En un mundo artístico en Guatemala nació en 1982 Martín Corleto. Su interés por la música, influenciado en gran medida por sus padres, lo llevó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música de su país hasta convertirse en maestro de Educación Musical, en la Escuela Normal, y licenciado en Música con Especialidad en Dirección Orquestal, por la Universidad Da Vinci, ambas de Guatemala. Su debut como director en la Orquesta Sinfónica de Guatemala fue en septiembre de 2007, y en 2019 asumió como director titular de la Orquesta Sinfónica de El Salvador (OSES)
¿Cómo nace tu amor por la música?
Tengo el privilegio de haber nacido en un hogar de artistas. Mi padre fue un artista polifacético y multidisciplinario, dramaturgo, literato, pintor, novelista, entre otras cosas. Y mi madre es actriz de teatro, que también ha estado vinculada con la escena teatral de El Salvador. Ella tiene muchos afectos por El Salvador. Entonces, tuvimos a bien llegar a la música gracias a mis papás que nos llevaron a experimentar diferentes expresiones artísticas. Hicimos muchas cosas que nos enriquecieron en la infancia y, al final, nos hicieron llegar a la música y ahí nos quedamos. Influyó tanto que casi mi familia completa es de artistas: mi hermano es cineasta, mi otro hermano es pintor, mi hermana es músico profesional y, pues, yo igual. Casi todos nos dedicamos al arte. Fue un poco inevitable no ser artistas en ese entorno familiar.
¿Cómo te sientes tú como guatemalteco de formar parte de la sinfónica salvadoreña?
Yo soy ya salvadoreño, ya asimilado. Yo no perdono un sopón de gallina, sopa de patas o unas pupusas. Yo soy feliz caminando por el centro de la ciudad, aunque me dicen que tenga cuidado. La verdad es que el centro está renovado.
¿Te gusta el Centro Histórico de San Salvador?
Me encanta: voy de compras, voy a caminar, a tomarme un café a los puestos de ahí. En realidad, me encanta toda la ciudad. Para mí, es una ciudad muy vivible, me encanta la dinámica y me encanta esta faceta muy tradicional del país, me encanta visitar lugares. Soy muy cercano a la gastronomía nacional, me gusta mucho. Pero aparte de todo esto, los artistas, los volcanes y la literatura nacional. Hay mucha riqueza aquí para disfrutar. Pero lo mejor aquí es la gente. El salvadoreño es muy cálido, el salvadoreño es mucho más abierto. Te invitan a comer pupusas, la gente es muy receptiva y muy comunicativa. También, bueno, el carácter de los salvadoreños es explosivo, es brillante. Es algo de lo que he aprendido y también he disfrutado.
¿Cómo llegas a la Orquesta Sinfónica de El Salvador?
Soy guatemalteco y he tenido la fortuna de estar bastante vinculado a El Salvador, quizá desde mis tempranos 20 vine e hice mis primeras visitas como intérprete musical en una gran variedad de estilos. Y, pues, inmediatamente creé lazos con el país. Ya hablando de la dirección, tuve la oportunidad de venir en 2013 como director de la Orquesta Filarmónica Juvenil, que es la orquesta principal del Sistema de Coros y Orquestas del Ministerio de Cultura. Entonces, tuve el privilegio de ser el director musical en ese momento y hacer cosas muy bonitas con los jóvenes, incluida una gira centroamericana, giras aquí en el país, temporadas muy buenas, en fin, muchas cosas. En esa época, tuve el enorme gusto de conocer a la licenciada, maestra, Mariemm Pleitez, que es nuestra viceministra de Cultura ahora. Tuvimos la oportunidad de encontrarnos profesionalmente, conocer nuestro trabajo y tuve a bien invitarla a mi proyecto en Guatemala que era de formación musical para niños y jóvenes del que fui parte por más de 15 años. Teníamos una orquesta juvenil y pude presentarle a la maestra todo lo que hacíamos con la formación de estos niños. Ella siempre estuvo muy involucrada en la creación de un currículo de artes. Entonces, digamos que por medio de ese intercambio ya conocieron un poco más de trabajo y, bueno, con el pasar del tiempo, dejo mi puesto en el sistema, pero siempre seguí con mis viajes recurrentes a El Salvador. Finalmente, en 2019, a mediados de año, la maestra Pleitez, que conocía mi trabajo, me contactó para decirme que había una oportunidad de volver a trabajar en El Salvador y no lo pensé más de tres segundos. Yo amo este país. He tenido muchas satisfacciones musicales a lo largo del tiempo y poder trabajar otra vez con el Ministerio de Cultura, en especial en la sinfónica, era una maravilla, un privilegio. En primera estancia estuve fungiendo como director adjunto, estuve asistiendo al doctor German Cáceres, director consagrado de la orquesta, mientras él concluía su período con esta. Despedimos al doctor, y luego tuve el gusto de tomar el cargo como director titular. Llevo un poco más de un año.
