ara aquellos que han tenido la bendición de tener a su padre desde los primeros meses de la concepción, hablándoles aun mientras estaban en el vientre de sus madres, y que aprendieron a hablar diciendo «papá», este título les parecerá extraño.
Para otros la palabra padre no es una palabra familiar ni fácil de pronunciar porque nunca tuvieron la fortuna de tener a un hombre que cumpliera esa función tan vital e importante en la vida de todo ser humano. Ya sea porque abandonaron a la madre o por mera paternidad irresponsable, la figura del padre no es real en la vida de muchas personas en el mundo y particularmente en nuestro país.
Esa es la triste y desdichada realidad de muchos niños por causa de la paternidad irresponsable de quienes procrearon un hijo por accidente o por aventura. Algunos, por hacerlo a temprana edad, no estaban preparados para enfrentar las responsabilidades y los desafíos de formar un hogar y optaron por el camino más fácil: abandonar a la madre y al bebé, para el cual si no hay una figura que sustituya a su padre biológico, le será muy difícil aprender, reconocer y quizás hasta pronunciar la palabra «padre», llegando a tener un impacto traumático en su desarrollo. En esos casos, por causa de una paternidad ausente, irresponsable o violenta, el concepto o idea de padre está distorsionado por lo que no es una experiencia agradable el pronunciar la palabra «padre».
A pesar de este contexto, que no es ajeno a cientos de familias, me dio mucho gusto ver tanto lugar lleno el pasado jueves 17 celebrándole a papá, y qué bendición tenemos de tener un feriado nacional en esta fecha. Valga la oportunidad para felicitar en este mes a todos aquellos hombres que tienen el privilegio de ser y ejercer la paternidad. Que nuestro Dios los bendiga rica y abundantemente, pues, sigue habiendo hombres que valientemente continúan cumpliendo su rol de hombres y padres responsablemente.
En realidad, «Me atreví a llamarle padre» es el título de un libro testimonial que ha vendido más de 300,000 copias, publicado por primera vez en 1978, que narra la fascinante historia real de Bilquis Sheikh, una adinerada mujer religiosa que cuenta su travesía hacia una relación personal con Dios que le dio un giro de 180° a su vida y hasta la puso en riesgo.
Lastimosamente, como les pasa a bastantes niños y niñas en el mundo, hay muchas personas que, debido a su religión, no tienen la libertad de llamarle «padre» al Dios creador, omnipotente y señor del universo, porque no han tenido la oportunidad de iniciar y experimentar una relación personal renovadora con Dios y padre de nuestro señor Jesucristo. Pero la buena noticia es que para eso vino Jesús.
Jesús vino para enseñarnos el camino al Padre, de hecho, él dijo: «Yo soy el camino y nadie viene al Padre sino es por mí». Solo por medio de la fe en Jesús podemos llamarle «padre» con libertad a Dios porque nos libera de la culpa y de la vergüenza del pecado mediante la fe en su sacrificio por el pecado.
Él fue a la cruz para llevar nuestra culpa y pagar por nuestros pecados; y así pudiéramos recibir el perdón divino necesario para tener lugar en la casa del Padre celestial. Sin duda, si crees en Jesús como señor y salvador, puedes llamarle a Dios «padre» y tener una relación personal con él.