Así como a las personas, también a las instituciones se les presenta a veces una segunda oportunidad para enmendar errores y rectificar sus actuaciones.
En estos tiempos trascendentales en los que la nación está reescribiendo su historia, a nuestra gloriosa Fuerza Armada igual se le ha presentado esa segunda oportunidad para transformarse, la cual heroicamente está utilizando para corregir acciones del pasado y volver a los principios para los que fue creada, que son servir a la nación y proteger a la ciudadanía.
La Fuerza Armada de hoy en día es diferente, no es aquella de los años 30 que se ensañó contra nuestra población indígena con un asesino y perverso afán de exterminarla, tampoco es aquella que 50 años después se puso a la orden de poderes fácticos para proteger sus intereses y que bajo el mando de sanguinarios criminales de guerra perpetró las más horrendas masacres en contra de nuestro pueblo. Y es que así como hoy somos ejemplo positivo en muchas cosas, en tiempos de guerra fuimos un ejemplo lamentable de los peores crímenes cometidos contra una población indefensa.
Por eso, cuando hace algún tiempo los efectivos militares comenzaron a colaborar con la Policía Nacional Civil en las tareas de seguridad, el temor y el recelo eran hasta cierto punto justificados, todo por los abusos cometidos por esa institución en diversos períodos lamentablemente oscuros de su historia.
Sin embargo, para fortuna y tranquilidad de nuestro pueblo, las cosas han cambiado. Hoy contamos con una nueva Fuerza Armada. Una institución profesional y respetuosa de los derechos humanos que, lejos de infundir temor en la población honrada, produce una sensación de seguridad y confianza.
Fue reconfortante ver incluso a oficiales de esa institución trasladando en sillas de ruedas a los ancianos y demás personas con problemas de movilidad durante la campaña de vacunación contra la COVID-19. Fue también valiosa la colaboración de esta en el resguardo, el traslado y la entrega de los paquetes alimentarios que el Gobierno hizo llegar a los más necesitados. Ha sido también un apoyo vital y necesario a la Policía Nacional Civil en su lucha contra las pandillas para llevar paz y tranquilidad a las comunidades.
Otro aspecto que no hay que dejar de mencionar es el papel que juega esa entidad castrense en los casos de desastres naturales donde siempre está presta a disponer de todo su personal y equipo para atender a las víctimas.
Lejos quedó aquella Fuerza Armada dirigida por oficiales que hoy son señalados de graves violaciones a los derechos humanos o que purgan, por lo mismo, largas condenas en cárceles nacionales y extranjeras.
Hoy esa institución está bajo las órdenes de personas humanistas, sumamente responsables y comprometidas con el servicio a la ciudadanía.
Me refiero a un comandante en jefe diametralmente opuesto y lejano a los que únicamente la manipularon para su propio beneficio, además de un eficaz y competente ministro de la Defensa que ha sabido imprimirle ese profesionalismo y mística de servicio.