Todo sucedió hace más de más de 44 años, pero en la memoria del padre Marcelino Pérez, el recuer-do de aquella tarde del 12 de marzo de 1977 sigue intacto. Ese día, él se conducía con el padre Rutilio Grande, pero en la carretera, un hombre que había llegado desde San Salvador se detuvo a conversar con Grande, por lo que Marcelino decidió tomar un bus hacia Tacachico.
«Yo me bajé y le dije al padre que se quedara hablando con el señor, y yo me fui en el bus de Tacachico. Eso me salvó, porque sucedió 20 minutos antes de que los acribillaran», narró el sacerdote jesuita en una entrevista a «Diario El Salvador».
Pérez es de origen panameño, pero se encontraba en El Salvador desde 1975, cuando empezó a trabajar con Rutilio Grande en la iglesia de El Paisnal. De acuerdo con el sacerdote, las últimas palabras que intercambiaron fueron de despedida, pues se verían al día siguiente.
Sin embargo, cuando se encontraba en la misa, unas personas que habían llegado desde San Salvador le comentaron que vieron el vehículo de la parroquia volcado en la carretera. «Ahí supe que algo había pasado», recordó.
Inmediatamente se regresó a El Paisnal, y ahí, un testigo del asesinato se acercó por su espalda y le dijo que se había salvado, ya que la tragedia sucedió solo unos minutos después de que él se bajó del vehículo de Grande. Luego se trasladó hasta Aguilares para reconocer los cadáveres. Ahí tuvo un encuentro con san Óscar Romero.
«Cuando llegué a la plaza [de Aguilares], estaba llena de gente llorando, y ya la Guardia había entregado los cuerpos, los tenían en unas mesas del corredor. Esa noche llegó san Romero como a las 10 de la noche y me dijo que le mostrara los cuerpos. Cuando los vio, él se quedó un poco pensativo frente al cuerpo de Rutilio y me dijo que lleváramos los cuerpos a la iglesia, porque íbamos a celebrar una misa. Me pidió que escogiera las lecturas y yo escogí el Salmo “el Señor ha estado grande con nosotros”. El evangelio fue de Juan: “nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”. Desde ahí tengo un bloqueo mental que ya no recuerdo», narró Pérez.
Después, el padre Rutilio fue sepultado en El Paisnal, y Marcelino permaneció en la parroquia con otros jesuitas hasta mayo de 1977, cuando los llevaron a un cuartel y estuvieron en la cárcel. Posteriormente fue liberado y viajó a su natal Panamá. Luego, el padre Marcelino regresó a El Salvador y se dedicó a la pedagogía y la consejería espiritual. Al consultarle sobre las razones que evitaron que él fuera asesinado aquella tarde de 1977, el padre contestó que «Dios tenía otras misiones» para su vida. Por su parte, Rutilio Grande será beatificado el 22 de enero por su martirio.