Los adolescentes suelen pasar su tiempo con amigos y compañeros, con videojuegos o en cualquier actividad recreativa, pero Christian José Clemente Aparicio y Roberto Alexánder Miguel Barrientos, ambos de 14 años, se dedican a salvar vidas humanas como guardavida y socorrista, respectivamente, de la Cruz Verde Salvadoreña, seccional de Santa Ana.
La historia de ambos dentro de la institución de socorro comenzó hace varios años, cuando, por separado y siendo unos niños, se incorporaron al voluntariado.
Clemente Aparicio es de pocas palabras; parece que prefiere guardar el aire para cuando está en el agua.
«Empecé como guardavidas. Un amigo me invitó a aprender a nadar; después el jefe de los guardavidas me preguntó si quería ser parte. Le dije que sí, que quería ayudar a las demás personas. Desde ahí empecé», afirma.
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Y de las ganas de ayudar llegó la realidad, cuando durante una excursión a una de las playas de La Libertad tuvo que lanzarse al agua a rescatar a un hombre que se «lo estaba llevando la corriente».
«He hecho un rescate, con ayuda de otro compañero. El hombre estaba ebrio y se metió al mar, fue a mediodía. Yo ya lo había visto, y cuando vi que se estaba ahogando, que ya se lo estaba llevando la corriente, salí corriendo junto a otro compañero hacia el agua, lo alcanzamos y lo sacamos a la orilla», relata el adolescente.
Su preocupación, recuerda, era poder sacar al hombre que lo superaba en peso y tamaño, luego vinieron los agradecimientos, una vez poniendo a salvo a aquel imprudente que a pesar de su embriaguez desafió la fuerza del mar y por poco fallece ahogado.
Por su parte, Miguel Barrientos es uno de los socorristas de menor edad con los que cuenta Cruz Verde en Santa Ana, quien desde pequeño quiso seguir los pasos de su tío y convertirse en socorrista, lográndolo en octubre del año pasado luego de pasar el curso de iniciación.
Desde que tenía unos siete u ocho años yo miraba a mi tío venir a Cruz Verde y él fue mi fuente de inspiración para tomar el curso de socorrismo, lo saqué y ahora soy parte de la institución, donde puedo ayudar al prójimo, ya puedo brindar primeros auxilios.
Miguel Barrientos, socorrista
Señala que los conocimientos obtenidos le han servido para atender a vecinos que han tenido algún accidente casero, o como cuando salvó la vida de una persona que fue atropellada en la carretera entre Santa Ana y Chalchuapa.
«El primer accidente que atendí, un evento en carretera, cerca del evento hubo otro accidente; una persona atropellada. Fuimos a atenderla, la llevamos al hospital y gracias a Dios todo salió bien, pudimos salvar a la persona, ni quedó grave, fue bonito poderle ayudar al prójimo», recuerda el joven.
Ambos adolescentes, estudiantes de educación básica, dicen que no se arrepienten de haber ingresado al voluntariado en Cruz Verde, donde han pasado su tiempo libre sin descuidar sus obligaciones como estudiantes e hijos.
Por la pandemia generada por el covid-19 y la paralización de casi todo, los dos voluntarios, por ser menores de edad, debieron permanecer en casa, imposibilitados de poder servir como normalmente lo hacían, pero ahora ya están de nuevo dispuestos a servir al prójimo en cualquier emergencia.
Christian y Roberto sueñan además en convertirse en profesionales, aunque en distintas áreas, siempre enfocados en el servicio humanitario, fortalecido por su pertenencia a Cruz Verde.