Dentro de las interminables vetas de la numismática, la historia se encarga de sorprender y poner en trabajo a los coleccionistas quienes buscan tesoros por su rareza, por lo antiguo, por su singularidad y por la exclusividad de las piezas que van descubriendo y, con suerte, recolectando.
En una de esas vetas por explorar están las monedas provisionales, muy poco conocidas y coleccionadas entre el mundo de los numismáticos, por eso su existencia se eleva a reliquia, a tesoros que la historia poco a poco va develando.

Miguel Ángel Villavicencio es un coleccionista y apasionado por las monedas y billetes antiguos, y en esa constante búsqueda fue recolectando información sobre las monedas provisionales y de la existencia de varias, aunque no tantas, en manos de otros coleccionistas.
Con todo ello decidió armar el primer catálogo en su tipo en El Salvador. Para hacerlo reunió lo que él y otros versados en la historia de las monedas conocen y con la poca información que aún sobrevive, sobre todo porque el Archivo General de la Nación se quemó en 1889.
En países como Guatemala, en donde también tienen su propio registro de estas monedas, existen ya catálogos. Sin embargo, en El Salvador nunca se había hecho un registro y clasificación de estas en un solo libro que fue bautizado como «Monedas provisionales del Estado del Salvador. 1828-1835», en clara alusión a la forma en que se escribía a principios del siglo XIX.
«Es un listado con una clasificación de estas monedas, porque no había uno. A nivel mundial existe uno, pero no había una buena clasificación del país. Yo aproveché hacer un ordenamiento y un poco de historia para que sepan cuál es el origen de estas monedas. De momento, este es el más completo que existe como referencia útil para los coleccionistas, que sea ilustrado y bien descriptivo, y que se pueda ir ampliando», comenta Miguel Ángel.
Para comprender de qué se trata este tesoro que poco a poco ha ido dejándose descubrir lo primero es conocer ¿cuáles son las monedas provisionales?
Monedas de guerra
De acuerdo con la historia, las monedas provisionales surgieron en el marco de la Federación Centroamericana, cuando solo Guatemala contaba con una ceca o casa para acuñar monedas. El resto de los países contaban con una circulación bastante pobre de monedas. Eran tiempos álgidos en los que la Independencia aún estaba asumiéndose y los políticos locales no terminaban de asentarse en el nuevo régimen, ahora, en sus manos y no bajo órdenes de la corona española.
En este reacomodo político se suscitó una guerra civil que tuvo dos periodos, en los que se sitúan en El Salvador las monedas provisionales: el primero de 1828 a 1829 y, el segundo, de 1832 a 1835, en los años del medio hubo una relativa paz.
De esta manera, la creación de estas monedas se dio en tiempos de guerras internas. Se utilizaban para pagar a los soldados y de allí estas llegaban al resto del pueblo que las recibía en pago. Miguel Ángel narra en su libro que se decretó, para poderlas crear, que las iglesias donarían la plata para acuñarlas.
Hacerlas de otro material las rebajaba a febles o adulteradas, es decir, que eran una aleación de varios metales, incluyendo cobre, y no de los nobles como plata y oro. Posteriormente, narra el coleccionista, sí hubo falsificaciones «oficiales», porque monedas provisionales febles se acuñaron por el mismo Gobierno que, desde luego, nunca lo reconoció, y en su lugar salió a retirarlas de circulación al saberse descubierta la impureza de ellas.
Estas monedas acuñadas por una ceca improvisada, en comparación con la de Guatemala, contaban en el anverso (cara principal) con la leyenda «Por la libertad del Salvador», su escritura varía según el año del cuño y puede tener «errores» que corresponden a la forma en que se escribía en ese momento. Por ejemplo, algunas tienen esta cita con la palabra «livertad», otras abrevian «salv». Estos detalles son los que ahora hacen que esas piezas sean más apetecidas por los devotos de la numismática, por su rareza y detalles únicos.
Un sistema de clasificación
Miguel Ángel estableció una forma ordenada de seguirle los pasos a estas monedas, un sistema de clasificación que marcó por el contexto, principalmente por el jefe supremo en turno (cambiaban rápidamente), el año y los detalles propios del cuño. «El mérito mío, más que coleccionar, ha sido la de reclasificar con un método propio a partir del tiempo y el contexto», reconoce.
Así, con paciencia y un nivel de observación que solo nace de la fascinación por las monedas, el autor ha dado seguimiento a los diseños o cuños que se hicieron en los dos periodos mencionados, según las unidades que se conocen, que están en su poder o en manos de la red de coleccionistas internacional.

De esta manera, de 1828 hasta 1835, es decir, desde Mariano Prado hasta Nicolás Espinoza, como jefes supremos, Miguel Ángel ha clasificado un total de 122 variedades o diseños distintos, de los que la mayoría son de denominación de dos reales y de un real, se han clasificado por tipos, según el año de cuño.
Es, precisamente, por ser de un período tan corto que su existencia actualmente es un evento porque muchas de ellas salieron de la región en 1900, se quedaron en manos extranjeras; otras se enterraron y salieron en botijas tras los terremotos de 2001 y otras se dieron a conocer en 2016, después de la muerte del más grande coleccionista de monedas centroamericanas, Richard Stuart.
Es por eso y por la falta de información por el archivo quemado que aún quedan pendientes como saber dónde estaba esa ceca provisional, quiénes eran los ensayadores (quienes dan fe de la calidad de los metales preciosos), o quiénes fueron los que más adelante falsificarían resellando con otra fecha monedas provisionales.
DETALLES QUE HABLAN
Los detalles de cada una de las monedas, como a una autopsia, revelan parte de la historia. La aparición del volcán de Izalco, conocido como «el faro de Centroamérica», en los diseños de estas monedas que serían las primeras del país son la búsqueda de su autonomía y ya se perfilaba como símbolo nacional. Años después, en 1865, en el diseño del primer escudo estaría oficialmente un volcán, evocando al de Izalco y siendo solo uno; en lugar de cinco como lo estaba en las monedas federales.
En un primer momento, el volcán estuvo en el reverso de las monedas provisionales, luego pasaría a acompañar el lema principal «Por la libertad del salvador». En esos primeros cuños, estaba en el anverso el gorro frigio sobre una columna, que era símbolo de la liberación de la esclavitud. Este tampoco desapareció y pasó al reverso de las monedas junto a la leyenda «Moneda provisional».
Las monedas también contaban con la denominación en el anverso, el lema principal y una letra al final que hacía parte del sello del ensayador. Mientras en el reverso dos letras S, de San Salvador, acompañaban el símbolo (volcán o gorro frigio, según el caso), el lema secundario y el año.
Miguel Ángel reconoce que este es un catálogo abierto y que podría seguir editándose en la medida que se descubran más de estos tesoros históricos. Mientras tanto se dedica a compartir lo ya encontrado.