Un nuevo récord de 27,001 contagios de la COVID-19 en las últimas 24 horas hizo sonar las alarmas en Argentina, cuyo gobierno comenzó a analizar el martes nuevas medidas y restricciones de urgencia.
Los casos, desde el inicio de la pandemia, llegaron a 2,579,000, con 217 fallecimientos en un sólo día y un acumulado de 58.174 muertes.
«Estamos ante un gran aumento en la velocidad de transmisión del virus con la aparición de nuevas variantes», dijo a la prensa Analía Rearte, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología, tras una reunión de expertos con altos funcionarios del gobierno del presidente Alberto Fernández, convocados de urgencia.
En un país de 45,4 millones de habitantes, el gobierno ha logrado adquirir más de siete millones de vacunas de diferentes orígenes y ha aplicado casi 5,7 millones de dosis.
Las tasas de mortalidad y de contagios llegan a 128 y 5.559 por cada 100,000 habitantes, respectivamente, entre las peores de América.
Incluso el presidente Alberto Fernández, pese a haberse vacunado con las dos dosis de la vacuna rusa Sputnik V, se contagió de la enfermedad, pero en una forma leve que lo mantiene convaleciente.
«Preocupan las reuniones informales como fuente principal de contagios», dijo Juan Manuel Castelli, jefe de estrategias sanitarias del ministerio de Salud.
El gobierno ha endurecido las medidas para intentar cortar el aumento de casos en las últimas semanas.
A partir del pasado viernes y por tres semanas, quedó prohibida la circulación no esencial de 00h00 a 06h00, y los bares y restaurantes cerrarán a las 23h00, pero las escuelas siguen abiertas.
Pero la provincia de Buenos Aires (donde vive casi el 40% de la población total), las empresas privadas de medicina y el sistema de seguridad social del Estado lanzaron en conjunto un llamamiento a «tomar medidas más drásticas» para combatir la COVID-19.
«Hay que evitar el colapso del sistema de salud», dijeron en un comunicado.
La ocupación de camas en la región metropolitana (Buenos Aires y su superpoblada periferia) saltó en dos semanas del 56% a más del 70%.
«Estamos estallados. Hoy es una quimera en la capital encontrar una cama de terapia» intensiva, dijo Arnaldo Dubin, jefe del área en el Hospital Otamendi (privado) e integrante de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva.
«Con la actual curva de contagios, el sistema privado no aguanta más de cuatro o cinco días», dijo el presidente de la Unión Argentina de Salud, Claudio Belocopitt.
Los hospitales comunales de la capital están cerca del límite para atender a una ciudad de tres millones de habitantes, según fuentes médicas y entidades de enfermería.