En 2020, durante los incendios forestales en el condado de Sonoma en California, María Salinas continuó cosechando uvas mientras caía ceniza y el humo llenaba el aire.
Su saliva estaba negra por inhalar las toxinas, dijo, y un día tuvo que ir a la sala de emergencias porque no podía respirar. Cuando mejoró, regresó al trabajo mientras seguían los incendios.
«Lo que nos obliga a trabajar a nosotros es la necesidad», dijo Salinas de Oaxaca, México. «Siempre nos exponemos al peligro por la necesidad, ya sea por incendio o por desastre, cuando cambia el clima, hace calor, frío».
En Estados Unidos, la frecuencia e intensidad de los incendios forestales están aumentando debido al cambio climático. Según una investigación reciente los incendios forestales representan un riesgo para la salud de los trabajadores agrícolas migrantes, como Salinas, que laboran en áreas propensas al fuego. El informe llega mientras el humo de los incendios forestales llena el aire en muchas partes del oeste del país.
Los campesinos enfrentan una inmensa presión para trabajar en condiciones peligrosas. Muchos son de bajos ingresos y no les pagan a menos que trabajen. Otros que se encuentran en el país ilegalmente son más vulnerables debido al inglés limitado, la falta de beneficios, la discriminación y la explotación. Estas realidades les dificultan obtener mejores condiciones laborales y derechos básicos.
«Las primeras líneas de la crisis climática se están expandiendo», dijo Max Bell Alper, director ejecutivo de la coalición laboral North Bay Jobs with Justice durante un seminario web el miércoles sobre el artículo, publicado en julio en la revista GeoHealth.
Dijo que los campesinos están «experimentando primero y con más fuerza lo que el resto de nosotros apenas estamos empezando a comprender (…) y creo que en muchos sentidos eso es análogo a lo que está sucediendo en todo el país. Lo que estamos viviendo en California está sucediendo ahora en todas partes».
Alper, cuya organización sin fines de lucro trabaja en Sonoma y otros condados vecinos, agregó que la mayoría de los campesinos son inmigrantes e indígenas y que hay más mujeres trabajando en viñedos que antes. En cambio, la mayoría de los dueños de la industria del vino son hombres blancos, afirmó.
Los investigadores se enfocaron en los incendios forestales de 2020 en Sonoma, una región en el norte del estado de California conocida por su vino. Durante esos fuegos muchos campesinos siguieron cosechando uvas para vino en zonas de evacuación obligatoria que se consideraban peligrosas para la población general.
El humo y la ceniza pueden contaminar la fruta y eso aumenta la presión para mantener a los trabajadores en los campos.
Ellos compararon diferentes datos de contaminación de los monitores AirNow y PurpleAir en el condado durante los incendios. AirNow es una estación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) del gobierno para monitorear la calidad del aire y advertir al público si los niveles son insalubres. PurpleAir son monitores localizados por todo el condado que miembros del público pueden instalar en sus hogares o negocios.
Los investigadores encontraron que los trabajadores agrícolas están expuestos a altos niveles de polución del aire, pero que había variabilidades regionales entre los datos de PurpleAir y AirNow. Entre el 31 de julio al 6 de noviembre de 2020, datos de AirNow mostraron que hubo 21 días de aire dañino para grupos sensibles y 13 días de aire perjudicial para todos. Los monitores de PurpleAir indicaron que hubo 27 días de aire dañino para grupos sensibles y 16 para todos.
Michael Méndez, uno de los investigadores y profesor asistente en la Universidad de California (UC), en Irvine, dijo que los datos de AirNow no eran representativos de las condiciones donde trabajaron los campesinos.
En varias ocasiones, el humo era peor por la noche que durante el día. Ese detalle es importante, dijo Méndez, porque algunos empleadores pedían a los campesinos que trabajaran por la noche, ya que era mejor para la uva porque la temperatura era más fresca y el humo menos concentrado.
«Cientos de trabajadores agrícolas estuvieron expuestos a la calidad tóxica del aire del humo de los incendios forestales y eso podría tener un impacto perjudicial para su salud», dijo. «No hubo ningún seguimiento posterior a la exposición para estos trabajadores».
Los autores también examinaron el programa del Pase Agrícola, un sistema que permite a los campesinos acceder a zonas de evacuación durante desastres para regar o cosechar cultivos. Su análisis reveló que el proceso de aprobación al programa carecía de protocolos establecidos o estándares claros.
«Con esta investigación esperamos arrojar luz sobre las desigualdades que estos trabajadores agrícolas están experimentando a través de incendios forestales», agregó Méndez. «En sus vidas diarias ellos experimentan violaciones de los estándares de seguridad y salud ocupacional e injusticias en la sociedad. Pero esos problemas se exacerban o amplifican aún más durante un desastre como un incendio forestal».
Irva Hertz-Picciotto, profesora en el Departamento de Ciencias de Salud Pública en la UC en Davis, dijo que los síntomas inmediatos de inhalar humo de incendios incluyen irritación de los ojos, tos, estornudos y dificultad para respirar y pueden empezar a los pocos minutos de la exposición al humo que tiene altos niveles de partículas finas, o PM2.5.
Estas partículas son unas 30 veces más pequeñas que el diámetro de un cabello humano. Se puede inhalar profundamente hasta los pulmones y cruzar al torrente sanguíneo. Se ha demostrado que la exposición aumenta el riesgo de condiciones, incluidas enfermedades cardíacas, asma y bajo peso al nacer. Combinado con días de calor extremo, el humo puede ser más perjudicial para la salud humana.
Un nuevo estudio, lanzado durante la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer, también indica que las partículas finas del humo de incendios pueden aumentar el riesgo de demencia más que otros contaminantes del aire.
Pero todavía no se sabe mucho sobre los efectos a largo plazo en la salud por la inhalación del humo, dijo Hertz-Picciotto —que no fue parte del informe— ni hay mucho conocimiento sobre las consecuencias de la exposición crónica.