El secretario general del FMLN y el presidente del Coena me recuerdan al doctor Frankenstein, un científico que en su mente perturbada creía que podía revivir a un muerto. Tal similitud estriba en que ambos dirigentes insisten en un proyecto parecido al de ese enajenado personaje: hacer que vuelvan a la vida dos partidos que se están cayendo en pedazos y, si no están ya muertos, están en sus últimos estertores.
Unos dirán que es el karma, otros que son las leyes de la vida; pero la verdad es que no les puede esperar más que la muerte a quienes cimentaron sus orígenes en la muerte misma, en el asesinato y la barbarie. Las acciones con las que comenzaron ambos partidos fueron criminales y despiadadas. En sus inicios y después en el transcurso de la guerra, los dos cometieron atrocidades al sembrar muerte y dolor en toda la nación. Unos enarbolaron la lucha a favor de los pobres y los otros, la lucha anticomunista, falsos e hipócritas argumentos para asesinar a miles de salvadoreños.
Ninguno de los dos partidos se escapa de un origen oscuro y sanguinario.
En sus comienzos, el FMLN fue integrado por varias organizaciones, las cuales, para financiar la guerra que recién iniciaban, secuestraron a prominentes empresarios, muchos de los cuales fueron cobardemente ejecutados, aunque las familias pagaron el rescate. Luego, en el propio conflicto, asesinaron a decenas de alcaldes, a cientos de sus compañeros y a miles de civiles.
Por otro lado, los inicios del partido ARENA también estuvieron marcados por las atrocidades de las organizaciones que le dieron origen; entre ellas, la Organización Democrática Nacionalista (Orden) y los escuadrones de la muerte; ambas fundadas, al igual que el partido ARENA, por el mayor Roberto d’Aubuisson. La primera de estas tenía la misión de investigar y ubicar a los opositores, mientras que la segunda era la encargada de desaparecerlos.
En el marco propio de la guerra, el partido ARENA utilizó al ejército como su brazo armado; período en el cual aumentaron las violaciones a los derechos humanos, se cometieron los peores delitos, incluso de lesa humanidad, por ejemplo, múltiples masacres y el magnicidio de monseñor Romero.
También es necesario mencionar que la estrategia equivocada que usó el FMLN en el conflicto que era destruir de forma sistemática la infraestructura que proveía servicios y movilidad a las personas, así como la utilizada por el ejército de arrasar cultivos y comunidades enteras son otros daños causados al país que se suman al lastre que estos cargan sobre sus espaldas.
Podemos ver que solo en el contexto de la guerra, sin mencionar alguno de los tantos actos de corrupción que cometieron en sus 30 años de gobierno, hay una larga lista de agravios que estos le causaron al país, muchos de esos son irreparables.
Dada la coyuntura actual y el historial corrupto y criminal de los mencionados partidos, será, para fortuna de nosotros, imposible que esos dos aprendices del doctor Frankenstein consigan volverlos a la vida.
Dicho lo anterior, quiero dedicar a esos casi cadáveres políticos, así como a sus dirigencias la frase lapidaria con que finaliza un lúgubre poema de Edgar Allan Poe: «¡Nunca más!».