La vida se pasa mientras la gente está deseando o sufriendo por no poseer lo que desea. Esta sí es una tragedia, la más grande de las desgracias; no vivir plena e intensamente por pasar deseando o sufriendo por no poseer lo que se anhela. Así de absurda es la realidad humana, la comprensión inadecuada de lo que realmente es importante.
Se necesita ser valiente para vivir conscientemente, cada instante con la seguridad que ese segundo es más que sustancial, no por lo que hay delante de él, sino porque es. Cada persona y cada circunstancia tienen una valía en cuanto se comprende la trascendencia de esta y se acepte la vivencia plena con osadía.
Empero, es de aclarar que no se está refiriendo en este escrito a las personas que anhelan tener lo dignamente necesario, ese es un deseo legítimo y que cada nación debe buscar la forma de crear las condiciones de vida digna para su pueblo. No, a lo que se refiere esta postura es a no degustar la vida por esperar lo que no se tiene.
El maestro de la trova y la metáfora Joaquín Sabina suele decir: «La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil que cuando uno empieza a aprenderlo ya hay que morirse». Es una segunda tragedia expuesta, ¿no? Es en esa vejez sabia que está cerca la muerte, cuando la gente vislumbra la importancia de la existencia y no de las cosas.
Por tanto, es necesario degustar cada instante con su propia faena y peculiaridad, se tenga mucho, se tenga poco, al final se puede disfrutar de la misma manera, cuando se ha aceptado que lo único que se necesita para ser feliz es tener vida y saberla disfrutar tal como es y en las circunstancias que se tengan.
La maestra de la pluma Emily Dickinson dijo: «Para siempre está compuesto de ahoras». El eterno hoy es la única característica trascendente que se necesita para disfrutar la vida y sus instancias, sin necesidad de andar deseando más de lo que se necesita; al final, todo es siempre equilibrio, no compensación.
No tema pues, querido lector, soltar lo que no le permite avanzar, sobre todo dejar ir lo que no le aprueba disfrutar la vida. Que cada minuto de vida huela a madrugada fresca, a ternura apacible y sincera; no comprometa la calidad de la vida por andar deseando, anhelando o envidiando más allá de lo que necesita para ser feliz.
Viva su vida con intensidad, plenitud y consciencia, eso es todo lo que se precisa, dos personas saboreando un sorbete disfrutan igual, aunque uno pagó $8 por uno y la otra persona $2 por el suyo; ojalá comprendiéramos que las cosas se degustan no por poseerlas, sino por saber qué hacer con ellas.
Facundo Cabral lo describía hermosamente: «Presta atención al presente para no desviarte de lo importante, que el pasado no vuelva a distraerte». No se distraiga por no tener, por no saber, por no alcanzar, pues al final, todo llega cuando debe llegar, cuando el Dios Santísimo sabe que se está preparado para degustar lo adquirido.
Degustar, no poseer, saber qué hacer con lo tenido y no anhelar lo adquirido solo por poseerlo… ¿Está preparado para cambiar ese esquema mental? Espero que sí, pues sino es así, la vida seguirá yéndose, diluyéndose, sin haber podido deleitarse como lo que es, un viaje intenso en el que se encuentra lo que realmente vale la pena.