En nuestro país, al referirse a la embajada se entiende que es la de Estados Unidos (EE. UU.). Si le dices a un taxista «llévame a la embajada», él sabrá y se dirigirá a Santa Elena, no te llevará a la embajada de Perú, por ejemplo.
En el ámbito político, económico o social es lo mismo. Frases como ¿qué dice la embajada?, son típicas. Antes se decía: este quedó de presidente porque así lo quiso la embajada, o, peor aún, a este lo puso la embajada, y así sucesivamente.
Pues ahora no es así y se tendrán que ir acostumbrando.
Capres fue un anexo de la embajada; era común ver entrar y salir al personal de esta en los despachos de los ministros, de las autónomas o de cualquier institución pública, Asamblea, Corte, para dar los lineamientos a seguir. Es más, en algunas tenían a un asesor permanentemente.
EE. UU. ha sido y será un socio comercial, diplomático y vecino confiable por siempre, pero como buenos amigos: ni tú me dices qué hacer en mi casa ni yo en la tuya. Y siempre nos vamos a apoyar. Como buenos amigos y vecinos compartimos los mismos principios.
La definición de «independencia», según la Real Academia Española, es cualidad o condición de independiente, libertad, especialmente la de un Estado que no es tributario ni depende de otro, entereza, firmeza de carácter.
Es bien sencillo. El Salvador, según nuestra Carta Magna, es independiente y libre, no dependemos de otro Estado ni tributamos a otro Estado, y hoy tenemos un líder con entereza y firmeza de carácter.
En EE. UU. viven y trabajan al menos 2.5 millones de compatriotas, más o menos; el 99.9 % contribuye con su trabajo e impuestos a los objetivos de esa gran nación al desarrollar los trabajos más pesados, desde limpieza, cocina en restaurantes, construcción, trabajos agrícolas, hasta mantenimiento de yardas, etcétera. El sistema está diseñado para absorber el 80 % de los ingresos, el ahorro es mínimo, sirve para pagar los «biles», muchas veces en condiciones inclementes en cuanto a clima, discriminación, salubridad; pagan los impuestos y muchas veces no son retribuidos en salud u otros beneficios por el estado de su condición migratoria, así que no es aceptable decir que somos una carga.
Los gobiernos centroamericanos y de Latinoamérica deberían de llevar a cabo una campaña para hacer ver que en lugar de carga somos una fuerza importante para mantener esa economía con salarios bajos y en crecimiento.
El mayor porcentaje de nuestras exportaciones tienen por destino a EE. UU., y las remesas contribuyen en el orden de los $6,000 millones anuales con un 23 % de nuestro PIB y con la dinamización de nuestro consumo e inversión interna.
El punto acá es que somos socios, somos aliados, nosotros contribuimos en su economía y ustedes nos dan acogida. Este servidor, como emigrante, no se puede quejar, trabajamos con parte de mi familia allá y eso nos ayudó a salir adelante y ayudar a los de acá. No fue fácil, fueron años duros, de sacrificio, pero gracias a nuestro socio salimos adelante. Me enfermé, me llevaron al hospital y me salvaron la vida, se los agradecemos en el alma.
¡Pero, miren, acá entre cheros, no porque ustedes vivan en Santa Elena y tengan pisto van a llegar a mi casita humilde de acá de la Curruncha a decirme qué tengo que hacer!, ¡y seguimos siendo cheros! No solo porque ustedes sean fuertes y nosotros chiquitos y pechitos vamos a tener que obedecer sin protestar, también tenemos nuestros puntos de vista, nuestra forma de pensar, nuestra forma de decidir, nos conocemos entre nosotros, sabemos quién es quién, sabemos lo que nos conviene. Es cierto que los admiramos porque ustedes son ordenados, porque en su casa se obedecen las leyes, la mantienen limpia, son educados, respetuosos, son metódicos, trabajadores, éticos. Las más de las veces respetan al ser humano, a veces no; mantienen todo en orden y son productivos, por eso los admiramos. Nosotros queremos ser como ustedes. Dennos la oportunidad; pero también nosotros somos trabajadores, la mayoría somos gente honesta y emprendedora. Nos faltan muchas cosas, pero estamos intentándolo. No quisiéramos que nuestros hijos corran a su casa porque acá no hay comida, estamos trabajando en ello. Cuando necesiten un socio, siempre estaremos acá. Defendemos los mismos principios democráticos; a veces no estamos de acuerdo con lo que ustedes hacen en su casa o a quién escogen para dirigirla, pero no vamos a criticar o nuestro representante les dirá qué hacer o qué no, ni les pedimos que protejan al que no cumple las leyes. Y no hacemos listas, tampoco. Cuando hemos necesitado chirilicas, nos las han prestado; es cierto, pero siempre honramos nuestros compromisos, no por eso tenemos que hacerles caso en todo. Haremos lo que hacen, no lo que dicen.
A lo largo de la historia, nuestros caminos se han entrecruzado. ¿Cuántos compatriotas nuestros defendieron su bandera en la Segunda Guerra Mundial?, ¿cuántos prestaron servicio en Corea y Vietnam? Fuimos parte de los aliados en la II Guerra Mundial. Vean la historia: cuando hemos tenido emergencia, ustedes han sido los primeros en enviar ayuda; cuando han tenido la necesidad en los medios diplomáticos, ahí hemos estado como país soberano dando nuestro voto. Es cierto, intervinieron en nuestra pelea interna, pero al final fuimos los salvadoreños los que nos pusimos de acuerdo; no nos fue bien al final, pero fuimos nosotros los que decidimos. También tenemos derecho a decidir quiénes son nuestros otros amigos, con quién hacemos negocios, con quién salimos a echarnos un parcito. No los criticamos a ustedes en ese sentido ni en ningún otro, a veces los criticamos entre nos, pero nunca les diremos qué hacer y esperamos lo mismo de ustedes.
Les agradecemos todo eso. También, ustedes sé que agradecen nuestro apoyo. Sigamos adelante, siempre serán un buen ejemplo de vecino fiel. Los que nos conocen de lleno saben que también nosotros somos confiables, que a uno de los nuestros nunca lo dejamos solo, que cuando nos necesiten ahí estaremos.
Pero eso sí, nuestra casita… no está a la venta.