Para dimensionar de mejor manera los logros en seguridad pública se vuelve necesario hacer un balance y recordar dónde estábamos hace unos años, durante los gobiernos de ARENAFMLN, aquellos que la vieja política añora.
Las pandillas surgieron durante los gobiernos de estos hermanos siameses. Ahí crecieron, se fortalecieron y vivieron al amparo de la protección de políticos corruptos. ARENA y el FMLN las crearon, alimentaron y, en determinados momentos, les pidieron favores a cambio.
No solo dejaron que las estructuras criminales se expandieran y llevaran sus delitos a todo el país, hasta los últimos rincones, sino que también les entregaron armas e incluso les enseñaron a disparar en los polígonos de tiro que un ministro del FMLN puso a disposición de los pandilleros.
Les entregaban grandes cantidades de dinero en efectivo, como quedó claro con Norman Quijano y Ernesto Muyshondt, de ARENA, y si acaso se daba una captura, inmediatamente los liberaban.
Esta es la situación en la que estábamos cuando Nayib Bukele asumió como presidente de la república, después de una votación histórica en la que los ciudadanos sepultaron a ARENA y al FMLN, los partidos que se habían repartido el poder en las últimas tres décadas.
En menos de tres años, el país se ha transformado y dejamos de ser reconocidos en el extranjero por la violencia. Estudios internacionales confirman que los salvadoreños se sienten más seguros y reconocen la reducción de los delitos.
Las medidas implementadas durante el régimen de excepción han permitido detener a más de 34,000 pandilleros, lo que ha liberado a comunidades y colonias del terror impuesto por las estructuras criminales.
Los ciudadanos honrados y decentes están agradecidos con la tranquilidad que hay en sus vecindarios tras la captura de los pandilleros. Los únicos que reclaman por las capturas de millares de delincuentes son aquellos que tenían pactos con ellos y que, cuando estaban presos, les hacían fiestas desenfrenadas con alcohol y prostitutas.
Ahora, en cambio, las cárceles son lugares donde los pandilleros van a pagar por los crímenes cometidos contra la sociedad. Por eso ahora los cabecillas de las pandillas prefieren ser llevados a Estados Unidos, para escapar del castigo que tienen que asumir en el sistema penal salvadoreño.
Sin duda, al hacer el balance de la seguridad, el país está en mejores condiciones que hace tres años. Los delincuentes están en las cárceles y sus aliados van por el mismo camino o escaparon, creyendo que la justicia no llegará hasta donde están