Por casi un año y medio, el Gobierno del presidente Nayib Bukele ha hecho una lucha continua contra la pandemia de la COVID-19. Se superó la galopante oposición político-legislativa con determinación y sin instrumentalizar a la ciudadanía, pero sobre todo se han tomado decisiones importantes con criterio sanitario y se ha mantenido una sola filosofía: la defensa de la vida ante el virus, que llegó para cambiar los hábitos, las costumbres y los paradigmas de la humanidad.
Hoy ya es oficial en el país la llegada de la variante delta, una mutación del SARS-CoV-2 que es mucho más fuerte y que afecta con más fuerza a los jóvenes. Es en este contexto donde es importante hacer varios énfasis, sobre todo porque se está en un período festivo y vacacional donde hay riesgos de mayor contagio, ya que suelen darse aglomeraciones. Ahí es donde se generan claros focos de transmisión del virus y el riesgo se incrementa.
En las anteriores vacaciones de Semana Santa, las fotografías de las playas desbordadas fueron algo común. No debería ser así, porque la pandemia aún no ha terminado y esas concentraciones son el reflejo de que muchos salvadoreños no asumen la responsabilidad que les corresponde, porque el cuidarse a sí mismos y al núcleo familiar es proporcional a la responsabilidad con el entorno cercano, ya que está demostrado que este tipo de manifestaciones son caldo de cultivo ideal para que la COVID-19 se propague.
Por ello, a pesar de que El Salvador mantiene un excelente ritmo de vacunación en camino de lograr la inmunización colectiva, hay una aparente relajación al momento de asumir las medidas que nos permiten generar una barrera contra el virus. Ni el Gobierno ni las autoridades del Ministerio de Salud pueden ser «gendarmes sanitarios» y andar persiguiendo a la ciudadanía, aunque el decreto transitorio 90 es claro: el uso de la mascarilla como una primera barrera contra la COVID-19 es obligatorio. He ahí la importancia y la conciencia colectiva que debe prevalecer en estos días y de manera permanente.
El otro llamado importante es a los negocios y a los sitios turísticos privados. El Gobierno ha sido consecuente en relación con los lugares públicos-estatales y no ha frenado la actividad económica, en clara sintonía y afán de que el país siga manteniendo el ritmo de recuperación para no afectar el desarrollo nacional, un pilar de las políticas del presidente Bukele, porque el país lleva un buen ritmo pese a los efectos de la pandemia a escalas local e internacional.
Sin embargo, aunque hay lineamientos sobre la capacidad máxima de restaurantes, bares, almacenes y lugares de esparcimiento, es evidente el descontrol y el abuso de algunos propietarios con el afán de lograr réditos para sus bolsillos. Nadie se está oponiendo a esto. Pero, de nuevo, la responsabilidad debe ser compartida más allá de la aplicación del alcohol en gel, el distanciamiento entre las mesas, la ventilación de los lugares y otras iniciativas de bioseguridad que siguen siendo la clave. ¿De qué sirven lugares repletos de clientes y una economía de consumo galopante, si sus ciudadanos terminarán enfermos? Es un contrasentido que conlleva una seria reflexión.
Dicho esto, el Gobierno y el gran ejército de médicos, enfermeras, laboratoristas, paramédicos y el resto del personal sanitario continúan haciendo su trabajo en la red hospitalaria nacional, atendiendo con profesionalismo, empatía y sensibilidad todos los casos, incluyendo la asistencia vía telemedicina y la entrega de paquetes alimentarios del Programa de Emergencia Sanitaria (PES), una iniciativa que junto con el incremento del salario mínimo vigente desde ayer generará un impacto positivo en los bolsillos de la gente, que de manera honrada y sin sobresueldos aporta a construir un gran El Salvador.
Es así como invito a que todos disfrutemos de las vacaciones agostinas, pero que lo hagamos con el compromiso de seguir cuidándonos, porque nadie quiere volver a un encierro que, pese a ser cuestionado y utilizado por los opositores como arma política, fue la idea más acertada para evitar los escenarios como los que vivieron los países europeos y otros latinoamericanos. La libertad es algo muy preciado, pero el derecho a la salud de la sociedad debemos cuidarlo entre todos. ¡No bajemos la guardia!