Sabemos que la pandemia ha traído cambios para todos, pero poco se habla del impacto que ha tenido en la salud mental de los niños. Ellos nunca habían estado tanto tiempo en casa ni se habían sentido tan limitados. Debido a que sus principales actividades —el juego, la familia y la escuela— han cambiado de forma radical, no es raro que su comportamiento también cambie.
En la práctica clínica, los padres cuentan que, desde que inició la crisis sanitaria, sus hijos están más estresados, rebeldes, tienen problemas para dormir o se muestran tristes. Sin duda, los niños están más alterados porque sienten muchas emociones por los cambios, y la mayor parte de las veces no saben cómo expresar que tienen miedo de contagiarse o que temen por la salud de sus familiares. Algunos incluso han tenido que enfrentar la separación o la muerte de un ser querido.
Aunque no expresen todas estas emociones, usted puede ayudar al preguntarles qué y por qué se sienten así. Es comprensible que no sepa si lo hace de forma correcta, pero tenga en cuenta que una respuesta como «estoy bien» o «estoy mal» puede significar en realidad que el niño no sabe cómo se siente, que está aburrido o enojado o que considera necesario hacer cosas desagradables para que le presten atención.
Otra práctica aconsejable consiste en replicar lo que Unicef llevó a cabo en Paraguay en agosto de este año. Se trató de un taller virtual que contó con la participación de 50 niños, a quienes les pidieron que expresaran en un papel con dibujos o palabras todo lo que habían sentido a lo largo de la crisis sanitaria. Algunas de estas frases fueron las siguientes: «Quiero correr y salir a recreo», «Tengo miedo de que mi mamá se vuelva a enfermar», «Extraño a mis amigos», «Tenemos más tareas que antes». Si estas expresiones —que evidencian miedos y necesidades— no son atendidas, pueden traducirse en malas conductas, cambios de humor y malestares físicos.
En todo caso, si su hijo se está portando mal, no escoja el castigo físico como solución, pues puede generar distanciamiento, miedo y rencor. Además, la violencia puede afectar su autoestima y su salud mental a corto y largo plazo. Menciono esto porque se relaciona con el «Informe sobre la situación mundial de la prevención de la violencia contra los niños 2020», de la OMS, que señala que la mitad de los niños del mundo sufren violencia física, psicológica y sexual, y que la violencia viene generalmente de sus cuidadores. Es decir, si en condiciones normales se registran datos considerables sobre estas situaciones, en tiempo de pandemia, cuando los niños pasan todo el día en casa con adultos, se deben tomar más precauciones.
Sé que para muchas personas es difícil comprender los problemas infantiles que han surgido en esta crisis de salud. Es normal no saber cómo reaccionar ante sus necesidades y es fácil olvidar que ellos pueden estar pasando un mal momento al tratar de sobrellevar esta situación. Los niños tienen una gran capacidad de adaptación, pero si cree que el proceso se complica, es preferible que acuda a un psicólogo especializado para que los ayude a trabajar en sus emociones y conductas y le brinde a usted las herramientas que lo ayuden a mejorar su papel de madre, padre o cuidador.