Por quinto mandato, Daniel Ortega será el presidente de Nicaragua, en unas elecciones que para la oposición salvadoreña son «democracia pura» y perfeccionan un Estado de derecho digno de ejemplo para el mundo.
Con más del 76 %, Ortega es reelegido como presidente, celebrado por aquellos que han hecho berrinches y convocado marchas para la no reelección presidencial en El Salvador. Increíblemente, en Nicaragua todos los contrincantes para estas elecciones presidenciales están en la cárcel, de los que, según las encuestas, cualquiera hubiera ganado y como comprenderán no es tan difícil ganar cuando tus rivales no pueden presentarse a la competición.
Esta reelección es celebrada por líderes del partido zombi FMLN. Los mismos que en sus marchas dicen estar en contra de la «dictadura» en nuestro país, los mismos que engañan a ancianos para traerlos a las marchas, los mismos que usan niños para reproducir sus mensajes incoherentes, los que se quejan ante la comunidad internacional de que en nuestro país no existe un Estado de derecho, que no existe un sometimiento pleno a la ley, que no existe una verdadera separación de poderes. Ellos están celebrando la dictadura en Nicaragua, un país en el que existe un autoritarismo total, un orden social opresivo y una grave vulneración a los derechos fundamentales, a la libertad de expresión y de pensamiento.
Por supuesto que en nuestro país se pueden organizar marchas, es parte fundamental de un Estado pleno de derecho, aun marchas absurdas como las que ha tratado de organizar la «oposición» en las que ha hecho lo que ha querido, en las que ha caído en actos vandálicos al dañar propiedad del Estado y propiedad privada y eso no debería ser parte de una protesta. Marchas en las que no se ha visto el más mínimo acto de represión; al contrario, en Nicaragua, en la marcha de abril de 2018 existió una fuerte represión, en la que como consecuencia muchos nicaragüenses tuvieron incluso que salir del país y en la que, según datos oficiales, murieron más de 300 personas. Todo esto por no estar de acuerdo con el régimen.
Por supuesto que las elecciones en Nicaragua fueron una triste obra de teatro montada por el sandinismo; por supuesto que fueron antidemocráticas y a todas luces carecen de legalidad y de legitimidad, son elecciones viciadas que incluso tendrán para Nicaragua consecuencias internacionales. Se debe ser desvergonzado para celebrar la reelección de Ortega y decir que se está luchando en contra de una «dictadura» en El Salvador.
Desde que el nuevo Gobierno entró en funciones, el FMLN ha sido una piedra en el camino para el desarrollo de nuestro país y, por ende, para toda la población salvadoreña. Jamás debemos olvidar el bloqueo inhumano que costó vidas en lo más álgido de la pandemia el año recién pasado, ni tampoco la corrupción y el desfalco estatal que por años practicó.
Y cómo no van a celebrar la dictadura de Ortega, si además de, obviamente, identificarse con los ideales del sandinismo, este paupérrimo pseudopartido político que desaparecerá pronto sabe que tiene en Nicaragua su guarida para huir y evadir la justicia salvadoreña, guarida de la que tarde o temprano tiene que salir, porque la justicia siempre llega.