¿Fue difícil para la orquesta la transición de directores?, tomando en cuenta que la dirección del doctor Cáceres duró poco más de 32 años.
En mi perspectiva, no sé los maestros qué piensen, después de este año nos hemos acercado muchísimo. Individualmente, a todos les tengo mucho afecto. Ha sido muy interesante tener diversidad de encuentros y, pues, mi percepción es que, en realidad, aunque no nos conocíamos hubo muchísima cordialidad desde el comienzo. Personalmente he visto cómo se ha ido construyendo una relación muy positiva. Es natural que al principio hubiese dudas o cuestionamientos, siempre es necesario conocerse y hacer música juntos para que la orquesta pudiera sentir si éramos afines artísticamente. Creo que esa barrera ya la hemos superado y eso me llena de satisfacción. Tenemos una excelente conexión musical y artística con la orquesta. Considero que más que problemas de conexión dentro de la orquesta hay otro tipo de luchas donde puede haber un poco de discrepancia y que iba encaminada a los años de abandono e interés por el arte, no había suficientes recursos. En ese sentido, poco a poco se han ido superando obstáculos materiales que hacen que la orquesta cada vez esté más motivada, hemos mejorado en ese aspecto. Se han hecho inversiones en la compra de instrumentos de muchísima calidad, una renovación instrumental increíble que no se hacía hace mucho tiempo. Han cambiado muchas cosas y, pues, eso en gran manera hace que la orquesta camine mejor.
Tú sabías de las carencias de la orquesta y el reto que significaría para tu dirección. ¿El apoyo que estás percibiendo ahora te incentiva para continuar creciendo con la OSES?
Absolutamente. Yo hice mi propio diagnóstico. He conocido a las personas, he conocido la realidad de la orquesta. Antes de venir, Pleitez fue clara sobre el gran reto que teníamos, pero a la vez me hizo ver las grandes fortalezas y posibilidades que se tienen en la institución. Tenemos un potencial humano enorme en nuestros músicos. Yo siempre hago hincapié en que tenemos gente muy valiosa, grandes talentos nacionales que nos hacen estar muy orgullosos de nuestra orquesta. Creo que se ha visto el apoyo, se ha visto el cambio y la disposición de las autoridades para seguir adelante. De igual manera, yo les insisto a los músicos que confíen que vamos hacia adelante. Constantemente instamos a nuestro público que debemos de estar orgullosos de la sinfónica. Por mi parte, me siento muy orgulloso y feliz de formar parte de nuestra querida orquesta y trabajar de la mano con estos líderes que nos están apoyando, que comparten la visión que yo tengo y que muestran interés por solventar las carencias de nuestros músicos, y las demás demandas que puedan surgir de la audiencia, que es nuestro pueblo salvadoreño.
Personalmente, ¿quieres dejar algún tipo de marca artística o característica de tu dirección?
Claro. Desde mis perspectivas, yo sueño que la orquesta del futuro tenga una renovación a largo plazo para que después de una década de transiciones y renovaciones tenga unas condiciones y exigencias mejores. Lo que quiero decir es que, cuando entren a la orquesta, no solo sean mucho más retados por los estándares de una orquesta sinfónica de calidad, es decir que tengan que someterse a audiciones periódicas para demostrar su capacidad, tocar nuevos y más repertorios, más retadores, sino también, paralelamente, que tengan nuevas y mejores condiciones. Una institución ordenada administrativamente.
