Durante 30 años, la «casa del pueblo» estuvo usurpada por una gama de políticos que buscó simplemente mantener el equilibrio de los intereses de familias pudientes, otorgándoles el control total del Gobierno y sus instituciones.
Una clase de políticos que dieron sustento y sostenibilidad a un sistema acorde a los grandes intereses de los poderes fácticos, respaldado incluso por foráneos, pero dando la espalda a las necesidades de las grandes mayorías.
El recinto legislativo o «casa del pueblo» nunca llegó a serlo en la realidad. Los salvadoreños no fueron representados en ninguna curul asignada a los diputados de ningún partido político. «Padres de la patria» solo existió en las bocas de quienes promulgaban serlo. El PDC, PCN, ARENA y el FMLN siguieron el mismo guion para el beneficio de sus financistas y el suyo.
Lejos quedó la opinión de los ciudadanos en la toma de decisiones legislativas respecto al manejo de recursos y acciones que conllevaran un impacto directo en el desarrollo de cada comunidad.
El legítimo derecho de los ciudadanos de ser escuchados, de que se respetara su participación social luego de la firma de los acuerdos que pusieron fin a una guerra civil quedó en el papel. Las palabras fueron borradas por el viento.
Sin embargo, el panorama sombrío de seguir en la misma ruta impuesta por la política tradicional fue roto en 2019, cuando muchos creían que todo sería igual, cuando resignados decían «¿qué es lo que fue?, lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho?, lo mismo que se hará». Es en ese momento histórico que Nayib Bukele derrota la desesperanza, las mañas de la vieja política —que aún persisten en una minoría política en la Asamblea Legislativa—, y asume con firmeza la conducción del país.
Los salvadoreños decidieron echar en el cesto de la basura ese sistema tradicional de los partidos políticos que tanto daño les causaron. Un sistema que sometió a toda una nación a la inseguridad y a la desigualdad social y económica.
En 2021, dando un espaldarazo rotundo al presidente Bukele y su Gobierno, la gran mayoría de la población confirmó su decisión de continuar la nueva ruta: la de un estilo diferente de hacer política en favor de las familias salvadoreñas.
Lo que están presenciando los ciudadanos ahora es el uso del poder público para la gobernabilidad y la gobernanza. Orden público, paz social y desarrollo económico son ahora las apuestas no solo del Gobierno Central, sino también de los diputados de Nuevas Ideas. Y esto tiene con los pelos de punta a los mismos de siempre.
A pesar de la decisión del soberano, los políticos tradicionales no quieren entender que sus «mañas» no caben en el cambio social que se gesta en El Salvador; y continúan buscando las formas de romper ese nuevo orden público, con vandalismo, lamentablemente, apoyados por interesados extranjeros.
El viejo estilo de estos políticos ahora languidece, sencillamente por haberle dado la espalda a la ciudadanía, a la que solo buscó para la foto, pero se mantuvo lejano a las dificultades y necesidades cotidianas de sus votantes.
Desde mayo de 2021, los salvadoreños tienen una nueva Asamblea Legislativa con diputados serios, responsables y valientes que no escatiman esfuerzos para llevar los beneficios que tanto anhelaron por décadas. Atrás quedaron los diputados mediocres, que solo llenaron sus bolsillos gracias a defender los intereses de unos pocos, de un sistema nefasto y corrupto.
Los salvadoreños tienen nuevos soldados legislativos conectados con la realidad y las necesidades de todo un pueblo, en una nueva forma de hacer política, justa y equitativa, que ya molesta e incomoda a la vieja guardia que agoniza con sus tradicionales manuales.
El Salvador está cambiando y no descansaremos hasta tener una verdadera independencia, en paz y armonía con las nuevas generaciones.
La ciudadanía tiene que estar segura de que su casa ha sido recuperada. La nueva forma de hacer política no se vacía en odres viejos sino en odres nuevos.