A pesar de que André Guttfreund inició su carrera en el teatro, la visita del cineasta italiano Roberto Rossellini a El Salvador lo impulso a cambiar de rumbo y orientarse al cine, algo que asegura «no estaba» en sus planes.
Mucho menos habría esperado lo que la vida le tenía preparado más adelante, cuando en 1977 ganó, con el corto «In the región of Ice», el único premio Óscar en manos, no solo de un salvadoreño, sino también de un centroamericano.
Se describe como alguien apasionado y comprometido, muy interesado en la enseñanza, guiando a jóvenes cineastas que se van involucrando en el mundo del séptimo arte. Y asegura también que nunca trabajaría en proyectos que estén fuera de sus principios.
En la actualidad, se encuentra involucrado en la posproducción de la película guatemalteca «Gol de Plata»; y trabaja con el salvadoreña Óscar Torres, reconocido por su guion de «Voces Inocentes», en su nuevo proyecto «Te adoro». Esto relató André Guttfreund en conversación con Diario El Salvador.
¿Quién es André Guttfreund?
Alguien muy apasionado por lo que me interesa, y eso incluye enseñanza, incluye mentorar a jóvenes que tienen la pasión, compromiso, y talento para lo «mío nuestro» que es el cine; pero vengo originalmente del teatro, así que eso ha tenido mucha influencia sobre cuáles son mis talentos y cuáles son mis contribuciones en las películas que hago, nunca pretendo saber lo que no sé. Me rodeo con gente que tiene talentos que yo no tengo, nunca he estado al lado técnico de las cosas, para eso yo confío y dependo en aquellos que tienen la pasión para eso como yo tengo para lo que está enfrente de la cámara.
¿Cómo descubrió su pasión por el cine, y decidió dedicar su vida al séptimo arte?
Yo no hubiera terminado en cine si Walter Béneke, cuando era ministro de Educación y Cultura (1967-1972), no me hubiera dicho que tengo que regresar a El Salvador para contribuir, porque él había empezado Televisión Educativa, canales 8 y 10, y tenía un grupito, incluyendo Roberto Salomón, Bobby Murray, Carlos «Mamuco» De Sola… habían varios que él había reclutado para trabajar en gobierno, cuando ninguno de nosotros o nuestros familiares lo habían hecho, lo que me dijo fue: «es tiempo de que tú contribuyas con algo al país que le ha dado tanto a tu familia», y yo le dije «tenés razón»; entonces, cuando vine a trabajar en Televisión Educativa, donde la doctora Irma Chávez Velasco (Irma Lanzas, escritora y educadora) era la jefa.
Mi trabajo era traer asesores para entrenar a nuestros jóvenes, incluyendo el grupito de cine, que eran 4, de edades de 18 a 21 años. Y en el proceso yo fui al conservatorio del American Film Institute (AFI), buscando gente que pudiera ser bilingüe, que pudiera venir aquí a asesorarnos. En el proceso de hablar con Antonio Bellani, que era jefe de la AFI en ese momento, él me dijo que había recibido una carta de su gran amigo, Roberto Rossellini, que es el padre del neorrealismo italiano, uno de los grandes movimientos del cine que tuvo mucha influencia en el mundo, cine que se hizo inmediatamente después de la guerra mundial, en los escombros; entonces él (Rossellini) le había escrito (a Bellani) diciendo que había leído lo que estábamos haciendo en El Salvador, y que quería mucho venir a visitar, sin saber que yo andaba ahí para entrevistar gente. Entonces yo le hablé a la doctora (Irma Chávez Velasco), desde la oficina de Tony (Bellani) y Rossellini vino (a El Salvador) y ahí fue que me interesó y apasionó de irme del teatro al cine, porque no estaba en mi cabeza antes, y yo había dirigido una obra, «Rosencrantz y Guildenstern han muerto» de Tom Stoppard; él vino (Rosselini) a la obra y me dijo «tú tienes que estudiar cine, porque dirigiste eso como si fueses cineasta» yo no tenía la menor idea, eso no estaba en mi cerebro, y Tony ahí me ofreció beca.
Entonces, parte de lo que soy yo, es esa combinación de ser salvadoreño, que salió para afuera, para estudiar algo que aquí es difícil ganarse el pan con eso, para regresar a aportar, para que alguien que traigamos, de esa envergadura, de ese tipo de talento como Rossellini, me invite a mí a cambiar mi vida.
¿Cuáles son las películas que más han marcado su carrera y su vida?