Es decir, ¿crear una orquesta mucho más prestigiosa?
Mucho más prestigiosa en todos los sentidos. Lo que digo, en primer lugar, es a escala interna, visualizar la renovación de la orquesta y romper con algunos patrones, digamos, que históricamente han existido. Los tiempos han cambiado y las orquestas también. Entonces, las prácticas deben ser renovadas. Hay que renovar nuestras prácticas administrativas de selección, el perfil de los músicos que queremos y las condiciones que ellos van a tener al trabajar con la orquesta, así como las responsabilidades que van a adquirir. Pero también, hacia afuera, lo que sueño es que tengamos una orquesta que ofrezca diversidad de productos a muchas audiencias, nacionales, a la diáspora también. A nuestros hermanos lejanos poder llegar y llevarles un poco de El Salvador, de igual manera, a otros segmentos de la población a los que no hemos podido llegar en la práctica habitual de las orquestas, la nuestra no es la excepción. Siempre hay una visión de generar productos con ciertas características. Nosotros, entonces, lo que queremos es diversificar los productos, muchos ensambles diferentes, solos, dúos, tríos, música de cámara, diversos estilos musicales, integración con otras manifestaciones artísticas, pero de una forma más ordenada y sistemática. Cabe mencionar, que todo esto ya se está haciendo, ya vamos en ese rumbo, ya estamos explorando y trabajando para eso. Vienen cosas muy interesantes. Este año es el bicentenario de la independencia y eso nos permite profundizar en la temática nacional, lo interno, explorar la música nacional y proponerla al público, esperando que este espíritu nacionalista y este orgullo de pertenencia a este país logre conectarnos más con nuestra audiencia.
Para ti, ¿la orquesta es capaz de poder tocar cualquier repertorio?
Nuestra orquesta es una orquesta completa. Es un privilegio tener un ensamble sinfónico nacional tan completo e integral. En muchas partes del mundo los ensambles han sufrido crisis o han sido cerrados, pero siempre que un Estado asuma un ensamble para el público es excelente, y en el caso de contar con una orquesta tan completa aquí, en el país, es grandioso. Podemos asumir un repertorio bien amplio. Tenemos la ventaja de que nuestra orquesta ha estado expuesta a gran variedad de repertorios, música antigua, clásica, clásica romántica, contemporánea, música nacional, incluso experimentos de fusión. Entonces, sí tenemos una orquesta muy versátil. Lo que yo quiero y nuestra propuesta es integrarla mucho más con músicos individuales, hacer muchísima música de cámara y enfocarnos en un repertorio clásico romántico prioritariamente por las características de nuestra orquesta y en el reparto nacional de nuestro país. Es decir, música histórica, de la colonia o de tiempos de independencia, música académica y música de arte más popular, particularmente del siglo XX. Estamos haciendo proyectos de rescate a esta música, la estamos digitalizando. Hay partituras que son valiosísimas e históricas y las estamos rescatando para que puedan ser interpretadas y no perdamos el manuscrito original. Pero la respuesta es sí, nuestra orquesta es versátil, puede tocar muchísimos repertorios.
¿Cómo ha sido para ti y para la sinfónica adaptarse a estos tiempos de pandemia?
El año que pasó íbamos con mucha fuerza, teníamos muchos planes, pero cuando nos cae la pandemia nos obligó a cambiar todo. Pero nunca dejamos de trabajar, tuvimos varias estrategias. La primera fue tratar de llegar a la mayor cantidad de audiencia posible por los medios digitales, como todos en el mundo. Los maestros de la orquesta, cada uno, preparó un regalo musical, algo muy personal. Tuvimos de todo, unas piezas excelentes. Entonces, periódicamente íbamos ocupando las plataformas digitales para subir sus composiciones. Fue algo muy bonito porque tuvimos diferentes estilos y manifestaciones musicales. También se prepararon cosas en conjunto, pero físicamente a la distancia. Cada uno grababa por su cuenta y eso se integraba de forma digital. Logramos hacer unas producciones de música nacional en formato audiovisual, comenzamos a reunirnos en grupos muy pequeños, siempre música de cámara. Grabamos el himno, música tradicional, algunos valses muy conocidos y después, cuando finalmente logramos arrancar la temporada, diseñamos un programa basado siempre en la música de cámara, de manera reducida, en diferentes espacios como la sala Foyer y la sala de cámara del Teatro Nacional.
