En un lugar aislado del ruido de la ciudad, en el sector del municipio de Ciudad Arce, existe un lugar al que todo perro sueña llegar. No se trata de un lugar lleno de edificios de plata y oro. Pero, lo que sí abunda en ese espacio es el amor, cuidados y la atención especializada para aquellos caninos que han sido víctimas de la crueldad humana.
Se trata de la Asociación Mi Jardín de Peludos El Salvador, un espacio dedicado a ser un refugio para perros que han sido abandonados, lastimados o que simplemente necesitan un lugar en el que se les brinden los cuidados ideales. Ahí, Javier Leiva y Ernesto Chicas, junto a algunos voluntarios y colaboradores, se encargan del cuidado de alrededor de 200 perros, algo que hacen de forma altruista y desinteresada.
Con el abrir de una puerta de rejas, el recibimiento a los visitantes es un espectáculo muy emotivo. Al ritmo de su silbato, Chicas es el jefe de una manada de dos centenares de caninos que corren de felicidad para recibir a sus visitantes. Entre lamidos, patas y ladridos, los visitantes son introducidos a un mundo completamente diferente, en el que los perros encuentran un auténtico paraíso.
Una iniciativa en favor de los caninos
Mi Jardín de Peludos nació en 2001, cuando Javier Leiva tuvo la iniciativa de cuidar a siete perros cuyas familias no se hacían cargo de ellos. «Estos perros pasaban en la calle y la gente los golpeaba, otros perros callejeros los golpeaban y todo porque sus familias ya no querían hacerse cargo de ellos. Fue así como Javier tomó la decisión de tomarlos, darles un hogar, darles comida, darles medicamentos. Desde ahí nació la iniciativa», narra Chicas.
«Hace 14 años que yo me incluí en el proyecto del refugio y, desde ese entonces, hemos dedicado nuestra vida al rescate y cuidado de los animales, mayormente perros, que son los que más la gente maltrata porque son animales domésticos», explica Chicas, señalando que, actualmente, el refugio cuenta con 195 perros adultos y 20 cachorros, sumando 215 caninos bajo el cuidado de la asociación.
«Lo más que hemos llegado a tener son 250 perros. En un principio funcionamos como una iniciativa personal, así que había que sortear varias dificultades para lograr tener todos los implementos necesarios como comida, medicinas y productos de limpieza. Ahora ya estamos inscritos como una organización formal, sin embargo, siempre invitamos a la gente a donar alimentos, medicamentos o cosas de limpieza. Preferimos que no pedir dinero porque lo que nos interesa es la atención de los perros», señala.
Con la llegada de más y más perros, el día a día en el refugio va adquiriendo más intensidad. El trabajo es pesado, según explica Chicas, y requiere de mucho esfuerzo físico para atender y controlar a dos centenares de cachorros. Sin embargo, la obediencia y fidelidad que ellos muestran a quienes les dan dado una «pata amiga» es simplemente increíble
«Nuestro día comienza aproximadamente a las 5:30 de la mañana, a esa hora los perros empiezan a despertarse, aúllan y ya están desesperados por comer o salir de la galera. El día comienza dándoles de comer en la mañana, dándoles su medicación según el horario, hacer la limpieza antes del mediodía y después seguir con actividades durante el día. No somos autosuficientes. Lo que se necesita es que las personas sean responsables. Parte de nuestro objetivo es enseñarle a la población a ser responsables», señala.
Para Chicas, el refugio ha sido una experiencia de crecimiento y desafíos. Desde el cuidado de los perros hasta la necesidad de solventar los gastos y necesidades, la asociación ha ido encontrando formas de salir adelante, logrando permanecer intacta por dos décadas, en las que se han dedicado a cuidar perros y, muchas veces, a recatarlos hasta de las garras de la muerte, ya que han encontrado caninos severamente maltratados.
Los caninos, víctimas de la crueldad humana
A lo largo de estos años, Chicas comenta que han sido testigos de la crueldad humana reflejada en el sufrimiento de los perros. El refugio ha sido el espacio en el que muchos caninos han llegado luego de sufrir heridas mortales e, incluso, graves lesiones que los han dejado al borde de la muerte. Sin embargo, han logrado reponerse y ahora cuentan con un espacio de amor y comprensión en el Jardín de Peludos.
«Uno de los casos más impresionantes es el de “Habano”, un perro al que su dueño le cortó gran parte de su nariz de un machetazo. El dueño no lo alimentaba, pero tenía unos pollos ahí en su terreno. El perro, al verse con hambre, agarró uno de los pollos y, cuando el dueño lo vio, lo agarró a machetazos, cortándole la nariz. Yo pensé que Habano no iba a sobrevivir, porque la nariz es vital para los perros. Pero, después de mucho esfuerzo, acá está con nosotros», relató.
«”Enzo”es otro caso importante que nos gusta destacar porque nos enseña una gran lección. A Enzo lo compraron cuando estaba pequeño, así que era tierno y adorable. Sin embargo, cuando creció y empezó a ocupar más espacio en la casa, los dueños ya no lo quisieron y terminaron por abandonarlo en la calle. Ahí, perros más agresivos lo atacaron y le rasgaron los ojos, dejándolo casi ciego. La gente a veces compra perros porque los ve pequeños y bonitos, pero no están preparados para tenerlos y darles la vida que ellos merecen», agregó.
Las historias de sufrimiento son muchas. Pero, de igual forma, se han convertido en el testimonio viviente de cómo humanos y perros pueden convivir en paz y armonía, aunque Chicas reconoce que el trabajo para domesticarlos es duro y requiere de mucha paciencia, dedicación y constancia para alcanzar el objetivo.
«Cuando los perros vienen al refugio les damos un proceso de inducción. Primero, los mantenemos aislados y los incluimos poco a poco a la manda. Luego, cuando ellos van tomando confianza, se van integrando al grupo y ahí va fomentándose la convivencia. De igual forma, durante ese período de adaptación verificamos que no tengan enfermedades contagiosas, para evitar que se haga una crisis de salud en la manda. Es todo un proceso el adaptarlos», explica.
El Jardín de Peludos es, sin lugar a dudas, un espacio para que los perros encuentren el abrazo amigo que la sociedad muchas veces les niega. Sin embargo, Chicas reconoce que aún hay mucho por hacer y que el trabajo nunca será fácil. Pero, también, reafirma que lo hacen con toda la dedicación y amor que les sea posible.
«Nosotros siempre vamos a hacer nuestro trabajo, pero también queremos invitar a la gente a ser más responsables. No se puede comprar un perro solo porque se mira bonito. Requiere trabajo, cuidados y amor. La gente debe entender que los animales también son parte de este mundo y que no es un mundo solo para nosotros, los humanos. No somos dueños de la parcela, sino que tenemos que tener empatía y aprender a convivir con los animales de la mejor manera», comentó Chicas.
Si usted desea ayudar a la Asociación Mi Jardin de Peludos El Salvador, puede contactarlos a través de sus redes sociales:
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