Es muy difícil para mí decirle «ésta y ésta», porque hay tantos diferentes géneros, y no soy alguien que me he casado con un lenguaje cinemático particular. Entonces hay películas latinoamericanas que me han marcado, «Pixote, 1980» por ejemplo, la «Ciudad de Dios, 2002», ambas películas brasileñas. «El Topo, 1970» de (Alejandro) Jodorowski, porque es una locura que alimenta la imaginación, es un realismo mágico y al mismo tiempo tiene un elemento abstracto que me impresionó mucho. Está la comedia uruguaya que me encanta, que se llama «Los Modernos, 2016», que es como Woody Allen va a Uruguay, porque yo nunca había visto ese tipo de película latinoamericana combinando esos elementos. Me gusta Roberto Rossellini y el movimiento del neorrealismo, porque es tan natural todo, la mayoría no son actores profesionales, sino que son los personajes que él estaba buscando. «Once, 2007», una película simple y honesta, con talentosos músicos, y uno cree que van a terminar como pareja, pero solo profesionalmente lo hacen, se crean expectativas, pero uno no termina decepcionado porque no se llenan clichés. Una de las películas favoritas del año pasado es para mí «C’mon C’mon, 2021» con Joaquin Phoenix, que es fabulosa, pero nadie le prestó atención.
¿Qué circunstancias lo llevaron en el American Film Institute a adaptar la historia con la que ganó el Óscar?
Todos los días teníamos que presentar proyectos para nuestra película, nuestro corto de tesis, de esos 10 aceptaron cuatro proyectos, y yo me hice amigo muy cercano de un muchacho (Peter Werner) que solo había hecho documentales, yo había hecho teatro, pero nunca había hecho cine, lo estaba estudiando, pero nunca había hecho un corto propio. Entonces decidimos que lo ideal es que trabajemos juntos, porque yo había estudiado y sabía, y tenía mis talentos desarrollados en áreas que él no; él era un gran apasionado para la cámara que yo conocía en ese momento poco, lo técnico de la cosa, y nos juntamos para hacer nuestra película de tesis sobre un gran cuento (In the región of ice), con una gran escritora latinoamericana, Joyce Carol Oates, que es una de las más prolíficas en la historia del idioma inglés, y el resultado fue una buena película que ganó el Óscar. Ninguno de los dos nos habíamos imaginado que eso fuera posible.
¿Qué es lo que usted no haría en el cine?
El trato de la gente, a mí no me gusta trabajar con gente que abusa de otros. Para mí es importante reconocer y abrazar el nosotros, tenemos diferentes talentos, debeos respetar, debemos apreciar, pero al mismo tiempo tenemos que estar abiertos a que no estén de acuerdo con nosotros. Yo estoy siempre abierto a que alguien me dé una sugerencia, pero ellos también deben estar abiertos a que yo la rechace. Es un camino de dos vías en ese sentido.
A mí me gusta tener un crew que tenga bastantes mujeres, me siento cómodo en situaciones mixtas en ese sentido. Tradicionalmente muchos de los sets cuando comencé a trabajar eran muy machistas. Debe haber un respeto mutuo.
A mí no me gustaría trabajar en proyectos en donde la filosofía del guion, la postura de la historia sea algo que esté en contra de mis principios. O que interpretaciones de la historia estén desequilibradas o pervertidas para favorecer a un lado con el que yo no estoy para nada de acuerdo. Yo estoy comprometido con que sea la mejor película posible, y si para hacer eso yo tengo que llegar a querer a alguien que está haciendo cosas que yo no respeto, o que yo no estoy de ese lado de la filosofía o política del tema, tener empatía con ellos, tratar de convencer al mundo que así debería ser la interpretación de ese tema, yo no pudiera. Yo tengo que estar de acuerdo emotivamente con lo que estamos vendiendo, con lo que estamos tratando de hacer para que el público se involucre con la película. Por ejemplo, yo no sería bueno para propaganda, porque no creo en blanco y negro, yo creo que en todo lo que tenemos en la historia hay sutilezas, y en todo lado del asunto hay gente buena y no buena, pero cuando todo se separa, que todo esto es malo y todo lo demás es bueno, entonces ahí es muy complicado. Yo vivo el trabajo que hago, estoy 24 horas comprometido con lo que estoy haciendo, con la película con la que estoy involucrado, entonces quiero poder dormir bien.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
Estamos terminando la postproducción para «Gol de Plata» (del director Kenneth Müller), que es una película guatemalteca, en donde participamos un grupo de salvadoreños. Eso de desarrollar el cine a nivel regional es muy importante porque si solo desarrollamos el cine nacional, los presupuestos necesariamente van a ser más bajos, aparte de que tenemos mucho en común. Impulsarnos como Centroamérica también es importante, para también tener más peso en la producción, usar los mejores talentos, no solo locales, sino regionales. Al mismo tiempo tenemos que desarrollar los cuentos propios, a donde usamos nuestros actores, nuestros guionistas, nuestras locaciones, para retratar y compartir un El Salvador distinto a lo que la mayoría de la gente del mundo conoce.
Entonces, por un lado «Gol de Plata», que estamos terminando. Estoy trabajando también con Óscar Torres (guionista de Voces Inocentes, 2004), para explorar todo lo que podamos explorar para hacer su excelente guion «Te adoro» acá, en el país.