La cobertura periodística de la campaña y de las próximas elecciones de diputados y concejos municipales no pinta del todo fácil, porque la militancia partidaria siempre tiene la mala costumbre, errónea, de tildarnos de simpatizar con alguna ideología política, aunque no haya evidencia y después de cada elección eso se desvanezca.
Desde 2006, he cubierto procesos electorales en la zona oriental del país, y lo he hecho para diferentes medios de comunicación que tienen distintas líneas editoriales. En más de una ocasión, he sido señalado con tendencia hacia una u otra bandera política y, a estas alturas, si fuera cierta esa apreciación, ya me he paseado entre todas las banderas políticas que han existido y han desaparecido en el país.
Para el periodista que cubre en el interior del país, la situación se torna más complicada, porque en los municipios o en el departamento casi todos nos conocemos y quizás por eso el simpatizante «suda la calentura más fuerte», y ve en todo aquel que se le pone enfrente a un rival o un contendiente, aunque el que tiene por delante solo lleve una grabadora, un micrófono, una cámara y una credencial de periodista; un periodista que no tiene ninguna intención de llegar a un cargo público ni de poder.
Recientemente, pasé dos momentos que ponen en evidencia la manera en que nos fichan erróneamente los que andan en ese ambiente político. Eso ocurrió al momento de ejercer mi función periodística, en medio de una tensión que inició el fin de semana pasado entre miembros del partido Nuevas Ideas y la Junta Electoral Departamental (JED) de La Unión, integrada por personas designadas por algunos partidos políticos.
El primero fue cuando me disponía a entrevistar a miembros de la JED. Uno de ellos, que me conoce de procesos electorales anteriores, me presentó como periodista del medio para el que trabajé antes, y pareció que todos los miembros se sintieron cómodos; pero interrumpí ese momento y me presenté como periodista de «Diario El Salvador», allí como que no gustó mucho a más de alguno de aquel grupo; incluso, uno de ellos hasta se adelantó a brindar apreciaciones sobre la tendencia que podría tener una posible publicación, cuyo contenido él desconocía.
El segundo momento ocurrió minutos después, en las afueras de esa JED, cuando quise abordar a las autoridades departamentales del partido Nuevas Ideas, cuando apenas me acercaba y sin mediar palabra, uno de ellos se adelantó a decirme: «Tu medio está vetado aquí». Hasta ese momento el dirigente partidario desconocía que yo ahora laboró para otro medio de comunicación y se deshizo en comentarios negativos. Pero luego le dije que ya no trabajo para ese medio al que se refería, y su reacción fue de sorpresa y de querer ser más «amigable».
En eso de venir a calificar o tildar a un periodista con tendencia política, en elecciones anteriores ha habido colegas que fueron bloqueados, amedrentados; otros, agredidos; y en algún caso en el que hubo respuesta a esas provocaciones, hay colegas que terminaron tras las rejas. Esto le ocurrió en la elección pasada a una colega de televisión en la zona oriental del país.
Está de más recordarles a las militancias partidarias, que los periodistas no somos el contendiente político a vencer en la próxima elección, y que al menos de parte mía siempre deben esperar una cobertura periodística lo más equilibrada posible, acercándose a la realidad de los hechos, y sé que la mayoría de colegas está en esa dirección. Aunque no dudo que en el gremio también hay algunos que sudan «calenturas políticas» y que hasta se ponen o se han puesto la camisa; pero por ellos, no nos tienen que tildar a todos.