos y de acción política y social que han pasado por ella.
Pero ¿qué es la historia si no hay quién la recuerde y testifique sobre ella? La Vicerrectoría Académica en la búsqueda de la respuesta a esta interrogante ha puesto manos a la obra con el Proyecto de Fortalecimiento de la Identidad de la Universidad de El Salvador que conlleva varias acciones, entre ellas mantener la memoria histórica viva.
Para el vicerrector académico, Raúl Azcúnaga, es fundamental que los estudiantes de las nuevas generaciones generen pertenencia e identidad con la universidad desde sus cimientos y esos empiezan con sus rectores líderes: Sarbelio Navarrete, Carlos Llerena, Fabio Castillo Figueroa, Rafael Menjívar Larín y María Isabel Rodríguez.
«La universidad tiene una rica historia, pero se desconoce y como no se conoce, no se valora. La universidad siempre ha estado vinculada a grandes esfuerzos hacia el exterior de la institución. Entonces, hoy hemos buscado desde la Vicerrectoría una mirada interna, una mirada de nuestra historia. En ese sentido, tenemos el proyecto escultórico, que es parte de un proyecto más amplio, que consiste en este momento en la construcción de la Plaza de los Rectores en torno a la estatua de Minerva, que es emblemática», explica Azcúnaga.
La idea es que cuando los estudiantes o cualquier visitante pase por la entrada principal sea recibido por las seis estatuas, incluyendo la Minerva, y ellas mismas les den la bienvenida y les compartan momentos simbólicos del recinto universitario. Además, este será el punto de partida de una serie de recorridos por el parque escultórico y pictórico que la Ciudad Universitaria alberga y que por sí mismos narran momentos importantes de ella.
La primera estatua que se instaló es la del doctor Fabio Castillo, en junio de 2021; la segunda, la de la doctora María Isabel Rodríguez, quien este año cumple un centenario de vida. La próxima será de Carlos Llerena.
En el calendario, las autoridades han programado que en 2023 las cinco grandes figuras estarán instaladas y develadas. La memoria también será fortalecida como parte de este proyecto con la cátedra de historia que se inauguró en el Doctorado de Educación. El primer profesor invitado fue Víctor Manuel Valle, quien acompañó a Fabio Castillo Figueroa en el Consejo Superior Universitario, en 1963.
Otros dos aspectos son la ampliación de la galería de rectores y las publicaciones de libros. De hecho, ya se hizo la primera publicación dirigida por Xiomara Avendaño; el siguiente libro será la historia de la legendaria Ageus (Asociación General de Estudiantes Universitarios) a cargo de Ricardo Argueta.
LA CREACIÓN
El homenaje y rescate de la memoria histórica de este proyecto han sido cuidadosamente planeados desde la Vicerrectoría hasta las manos que le han puesto dedicación al proceso. Las cinco estatuas contarán con la dirección y planeación artística del maestro y escultor Miguel Mira, quien narra paso a paso un proceso meticuloso que conlleva varias horas de trabajo.
La estatua de la doctora María Isabel, por ejemplo, requirió cuatro horas diarias de trabajo durante cuatro meses, en los que tanto él como el resto del equipo llegaron a sentir que estaban viviendo con ella por el nivel de compromiso y de compenetrados que estaban con la imagen, la personalidad y la historia de esta mujer excepcional.
«Son procesos largos. En el caso de la rectora, después del presupuesto, hicimos medidas, recolectamos un banco de imágenes para ver cuáles se iban a utilizar, un esqueleto con la estructura, sacar más medidas, proporciones. Cuando ya se tiene todo eso, se utiliza el material bentonita, que es como el barro y sirve para el modelado. Con el esqueleto, empezamos a modelar, que es el proceso más delicado. El proceso del modelado es en el que dejamos el parecido, la estructura es de hierro y permite ir quitando y poniendo, y allí vamos creando la forma con las herramientas», explica el escultor.
Una vez el moldeado está bastante avanzado recurren a ojos externos, buscan a los encargados del proyecto y a personas que, en este caso, conocen a la doctora. «Lo interesante es que a veces de tanto trabajarlo uno cree que se parece, pero necesitamos el ojo de alguien que conozca a la persona, que tenga bastantes ideas sobre ella y hasta entonces es cuando decimos en qué se parece, y ya ellos nos dicen que la nariz, el pelo y todos los detalles que hacen que se parezca más».
Una vez se aprueba esta etapa, los escultores proceden a hacer los moldes. Esta es la especie de «negativo» de la escultura final. Los moldes se hacen en dos partes o mitades, son como los cascarones en los que se vacía el mármol sintético, una pasta de resina y polvo de mármol que preparan para hacer capas de al menos dos centímetros.
Luego se unen las dos partes, se sellan y empieza el acabado final para eliminar de manera visible las uniones y revisar los detalles del parecido del personaje, porque aún se puede mejorar en esta fase, para eso nuevamente se recurre a los ojos externos y conocidos del personaje. Se da el último aval y se prepara para trasladarse y colocarse en su destino final. Este camino lleva al menos cuatro meses de la vida de los escultores.
El color y los ademanes o expresiones de las estatuas también han sido pensados y tienen una razón de ser. El maestro Mira explica que el color dorado está ligado a las cosas más preciadas y de gran valor.
La mano recta y el cuerpo erguido de Fabio y la mano derecha de María Isabel con su dedo índice señalando la sien han sido detalles en los que el vicerrector ha puesto atención. «La estatua de Fabio está señalando hacia la Minerva y su pose es una réplica de una estatua de José Martí que está en la ciudad de La Habana, el prócer de la independencia cubana; y la doctora Rodríguez cuandohabla siempre tiene ese gesto que le está diciendo a uno “póngale mente”. A veces hasta con las dos manos», describe Azcúnaga.
«Al final lo que estamos haciendo con las esculturas es buscar la parte gestual como una característica fundamental de la persona, y es interesante porque se ve como que está en la acción porque, por lo general, se pudieran hacer parados, pero realmente allí hay un diálogo con el espectador, hay movimiento entre la obra y el espectador», concluye el maestro Mira.