La teoría microeconómica de los mercados sostiene que los precios de los bienes y servicios son establecidos por la oferta y la demanda de estos. Para que estos mercados funcionen adecuadamente debe existir competencia, es decir, que ninguno de los participantes tiene el poder de influir significativamente en los precios.
Existen varias hipótesis que consideran que los mercados son un obstáculo a la producción. En este artículo se analizan a la luz de la realidad salvadoreña.
Existen algunas instituciones sociales que definen las reglas del juego en algunos de los mercados, especialmente en los más tradicionales, tales como las costumbres, los prejuicios, la estructura de clases sociales, el Estado, los intermediarios, las pandillas, las asociaciones empresariales, las municipalidades, los patrones de compras y ventas, los vendedores ambulantes, etcétera.
Existe un mal funcionamiento de algunos mercados de bienes y servicios, especialmente los bienes poco duraderos que requieren condiciones especiales para su conservación, así como los bienes y servicios de temporada o artesanales (incluso los artísticos). En algunos mercados, las instituciones gubernamentales establecen los precios, como en algunos derivados del petróleo.
En varios mercados existen monopolios y oligopolios que establecen los precios, como en el caso del azúcar, la cerveza, el cemento, la energía eléctrica, el servicio de agua potable, la tierra de uso agrícola (en la década de los ochenta se hizo una reforma agraria para resolver este problema, pero en la actualidad existen propietarios de hasta 2,000 manzanas de tierra de uso agrícola) y el dinero prestado.
Algunas organizaciones de empresarios, como la Cámara Salvadoreña de la Industria de la Construcción (Casalco) y la Asociación Bancaria Salvadoreña (Abansa), así como algunos sindicatos del sector público afectan algunos mercados de trabajo.
En algunos mercados los consumidores tienen una alta dependencia de la tecnología de producción y atención al cliente, utilizada por las empresas transnacionales, son los casos de las hamburguesas, pizzas, sorbetes y servicio de entregas a domicilio, teniendo que contratar las franquicias correspondientes.
La mayoría de las empresas pequeñas no tiene acceso a la tecnología de producción necesaria, al crédito bancario y a los servicios de publicidad para competir con las medianas y grandes empresas.
La mayoría de los campesinos pobres no tiene acceso a las tierras más productivas y al crédito para contar con la productividad necesaria para competir con otros productores agrícolas.
En las actividades comerciales es bastante común el uso del contrabando para disponer de mercancía más barata para las ventas, afectando significativamente a los productores nacionales y a los comerciantes que tienen que pagar los impuestos correspondientes.
La cobertura territorial de mercado de cada empresa es significativamente diferente, haciendo que la competencia local sea significativamente diferente de la competencia nacional.
El nivel de organización de los pequeños productores es insuficiente, lo cual afecta la competitividad con las grandes empresas en el mismo rubro.
El grado de desarrollo de los intermediarios comerciales es relativamente pequeño y con una gran diversidad.
La rotación del capital en las distintas actividades económicas afecta significativamente la ganancia anual de las empresas y hace que los capitalistas no inviertan en algunas actividades productivas que son estratégicas para el bienestar de la población. Ese es el caso de varios productos agrícolas que solo se pueden cosechar unas pocas veces al año.
La dolarización de la economía no permite utilizar políticas de devaluación de la moneda para competir en mejor forma en el mercado internacional.