La historia del mundo está envuelta en enigmas y maquinaciones políticas, en las que la manipulación mediática ha servido para crear una podredumbre moral que oculta las verdaderas intenciones y que ha hecho parecer bueno lo malo y lo malo, bueno. Todo para lograr posiciones y dinero.
En nuestro país, también el engaño ha sido un arte practicado por personajes ambiciosos de poder, en el que mezclaron la intriga y el drama y por décadas la verdad fue encubierta a los ojos del pueblo, lejos de la comprensión y la interpretación.
Los carroñeros políticos sedujeron a varios empresarios y académicos como parte del juego de componendas, sin que nadie se tomara el tiempo de descifrar lo que realmente sucedía y hacia dónde conducían al país.
Aparecieron operadores que se presentaron como expertos en resolver situaciones y crisis para que los que tenían el poder se sintieran cómodos y seguros de que nunca perderían su «modus vivendi».
Sin embargo, la caída de sus andamiajes políticos ha hecho que todos estos voraces tiburones busquen nuevas aguas, aparentando piedad y lealtad para ocultar sus instintos maquiavélicos y perversos. Crean el caos para luego aparecer como bomberos y juegan a dos manos.
Y sin duda, están logrando que algunos les crean, pues no son capaces de ver debajo de su piel de oveja y son arrastrados como desperdicios en la arena del mar ante cantos de sirena y el olor a lo verde. Les hacen creer que están al lado de la silla del verdadero poder, les venden humo y los hacen deambular en una vereda que al final es de desencanto y desilusión, muy lejanos de la verdad y el honor.
Estos operadores lanzan sus anzuelos en un mar político agitado y picado, en tiempos de ansiedad por convertirse, a punta de lisonjas, invenciones y engaños, en la llave que abre la puerta de las decisiones de país. Seguramente, caminan en la alfombra que tiran cortesanos aduladores e intrigantes que comparten sus mismas ambiciones y que están decididos a pasar por encima de quien sea «haciendo el paso del tonto», pero que viven en «house of cards» repleto de conspiraciones.
Burdos chacales que se creen enigmáticos, pero muchos de sus movimientos son torpes y calcados. Hacen daño a lo bueno, buscando la forma de camuflarse para seguir viviendo como parásitos del sistema. Y luchan por quitar de en medio a cuanto muro encuentran en su endiablado camino, principalmente a quienes saben descifrar sus movimientos lentos en el tablero de ajedrez político.
Ignoran o no entienden que en la vida hay seres que poseen el don de ver más allá de lo evidente y que tienen la habilidad de hacer sentir sagaces a sus opositores. Pasan por alto que, a veces, los seres humanos podemos ver mejor con los «ojos bien cerrados», como lo presentó la última película de Stanley Kubrick.
Por cierto, sí, soy un «chavorruco» que disfrutó del majestuoso don que poseía Lion-O, en «Thundercats», por medio de su ojo de Thundera, ese que los mumm-ra buscan poseer a toda costa para ver más allá de lo evidente.
Sin despeinarme, yo conservo mi intensidad por encima de la dispersión, mis fuerzas y mi energía manteniéndolas concentradas en el único punto fuerte, ese que me hace ser leal en su conducción de país por el bien de El Salvador.