¿Fue complicada toda esa transición?
Fue todo un reto técnico, pero se ha estado haciendo en el mundo y aquí no nos podíamos quedar atrás. Es la nueva manera de hacer las cosas. ¿Y funcionó? Claro, muchos de los maestros se empeñaron en hacer las cosas bien. Es interesante, porque puedes tocar contigo mismo. Tú grabas una parte, después grabas la otra, y así sucesivamente hasta conformar una pieza interesantísima. Funciona muy bien. La guinda de nuestra temporada fue acompañar el nacimiento de algo muy importante, de una nueva expresión artística, que fue el Ballet Nacional, que nació por iniciativa de la primera dama. Es algo muy importante. Nosotros siempre expresamos nuestro deseo de estar en el lanzamiento que, de hecho, se había pospuesto por la situación que vivimos, pero al final tuvimos la oportunidad de acompañarlos con la puesta en escena de «Coppélia».
¿Cómo ha resultado la integración del ballet con la orquesta?
Pues, yo creo que ha sido vital el poder fusionarse con otras manifestaciones artísticas. La cúspide del repertorio siempre ha involucrado la integración de varias manifestaciones artísticas. Richard Wagner lo llamaba «Gesamtkunstwerk», que significa obra de arte total, donde básicamente es una representación literaria teatralizada, con música, danza, arquitectura y todas esas expresiones del arte. Es la cúspide de la cultura y la creación artística del mundo occidental, y estirar las manos y querer tocar un poquito de eso para exponerlo en el país es maravilloso. Entonces, el trabajo de integración artística es muy importante, además es excelente para las audiencias. El público tiene oportunidad de ver diversidad de manifestaciones artísticas que por su intensidad también le pueden conmover y le pueden llegar mucho más a su ser interior. Con esto tenemos la oportunidad de llegar a más personas. Finalmente, lo que queremos es llegar a más personas, tocar el corazón de la gente, de nuestra gente salvadoreña. Y bueno, las experiencias que hemos tenido han sido un éxito.
¿Qué se avecina para la sinfónica, aparte de todos los proyectos que has planteado?
Viene el centenario de la orquesta el próximo año y, pues, realmente es un privilegio. La nuestra es una de las orquestas más antiguas del continente y eso es increíble, y todo tiene mucho que ver con la historia. Nuestra orquesta ya casi cumple una centuria, así que vamos a celebrar con pompa, vamos a hacer algo increíble. Y, bueno, es una oportunidad para apelar al orgullo de nuestra audiencia y que se identifique con nosotros como una entidad por la cual puede estar orgullosa como país, al contar con una belleza de expresión artística como la orquesta sinfónica. En ese sentido, es muy importante que nuestro público conozca eso, que la gente pueda decir «tengo una orquesta sinfónica y estoy consciente de ello»; y también decir «es mi orquesta sinfónica y tiene cien años, y estoy orgulloso de ella».
Guatemala, Rusia y Estados Unidos han formado al maestro
Después de estudiar en Guatemala, continuó sus estudios superiores becado por el Gobierno de la Federación Rusa, y posteriormente fue acreedor a una beca otorgada por la Fundación Bruno Walter para cursar estudios de Dirección de Orquesta, en Estados Unidos, que lo catapultaron en el conocimiento de una de las expresiones artísticas más sensibles, la música. Por su trabajo, Corleto ha sido nombrado embajador de la paz por el Gobierno de Guatemala y ha sido galardonado con la Medalla de Artista del Año en la rama de música. También ha recibido el reconocimiento Huellas de Transformación, por parte de World Vision Guatemala. Dirigió por más una década el Centro de Desarrollo Artístico Infantil de World Vision Guatemala, en la aldea Comunidad de Zet, de San Juan Sacatepéquez. Ha estudiado con los maestros Igor Sarmientos (Guatemala), Carlos Amat (España) y Kenneth Kiesler (EE. UU.). El maestro Martín Corleto funge como director titular de la prestigiosa Orquesta Sinfónica de El Salvador (OSES) desde 2019.