Con el enemigo al acecho, llámese partidos de oposición, organizaciones de fachada, falsos periodistas o pandillas, lo más prudente era no revelar los detalles estratégicos del Plan Control Territorial.
Es un hecho que la guerra, hoy ya declarada, contra las pandillas inició desde aquel primer día en que el Gobierno asumió el compromiso de convertir al país en un lugar libre de ese flagelo que lo atormentaba y no le permitía enrumbarse, de una vez por todas, en el camino del desarrollo. Y claro, como en toda guerra, se deben aplicar las estrategias que lleven a conseguir los objetivos de manera efectiva. Una de esas estrategias, aparte de solo enumerar sus fases y divulgar procedimientos que no pusieran en riesgo su ejecución, era no revelar los detalles sutiles que al final garantizarían el éxito. Para eso, los responsables del plan tuvieron seguramente que rodearse de gente que les aportara lo necesario, por ejemplo, criminólogos, especialistas en estrategias militares y de seguridad pública, sociólogos, etcétera.
La tarea no ha sido fácil, porque así como el Gobierno y quienes lo acompañan en esta lucha cerraron filas para no dejar espacios que hicieran fracasar el plan, también los enemigos de la sociedad, mismos que menciono en la introducción de este artículo, se han unido en un solo bloque echando mano de artimañas como la mentira y la desinformación para oponerse, sin importarles que es la misma gente la que clama y apoya las acciones.
Esto último que menciono es en verdad importante porque sin el respaldo y la colaboración de la comunidad hubiese sido una labor muchísimo más complicada. Fue, sin duda, el valor y la determinación mostrada por las autoridades lo que hizo a la población, que siempre se había visto temerosa e indiferente, perder por fin el miedo y comenzar a hacer las denuncias que han permitido que buena parte del plan sea un éxito.
Tal efectividad pone también en evidencia la falsedad de aquellos que siempre pregonaron, ya sea por incapacidad, maldad o conveniencia, que vencer a las pandillas era imposible. Otros, incluso, hasta han cometido la estupidez de decir que estas son necesarias y que erradicarlas podría ser contraproducente. Jamás imaginé que llegaría a oír de alguien tal tontería si no fuera porque le beneficia la existencia de esos delincuentes.
En un orden de prioridades, el combate a la criminalidad siempre aparece en primer lugar, esto porque solucionando ese problema es mucho más fácil resolver el resto, además de que cada recurso destinado para eso redunda en una recuperación de la mayoría de los rubros que hacen crecer la economía.
Se incrementa el turismo y la inversión a gran escala, anima a la gente a emprender en algo que mejore sus ingresos, favorece la movilidad entre las comunidades, mejora la salud mental de las personas beneficiando enormemente la convivencia. En fin, todos los ángulos de la vida se ven mejorados.
Este plan ha sido tan efectivo que incluso está siendo observado por otros países que igual sufren el flagelo de la delincuencia, ya sea en mayor o menor escala.
La labor todavía no concluye, falta mucho por hacer, pero no cabe duda de que se va por el camino correcto.